Este año se cumple una fecha muy emotiva para doña Sofía: el centenario del nacimiento de su madre, la reina Federica de Grecia, a la que solo se parecía físicamente. A diferencia de Doña Sofía –discreta, tímida y siempre en segundo plano–, la reina Federica tenía un carácter dominante y la acusaban de interferir en cuestiones políticas. Pero probablemente esa fuerte personalidad fue la que le ayudó a superar las dificultades que se cruzaron en su vida.

Tataranieta de la reina Victoria de Inglaterra y nieta del emperador Guillermo II de Alemania, Federica nació en Blankenburg (Alemania) el 18 de abril de 1917 y, tras una infancia que ella siempre calificó de feliz, se casó, completamente enamorada, con el príncipe Pablo de Grecia.

Después del nacimiento de sus dos primeros hijos, Sofía y Constantino, la II Guerra Mundial llegó a Grecia, invadida primero por Italia y después por Alemania, y la familia realtuvo que partir al exilio, en Sudáfrica, donde nació Irene, y después en Egipto. «En un año cambiamos 11 veces de casa, lo que para mis padres debió ser muy duro», recuerda doña Sofía. De una de aquellas casas, en Ciudad del Cabo, Federica relataba que «estaba llena de ratas que no me dejaban dormir con sus carreras por el tejado».

En 1946, la familia real regresó a Grecia después de que un referéndum restaurara la monarquía y, tras la muerte repentina de Jorge II, Federica y Pablo se convirtieron en reyes en una Grecia devastada por la Guerra Civil. Fue en aquellos años cuando doña Sofía empezó a acompañar a su madre, que creó 53 orfanatos, y probablemente cuando empezó a forjarse su personalidad solidaria.

El 6 de marzo de 1960 murió el rey Pablo, tras ser sometido a una operación para tratarle un cáncer de estómago, y Federica se retiró a vivir a las montañas hasta que su hijo, el rey Constantino, tuvo que emprender el exilio definitivo en 1973. Atraída por la meditación y la filosofía hindú, Federica se trasladó con su hija Irene a Madrás (India), desde donde viajaba con frecuencia a Madrid.

En una de esas visitas, en febrero de 1981, Federica decidió operarse unas bolsas de grasa que le afeaban un párpado. Dicha intervención se realizó bajo anestesia general en la clínica de La Paloma y, dos horas después, cuando estaba recuperándose acompañada por el doctor Carlos Zurita, un infarto de miocardio acabó con su vida. Doña Sofía regresó urgentemente de Baqueira Beret, donde pasaba el fin de semana.

Los restos mortales de la reina fueron velados en La Zarzuela durante cinco días hasta que las autoridades griegas autorizaron el regreso de la familia real, solo durante las horas necesarias para el sepelio, y Federica pudo ser enterrada en la finca de Tatoi, junto al rey Pablo, su querido ‘Palo’, el hombre al que dijo seguir amando hasta el último momento de su vida.

21 de marzo-19 de abril

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