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Valentina por convicción

Una semana más, Anne Igartiburu nos invita a reflexionar a través de su columna de opinión.

Anne Igartiburu habla del amor a sí mismo./D.R.

Anne Igartiburu habla del amor a sí mismo. / D.R.

Anne Igartiburu
ANNE IGARTIBURU

El rojo nos invadía hace unos días y parece que algo tan sencillo y vital como es amar se pudiera encontrar y además comprar envuelto con un lazo bermellón y mucha purpurina, metido en una caja. 

Con tantos corazones colgados en los establecimientos y el Día de los enamorados tan empalagoso que se nos presenta cada año, no estaba yo segura de salir indemne. Y eso que a mí un corazón, después de mucha lucha, y ejercicio de aceptación, como elemento significativo y si se me permite, muy 'mío' -por aquello de mi vinculación durante más de 20 años con el programa en TVE-, me conmueve hasta darme cuenta de lo mucho que le debo al músculo sonoro más valioso de nuestro cuerpo.

Pero no las tenía yo todas conmigo y temía por la integridad del espíritu más sencillo y auténtico de un día tan señalado. Finalmente he conseguido celebrar por todo lo alto que esta 'tontuna' del amor sigue estando presente en los despertares de casa y en las sonrisas diarias, en el divertimento, en la emoción o en un abrazo de madrugada y con mucho cansancio en el cuerpo.

Se nos olvida querernos más a nosotros mismos"

Eso es ya un logro con las prisas que llevamos todos y con lo poco que nos detenemos a descubrir a quién tenemos en frente, sin olvidar al que nos encontramos en el espejo cada mañana, que también tiene lo suyo. Porque a este paso, vamos a saber del día a día de nuestra pareja mirando sus redes sociales, ¡y eso ya sí que no! Y no exagero.

Tanto esfuerzo para acercarnos a las personas con las tecnologías y luego, como damos las cosas por sentadas, se nos olvida mirarnos a los ojos y adivinar cuán rápido podemos hacer latir el corazón de quien tenemos a nuestro lado, o incluso apoyar nuestra oreja en su pecho para disfrutar aún más ese sonido. Este año el fenómeno San Valentín más comercial ha pasado bastante de puntillas por fortuna, y he aprovechado también para parar y crear un día perfecto de enamoramiento pero también hacia mi persona, con permiso del patrón del día más dulce del año.

Una especie de Santa Valentina para valorarme y quererme y así hacer lo mismo con los demás. Qué buena excusa para 'recalcular' los afectos con uno mismo y aprovechar para hacernos un homenaje íntimo que sirva de impulso para lanzarnos al vacío del amor sin red. Y como coincide casi en el día con mi cumpleaños, he dicho: "¡Esta es la mía!".

Pero ¿cómo no me había dado cuenta antes? Tanto amor repartido por el mundo y se nos olvida querernos un poquito más a nosotros mismos. Apreciar cada cosa que hacemos, que no es poco. Es la única manera de ponernos en 'modo positivo' para poder también crear un ambiente propicio para eso tan recurrente que llaman ‘química’ en las relaciones. Al fin y al cabo, amar es también y, sobre todo, de valientes. Así que entre valientes y 'valentines' anda el juego estos días. 

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