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Cómo estafar a un príncipe árabe

Un subdirector de un hotel que vende, en nombre de un príncipe árabe fallecido, seis fincas, dos castillos y dos mansiones en Barcelona. Varios testigos como el futbolista Iván de la Peña y el ex de Rosa Clará. Siete herederos árabes, celosos de su identidad, que han impedido que se celebre el juicio. Así es esta trama llena de claroscuros. claroscuros

Saad Bin Abdulaziz llegó a España para tratarse de una enfermedad ocular. Tanto le gustó en nuestro país que convirtió Barcelona en su segunda residencia. / archivo.

ANDRÉS GUERRA

Barcelona, 1976. El príncipe árabe Saad Bin Abdulaziz, hijo del rey Abdulaziz, conocido en Occidente como Ibn Saud y unificador de Arabia Saudí, aterriza en la capital catalana. Viene a tratarse en la prestigiosa clínica Barraquer de ciertas afecciones oculares y decide instalarse en el hotel Princesa Sofía, por aquel entonces el mejor de la ciudad sin discusión.

Cuando un árabe con rango de alteza real se instala, lo hace a lo grande: dos plantas para él y su séquito durante todo el tiempo que dure su estancia, lapso aún por determinar. Mientras recibe tratamiento, se aficiona a España.

Vasto patrimonio

Tanto, que decide convertir nuestro país en una suerte de segunda residencia, como haría poco después en Marbella el mítico rey Fahd, su medio hermano. Saad Bin Abdulaziz desempeña funciones diplomáticas en Madrid como agregado de la embajada de Arabia Saudí. Aunque continúa en el hotel Princesa Sofía, adquiere diversas propiedades en Cataluña: dos mansiones en la parte alta de Barcelona y seis fincas rústicas en el término municipal de Santa María de Oló, cerca de Vic (Barcelona).

Y no son poca cosa: dos de ellas circundan los conocidos como castillos de Rocafort y Rocabruna, en realidad dos espléndidas masías señoriales, en lo que conforma una superfinca de 833 hectáreas. En ellas, el príncipe se dedica a su gran pasión: la cría de caballos. Hasta cien ejemplares de pura raza árabe moraron en la finca, según explicaba el diario La Vanguardia.

Entre los mejores amigos que Saad Bin Abdulaziz frecuenta en Barcelona se encuentra don Agustín, subdirector del hotel Princesa Sofía: ágapes, turismo, algún paseo en yate… Tener como amigo a un jeque da para mucho, como veremos. Tan sólida se hace su relación que en mayo de 1989, el príncipe le concede poderes ante notario para vender, sin restricción alguna, las seis fincas rústicas. El príncipe no se encuentra bien. Temiendo que su enfermedad revista un destino incierto, prefiere comenzar a dejar sus negocios atados.

¿Quién mejor que su amigo para cuidar de su hacienda? Trasladado a Houston para tratar su cáncer, en julio de 1991 acude al consulado general de España en el país para firmar un poder especial en que autoriza a don Agustín a vender todo su patrimonio en territorio español, incluidos inmuebles en una de las calles más caras de Barcelona, la Avenida Pearson de Pedralbes. En ella tienen propiedades Shakira y Piqué, la baronesa Thyssen, Neymar Jr, el marqués de Camps, Sol Daurella, las herederas de Chupa-Chups y Jordi Pujol Ferrusola. Don Agustín, entendemos que muy compungido por la salud de su amigo, pero honrado por el mandato, le promete que todo será como él desea.

Finalmente, el príncipe acaba falleciendo en su país dos años después y es enterrado en la Meca. A partir de aquí, nacen dos versiones de la misma historia: la que sostienen los herederos de su alteza y la que mantienen los procesados, Agustín G. F. y su esposa, Mª Antonia R. T.

Según consta en el escrito de acusación, el 15 de diciembre de 1993 don Agustín abre una cuenta corriente con la referencia 'Cuenta pagos S. A. R. Príncipe' de la que él es el único titular. También vincula una tarjeta platinum a su nombre.

La presunta estafa

Y así, comienza el juego: el 23 de mayo de 1996 vende uno de los dos ‘casoplones’ de la avenida Pearson a Rafael Martínez, por aquel entonces socio y marido de la diseñadora Rosa Clará. En octubre de 1997 vende la otra al futbolista Iván de la Peña, el canterano del FC Barcelona que dio nombre a su propia generación, la ‘quinta del Mini’. En total, don Agustín se embolsa por ambas operaciones cerca de 1.300.000 euros.

Agustín G.F. está acusado de ocultar la muerte de saad bin y vender sus propiedades

Pero había más por vender. Quedaban las fincas rústicas: en junio de 2001 constituye una opción de compra para una sociedad de capital extranjero, Royal D’Aro Universal Holydays, por cinco millones y medio, recibiendo 600.000 euros como prima, y en diciembre de ese año vende mediante tres escrituras todo el lote rústico así como el mobiliario incluido en ellas y los caballos y la reses.

El azerbaiyano Sergei Oganesian es accionista y esposo de la propietaria de la sociedad que compró el conjunto. También es filósofo, pedagogo, profesor universitario y consejero de Estado en la Duma, el parlamento de Rusia, en tiempos de Boris Yeltsin. Diez años después de quedarse sin su patrimonio español, los herederos de su alteza denunciaron a don Agustín y señora.

El embrollo judicial

Según la fiscal, Agustín González no solo ocultó en todo momento a los compradores que el príncipe, en nombre de quien actuaba, había fallecido, sino que aseguró ante notario que no habían variado "las circunstancias personales de la parte poderante".

El modus operandi de don Agustín y su esposa consistió en ir vaciando la cuenta mediante transferencias, decenas de reintegros y cargando facturas propias, entre otras, la de una casa que les costó casi 700.000 euros. El fiscal pide para don Agustín cinco años de prisión y dos y medio para su mujer por dos delitos continuados de estafa y de receptación, así como una indemnización de 6.700.000 euros para los herederos de su alteza. Su hijo también está procesado como partícipe a título lucrativo.

El comienzo de la vista oral estaba previsto para el pasado 17 de febrero. Hubiese sido una sorpresa que don Agustín, de 92 años y con sus facultades físicas y mentales muy mermadas, fuese a aparecer en la sala cuando estaba exonerado de hacerlo por el propio tribunal. Sí acudió su esposa y dispuestos estaban los testigos citados, además de Rafael Martínez e Iván de la Peña, un notario y David Moner Codina, abogado y presidente durante 17 años de la Unión de Federaciones Deportivas de Cataluña. El juicio no llegó a celebrarse.

Los siete demandantes –la sexta viuda del príncipe y seis herederos– no participaron mediante videoconferencia, como estaba previsto, porque en la Audiencia Provincial no consta que se haya cursado debidamente la petición: el Ministerio de Justicia saudí contestó a la comisión rogatoria española que por seguridad no podía facilitar las direcciones de los testigos, motivo por el que nadie los citó en la embajada española en Arabia para ponerse ante la webcam. Hay más: la abogada de los herederos acusa también a Sergei Oganesian y su esposa por estimar que sí conocían que el príncipe había muerto y, por tanto, sabían que se trataba de una venta irregular.

Aunque el jeque se instaló en el hotel Princesa Sofía, adquirió un importante patrimonio, formado por dos mansiones en la avenida Pearson, una de las más caras de Barcelona y seis fincas rústicas (una de ellas, la que ven en la imagen). / archivo.

La defensa de los acusados, por el contrario, sostiene que don Agustín y señora hicieron todo lo posible por localizar a los siete magníficos (Noura, Muhammad, Faisal, Khaled, Saud, Abderramán y Fahd) para comunicarles que mantener las fincas costaba un dineral, que los caballos quedaban desatendidos y que si no se pagaba salarios a guardeses y empleados, se verían obligados a vender para pagar deudas, sueldos e impuestos, como finalmente hicieron. Durante la instrucción del caso, a la fiscal le fue imposible hablar directamente con los siete árabes –cuyos alambicados nombres reales les ahorramos– y el juzgado tuvo que dar por aceptable un escrito que les devolvieron desde Arabia Saudí. Algo poco garantista. El juicio del año ha quedado pospuesto para noviembre.

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