Es inevitable que en estos días, tras las elecciones del 26 de junio, don Felipe recuerde a Adolfo Suárez, el hombre que, en su opinión, "hizo posible lo que muchos tratadistas políticos, basándose en su conocimiento de España y e n la experiencia de otros pueblos, habían considerado imposible". Un recuerdo que ahora se hace visible al cumplirse, este 3 de julio, 40 años de su nombramiento por don Juan Carlos en una situación que algunos juzgan bastante más complicada que la actual.

Suárez fue el único presidente del Gobierno nombrado por el Rey desde que se restauró la Monarquía porque todos los demás fueron elegidos en las urnas, excepto Leopoldo Calvo-Sotelo, que fue votado por el Congreso. Pero, sobre todo, ha sido el único capaz de sentar y poner de acuerdo a personas que pensaban de forma tan distinta como Manuel Fraga y Santiago Carrillo.

Ahora, casi todo el mundo recuerda a Suárez con afecto y reconocimiento pero, cuando don Juan Carlos eligió a ese atractivo político abulense que era casi un desconocido para la opinión pública, la decisión supuso toda una decepción en la España de entonces. Nadie se podía imaginar que aquel ministro que procedía del franquismo fuera a enterrar el régimen, a reconciliar a los españoles y a restaurar la Democracia.

En pocos meses puso en marcha una maquinaria que avanzaba hacia la libertad

Sin embargo, en pocos meses puso en marcha una maquinaria que avanzaba hacia la libertad. Suárez tenía ideas que incluso hoy serían rompedoras entre los políticos. Decía que había que comprender al "otro español", al "diferente", "al que no piensa como yo" y "no se mueve por los ideales políticos que a mí me impulsan", porque "no es mi enemigo sino mi complementario".

Para él, España era "la obra común de todos los españoles, o simplemente no es España". Alertaba de que "la concordia jamás se impone, se busca en común y se realiza con el esfuerzo de todos". Y advertía de que "así como la concordia es capaz de hacer crecer las cosas más pequeñas, la discordia es capaz de destruir las cosas más grandes".

Don Felipe apenas tenía ocho años cuando su padre eligió a Suárez, por lo que tuvo que crecer para comprender su aportación. Mientras el Rey diseñaba la transformación de España con el presidente, el Príncipe compartía juegos y baños en la piscina con los hijos del político.

Pero ya entonces Suárez decía que la Transición solo se podría dar por concluida cuando aquel niño rubio y de ojos azules fuera proclamado Rey. Él no lo pudo ver porque murió tres meses antes de que se hiciera efectivo el relevo en la Corona, aunque en realidad la vida había empezado a abandonarle 15 años antes, cuando perdió la memoria. Quién iba a decir que cuatro décadas después de su elección, una nueva generación de españoles iba a echar de menos aquella forma de entender la política.

21 de marzo-19 de abril

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