El caso Nóos, cinco años y sigue

Un lustro después de la primera reacción de Casa Real ante el caso Nóos, Almudena Martínez-Fornés nos ofrece un análisis de los acontecimientos más llamativos que han sucedido a lo largo de este proceso por el que los duques de Palma fueron apartados de la actividad institucional.

Almudena Martínez-Fornés
ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS

El 12 de diciembre de 2011 Zarzuela anunció el apartamiento de los entonces duques de Palma de Mallorca de toda actividad institucional con el argumento de que el comportamiento de Iñaki Urdangarín no parecía ejemplar. Aquella fue la primera reacción de la Casa del Rey al caso Nóos. Dos semanas después, don Juan Carlos se pronunció por primera vez sobre las investigaciones judiciales y afirmó en el mensaje de Navidad que "la Justicia es igual para todos".

El Rey se refería a que Urdangarín sería investigado y juzgado como cualquier otra persona, aunque en aquel momento fuera miembro de la Familia Real. Pero lo que nadie se podía imaginar es que la justicia iba a mostrar la peor de sus imágenes en el caso Nóos, donde se juntaron situaciones inquietantes con otras rocambolescas, más propias de una película de Pedro Almodóvar que de la realidad judicial. Ni tampoco se pensaba entonces que la sentencia tardaría aun cinco años en llegar, a los que habrá que añadir el tiempo necesario para resolver el más que probable recurso al Tribunal Supremo.

Uno de los momentos más llamativos del proceso ocurrió cuando el juez que instruyó el caso, José Castro, que sentó por primera vez en el banquillo a dos miembros de la Familia Real, la Infanta Cristina y su marido, acabó mostrando sus simpatías políticas por un partido republicano, cuando de un magistrado se espera una aparente neutralidad. Pero al poco tiempo esta situación quedó superada cuando otro juez, Juan Pedro Yllanes, renunció a presidir el tribunal del caso Nóos para incorporarse a ese mismo partido.

También se supo que el abogado de doña Cristina, Miquel Roca, había informado a la Policía de que el secretario general de Manos Limpias, Miguel Bernad, que ejercía la única acusación contra la Infanta, le había pedido tres millones de euros a cambio de retirar la acusación. Y en abril Bernad fue encarcelado acusado de extorsiones a diferentes personas e instituciones, mientras su abogada, Virginia López Negrete, intentaba desvincularse del sindicato y de estas oscuras operaciones. También llamó la atención que uno de los acusados, Miguel Tejeiro, fuera absuelto antes de empezar el juicio a petición de Manos Limpias.

Mientras tanto, se sucedían situaciones hilarantes, como la que protagonizó el fiscal del caso, Pedro Horrach, cuando fue fotografiado en su despacho con un carrito de Mercadona, en el que se acumulaban los documentos judiciales.

Y, cuando todo parecía que empezaba a normalizarse, se supo que la presidenta del tribunal, la magistrada Samantha Romero, mantenía una relación con Francesc Cardona, amigo íntimo de Diego Torres, el exsocio de Urdangarín, y sacerdote en proceso de secularización. Una relación que no influía en la independencia de la juez, con fama de seria y rigurosa, pero que añadía un ingrediente rosa a la ya de por sí esperpéntica crónica del interminable caso Nóos.

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