Diana solo era la esposa de Carlos

Se cumplen 20 años del accidente de tráfico que se llevó la vida de la princesa de Gales.

Almudena Martínez-Fornés
ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS

Cuando Diana de Gales murió, la Familia Real española envió telegramas de pésame a la reina de Inglaterra y al príncipe de Gales, pero ni los Reyes ni el Príncipe de Asturias ni los duques de Lugo ni la Infanta Cristina asistieron a su funeral. La representación en la ceremonia fúnebre correspondió únicamente a la hermana de don Juan Carlos, la Infanta Pilar, que acudió muy discretamente.

La Casa Real española reaccionaba como la mayoría de las familias reales reinantes europeas, que marcaron distancia con una princesa consorte que había echado un pulso a la corona británica y se había convertido en un problemático ejemplo para las otras monarquías. Ni siquiera en el momento de su muerte, huyendo de los 'paparazzi' junto a su amante, de noche en París, Diana de Gales estuvo a la altura de lo que se esperaba de la madre de un futuro rey.

Don Juan Carlos y doña Sofía decidieron no ir a la boda de Carlos y Diana a última hora

Por circunstancias completamente distintas, los Reyes de España tampoco asistieron a su boda con el príncipe de Gales en julio de 1981. Don Juan Carlos y doña Sofía habían confirmado su asistencia, pero, en el último momento, decidieron anular el viaje a Londres por razones políticas. Una semana antes del enlace matrimonial, el Reino Unido anunció que los recién casados harían una escala en Gibraltar durante su viaje de novios. Carlos y Diana se trasladarían en avión hasta el Peñón y allí embarcarían en el yate real Britannia para realizar un crucero de luna de miel por el Mediterráneo.

Las autoridades españolas protestaron ante el Foreign Office y don Juan Carlos tomó la decisión personal de no asistir a la boda, un gesto que sorprendió en Buckingham, pero que fue valorado muy positivamente tanto dentro como fuera de España.

Distintas razones hicieron que la Familia Real española no estuviera presente en los momentos más importantes de la vida de Diana de Gales. Sin embargo, sí compartieron con ella varias visitas oficiales en España y el Reino Unido, diversos viajes privados en ambos países y cuatro veranos en Mallorca. La relación de los Reyes con la problemática princesa duró lo mismo que el matrimonio de los príncipes de Gales y se diluyó tras la separación y el posterior divorcio. Lo único que unía a don Juan Carlos y doña Sofía con Diana era una relación de parentesco político. 

Las visitas a Marivent

A diferencia de Diana de Gales, la Familia Real española jamás ha hecho en público el más mínimo comentario crítico sobre la exesposa del príncipe Carlos. Ella, por el contrario, llegó a insinuar que don Juan Carlos fue demasiado atento con ella en Marivent. Aun así, la incomodidad que decía sentir años después no debió ser muy evidente en aquellos momentos, porque la princesa viajó a Mallorca con su marido y sus hijos, los príncipes Guillermo y Enrique, en agosto de 1986. Y regresó los veranos de 1987, 1988 y 1990.

A partir de la separación de los príncipes de Gales, la Familia Real española se limitó a contemplar desde la barrera, junto a las otras casas reales europeas, cómo aquella princesa consorte, aparentemente inofensiva, se convertía en un problema para la corona británica, y a tomar nota para tratar de evitar que se repitiera su triste historia.

El aprendizaje

La primera lección de aquel fracaso fue que, en los nuevos tiempos, ningún matrimonio podría consolidarse si faltaba el amor. Tan importantes como las razones de Estado eran las del corazón. La segunda gran lección fue una advertencia contra el afán de protagonismo de las consortes. Lo que debería haber sido un trabajo en equipo que realzara lo mejor de cada uno se convirtió en un peligroso pulso entre los príncipes de Gales que sacó lo peor de ambos.

La tercera lección era la necesidad de reforzar a las consortes para que no cayeran en la tentación de convertirse en meras referencias de la moda y frivolizaran la monarquía. Las princesas debían transmitir valores, y no tendencias, pero Diana de Gales se entregó sin freno a los mejores estilistas y a las marcas más lujosas. La cuarta lección –no subestimar al enemigo– llegó tras el divorcio, cuando se puso de manifiesto lo frágil que podía ser la poderosa corona británica al lado de una simple mujer dolida que manejaba a su antojo a los medios de comunicación.

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