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Mi hijo me pega, ¿qué puedo hacer?

La violencia de los hijos hacia los padres es un delito muy común en España, pero en la mayoría de los casos no se denuncia por vergüenza o por culpa. ¿Qué pueden hacer los padres en esta situación?

Un niño enfadado. / getty

Joaquina Dueñas
JOAQUINA DUEÑAS

La violencia de los hijos hacia los padres es el segundo delito por el que se adoptan medida cautelares en España, tras el robo violento. Se trata de una realidad que supone en torno al 10 por ciento y que afecta a todos los tipos de familias y de todos los estratos sociales. Sin embargo, es también algo oculto ya que los padres, por vergüenza, por culpa o por no querer difundir una imagen negativa de sus hijos, no suelen hablar de ello ni denunciar.

Sin embargo, no todas las agresiones significan lo mismo a todas las edades, pero sí es importante saber cómo reaccionar ante ellas y aprender a poner límites. Hay niños pequeños incapaces de manejar la frustración o la ira y ante la negativas de los progenitores reaccionan con una explosión de rabia acompañada por insultos. Llegando incluso a golpear objetos o a sus propios padres.

En estos casos las familias pueden sentirse desbordadas, pero deben entender que estas reacciones son normales en la mayoría de los casos siempre que se produzca a edades tempranas. Los niños no entienden la trascendencia de sus palabras y aunque sepan que pegar está mal, no encuentran otro modo de expresarse.

Para que aprendan dos son las principales claves para los padres. De un lado la calma, los padres deben mantenerse tranquilos, emitir los mensajes desde la serenidad y acompañar a su hijo. Y de otro lado, mantener los límites, ya que si no lo hacen, los niños entenderán que pueden conseguir lo que quieren si recurren a la agresividad. Una agresividad que esconde normalmente el miedo, la tristeza o amenaza. El niño entiende que lo que él quiere y no le está siendo concedido es lo más importante de ahí que reacciones de forma tan drástica.

Hay que tener en cuenta que, en general, entre los pequeños esto es sólo una etapa que se supera ofreciendo al pequeño herramientas con las que aprenden a comunicar sus sentimientos, de modo que pueda explicar lo que le pasa o lo que necesita en lugar de recurrir a la ira. Siempre sin dejar que el niño se salga con la suya por las malas ya que puede llevarle a convertir esa conducta como algo normal y a intentar tener el control de hogar.

Si la conducta persiste a lo largo de los años o aparece a edades más avanzadas acompañado por exigencias y actitudes retadoras o tiránicas, estaremos hablando, ahora sí, de un problema que es imprescindible atajar para no tener que asumir graves consecuencias. El reconocido psicólogo Javier Urra alerta que no son delincuentes que procedan de familias marginales o de padres sin formación, sino que afectan a todo tipo de familias.

En la mayoría de los casos las agresiones proceden de niños con edades comprendidas entre los 12 y los 18 años y su víctima primordial acostumbra a ser la madre. No sucumbir al chantaje emocional y mantener los límites es imprescindible para reconducir esa conducta. Unos comportamientos en los que las familias deben dejarse ayudar por profesionales para poder modificarlos y reconducirlos. A veces será necesaria la intervención de los servicios sociales, de los juzgados de menores o del internamiento y la libertad vigilada. Y siempre será mejor una intervención temprana para lograr rescatar en todo lo posible la relación familiar.

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