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Isabella Blow: la musa de la extravagancia

El mundo era su pasarela. Símbolo de estilo y de riesgo, cómplice de McQueen y de Philip Treacy, y espíritu libre, una exposición en Sydney exhibe sus 100 mejores vestidos

Isabella Blow, con sombrero de Treacy / Donald McPherson

Rosa Gil
ROSA GIL

Tras el trágico suicidio de Isabella Blow en 2007, su amiga Daphne Guinness asumió el reto de preservar su legado. Compró sus efectos personales (que incluían 90 vestidos de McQueen, 50 sombreros de Philip Treacy y retratos de Blow tomados por Mario Testino y Karl Lagerfeld), creó la Isabella Blow Foundation y se dedicó a organizar exposiciones conmemorativas del estilo y el espíritu de la musa británica.

La próxima parada del guardarropa viajero de Blow es el Powerhouse Museum de Sydney (Australia). Allí se inaugura, el próximo 14 de mayo, l a exposición Isabella Blow, a fashionable world, que reúne más de 100 piezas de su genial armario.

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Isabella Blow

Y, realmente, Blow era un personaje singular. Capaz de viajar en metro con los sombreros más extravagantes de Treacy o de comprar la colección de un estudiante llamado Alexander McQueen en cómodos plazos, su vida estuvo llena de altibajos. Su estrella, sí, brilló bien alto durante los años 80 y 90 (fue editora de moda en Tatler y el Sunday Times, entre otras cosas), pero también luchó contra la depresión, la infertilidad, el trastorno bipolar y el cáncer de ovarios en distintos momentos.

A pesar de todo, fue un espíritu luminoso, como testimonió su amigo Rupert Everett en su funeral: "Isabella se sentía constantemente deslumbrada por la vida... y la vida, a su vez, por ella".

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