Cuando yo era pequeña, hacÃa deberes cada dÃa de la semana. SalÃa del colegio, llegaba a casa y me sentaba a hacerlos mientras merendaba. Y recuerdo que en muchas, muchÃsimas ocasiones, tenÃa que continuar con ellos tras la pausa para cenar. Entre mis sueños infantiles estaba el hacerme mayor para dejar de hacer deberes. Con el paso del tiempo, e intentando racionalizar esos recuerdos de la infancia, me reafirmo en aquella impresión de que hacÃa demasiados deberes y de que cada profesor mandaba los suyos sin preocuparse por los que te estaban pidiendo los demás. Asà que a los problemas de Matemáticas se unÃan los de FÃsica; y a los comentarios de texto de Lengua, estudiar la lección de Ciencias Naturales.
Los fines de semana era incluso peor, ya que los profesores nos mandaban más deberes por aquello de que supuestamente disponÃamos de más tiempo. No guardo muy buen recuerdo de los deberes y también tengo presentes las muchas tardes que me he pasado ayudando a mi hijo a hacerlos, comprendiendo que estuviera saturado después de todo el dÃa en el cole y que tuviera que dedicar el resto de la tarde a la tarea. TodavÃa recuerdo que, cuando tenÃa 10 años, un dÃa me preguntó muy serio: "Mami, ¿y yo cuando juego?".
Asà que tengo el corazón dividido ante el debate a favor o en contra de los deberes. Por ejemplo, la mayorÃa de los niños suele necesitar ayuda para hacerlos y aquà nos encontramos con un elemento de discriminación. Hay niños cuyos padres pueden ayudarles a hacerlos y otros que no, ya sea porque trabajan hasta muy tarde o porque carecen de los conocimientos suficientes. Sobre esta premisa habrÃa que dilucidar si no serÃa mejor que los deberes se hicieran en el colegio bajo la supervisión de profesores. Y, a veces, un exceso de deberes impide tener tiempo para jugar o, sencillamente, para aburrirse. Sobre todo a determinadas edades.
Personalmente, creo que no está de más hacerlos siempre que sean proporcionales a la edad de cada niño y que los profesores se coordinen sobre lo que mandan. Una hora diaria de deberes puede estar bien, pero también es obvio que, según se va pasando de curso, no queda más remedio que hincar los codos y trabajar.
Estudiar siempre requiere esfuerzo. No se puede adquirir conocimientos sin dedicación. Asà que una cosa son los deberes de los niños pequeños y, otra muy distinta, los que pueden y deben hacer los adolescentes. Aunque aquà volvemos a chocar con la realidad: algunos necesitan ayuda para hacerlos y a veces sus padres no pueden. Asà que, quizá, lo que se deberÃa plantear es que, una vez terminado el horario escolar, en todos los colegios se pudiera abrir un aula de estudio -o de tareas-, donde algunos profesores se quedaran para ayudar a hacer los deberes y explicar las cosas que los crÃos no hayan entendido. Es la idea que aporto para el debate que está abierto en la sociedad.