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Detector de clones: “La La Land” es el “Titanic” de los 'millenials'

Cada década tiene su gran historia de amor “made in Hollywood”, una gran película llamada a proyectarse en las aspiraciones románticas de la juventud en edad de enamorarse y de los fans del género en general.

Emma Stone y Ryan Gosling en los Oscar 2017. / Gtres

Elena de los Ríos
ELENA DE LOS RÍOS

Por definición, estas historias juegan al mínimo común denominador: buscando gustar a la mayor gente posible, ponen en juego elementos híper sencillos en un envoltorio súper seductor. Sin embargo, además de las inquietantes coincidencias, podemos leer en ellas la definición del tiempo que vivimos. A pesar de la idealización extrema de sus historias, son un espejo de nuestra realidad. Y por eso triunfan.

Las coincidencias entre “Titanic” (1997), la cinta que batió todos los récords de taquilla hasta bien entrado el siglo (la superó “Avatar”, también dirigida por James Cameron, en 2009) y “La La Land” son notables a pesar de las dos décadas que las separan. Por ejemplo, ambas rindieron al público y a la Academia de los Oscar a sus pies y lograron 14 nominaciones, aunque donde “Titanic” arrasó y se llevó 11 estatuillas, “La La Land” consiguió solo seis. Las dos pusieron en juego a actores supertaquilleros y amados por su generación: Leonardo DiCaprio y Kate Winslet allí, Ryan Gosling y Emma Stone aquí. También coincidieron en jugar la baza de una canción pegadiza que representara el tono de la cinta: fue sencillamente épica “My Heart Will Go On”, interpretada por Celine Dion, y es de una gran simpleza melancólica “City of Stars”. Ambas se llevaron el Oscar.

Las dos, “Titanic” y “La La Land”, quisieron enmarcar su historia de amor fuera de la realidad, precisamente porque en la cruda realidad no se dan las condiciones para el romanticismo extremo que proponen ambas. Cameron recurrió a reelaborar la historia del mítico naufragio, de manera que su 'love story' y su puesta en imágenes visual se contagiara del tono grandilocuente de epopeya histórica. “La La Land” se desarrolla en la cuna de la ficción cinematográfica, entre decorados y guiones cinematográficos y teatrales, pero realmente recurre a otra herencia histórica, la del musical, para recrear el ambiente esteticista y nostálgico que recorre toda la cinta. Ambas triunfan ofreciéndonos escapismo, ya sea a un lugar trágico de la historia o a un espacio melancólico de la memoria cinematográfica.

¿Y qué hay de la historia de amor? Pues que es la canónica: chico conoce a chica y ambos sueñan con matrimonio e hijos. Más allá de esta obviedad encontramos la significativa diferencia que expone cómo ha cambiado nuestro mundo y, consiguientemente, nuestra concepción del sentimiento romántico. En “Titanic”, el amor se presentaba como la más grande experiencia que el ser humano puede vivir, un sentimiento que da sentido a la vida misma y que es más fuerte que la misma muerte. En los 90, el amor aún hacía girar a un mundo que ya comenzábamos a percibir como una fuerza incontrolable, gobernada por la incipiente globalización de la misma manera que el destino trágico dictaba la existencia de los héroes clásicos.

Triunfar o no triunfar, esa es la cuestión.

En “La La Land”, el amor ya no es el centro del universo. Al menos, de las personas con talento: solo las eternas aspirantes a actrices, las mediocres chicas del coro, parecen buscar pareja con más empeño que triunfar en un 'casting'. El romanticismo queda como premio de consolación para los que no están destinados a triunfar, porque estos han de perseguir al precio que sea la autosatisfacción de ver el sueño de su propia grandeza cumplido. Ahora ya no es el destino trágico de un mundo ingobernable el que nos arrebata el amor, sino que somos nosotros mismos los que prescindimos de él por un bien que consideramos mayor.

La autodisciplina y la ética del éxito se ha instalado en nuestra mentalidad sorprendentemente rápido. Hoy, la realización individual es la meta de los jóvenes 'millenial' (el director de “la La Land” tiene 31 años), formateados para poner todas sus esperanzas en ellos mismos, y menos en lo que pudieran construir en compañía. Es el signo de los tiempos: mientras que en 1976 solo el 37.4% de la población estadounidense se definía como soltero, hoy el porcentaje asciende al 50.2%. En el caso de los 'millenial' estadounidenses, los jóvenes de entre 20 y 35 años, un 64% lo son. Para estos jóvenes, como para los de “La La Land”, el centro de su universo ya no es el amor, sino el trabajo. Triunfar o no triunfar, esa es la cuestión.

21 de marzo-19 de abril

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