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Cuentos de Navidad

Con nostalgia, humor, ternura o ironía, algunos de nuestros mejores escritores han atrapado el espíritu de la Navidad en estos cuentos originales para Mujerhoy.

Arbol de Navidad rodeado de regalos. / Maite niebla

MUJERHOY

Revisitando a Dickens

ALICIA GIMÉNEZ BARTLETT

Mr. Scrooge ya había recibido las visitas de los tres fantasmas: el de las Navidades pasadas, el de las presentes y el de las futuras. Estaba aterrorizado. ¿De verdad era posible que durante su larga vida se hubiera mostrado tan despiadado con los demás, tan tacaño, egoísta y malvado? Después de aquella noche de terribles apariciones que le auguraban una muerte triste y solitaria, corrió a casa de su empleado Bob Cratchit, pobre y con un hijo enfermo, a quien se había negado a ayudar aquella misma Navidad. Estaba dispuesto a una completa rectificación: le subiría el sueldo, se haría cargo de la curación del niño y le llevaba un pavo para que celebrara las fiestas. Bob le abrió la puerta y después de escuchar con atención sus generosas proposiciones, le dijo: '¡Maldito mamón (léase meimon en inglés)!, ¿crees que practicando la caridad tu conciencia va a quedar tranquila? ¡A buenas horas, mangas verdes (green sleeves en inglés)! ¡Lárgate por donde has venido!'. Se daba la coincidencia de que Bob también había recibido la visita de un fantasma, el cual le vaticinó que iba a encontrar un nuevo y espléndido trabajo, pronóstico que al día siguiente resultó cierto.

Aquellos días en blanco y negro

Lorenzo Silva

Hay cosas que ya no existen, rostros que ya no están. Ha pasado el tiempo necesario para poder evocarlos, y constatar su ausencia, con más dulzura que amargura. No porque los años atenúen el dolor de la pérdida, que tal vez; sino porque te van convirtiendo en un perdedor consumado sin más remedio que aprender a convivir con su condición. Haber arrancado muchas hojas del calendario es también haber descubierto que lo que se va es todo lo que tienes; que lo que te viene cada vez lo tienes menos, te pertenece menos, lo retendrás menos, y está bien así. Esta Navidad tu ciudad colgará nuevos adornos luminosos con lámparas LED, habrá otro anuncio de la Lotería, sacarán un nuevo modelo de iPhone. Pero tú recordarás la voz de tu abuela, las luces pobretonas, los viajes interminables en el cuatro latas o el R-6, arriesgando la vida de la familia por la helada y peligrosísima carretera de Andalucía. En suma: aquellos días en blanco y negro, aquella felicidad definitiva e irrevocable de la infancia.

Lorenzo Silva / maite niebla

Abeto

Espido Freire

Los abetos crecen torcidos por las características del terreno -me explicó mi padre, mientras yo cubría las ramas con puñados de espumillón plateado-. Vivimos en un valle, y las plantas buscan la luz.

-Claro -contesté yo.

- Claro -remedó mi madre, con los brazos cruzados sobre el pecho y cierto aire socarrón.

En la ultima mudanza encontré las fotos de esa Navidad. Mi jersey tejido a mano, las mejillas rojas, mis padres, muy jóvenes, más de lo que yo lo soy ahora. Aquel árbol que por alguna razón no se parecía a los de las casas de mis amigos, que había metido mi padre por la puerta la tarde del 24, y que perdía las hojas del tronco torcido, anémico. Dejaban cortar árboles sin permiso, entonces, y a saber dónde había encontrado mi padre aquel, bajo el cual aparecieron varios regalos para mí y para mi hermanito, y un perfume para mi madre. En mi casa no se cantaba, pero brindamos solemnemente, y la felicidad, como una nube que prometiera nieve, lo cubría todo.

Y entonces, cuando reparé en la foto con la mirada de madurez, como si fuera ajena, vi que aquel arbolito tísico ni siquiera era un abeto.

El Belén

Luisgé Martín

Cuando él tenía 15 años, murió en un accidente su tío Fernando, por el que sentía una admiración formidable. Era la primera persona importante en su vida a la que veía morir, y al llegar la Navidad, todavía desconsolado, decidió hacerle un homenaje: cogió al rey Melchor del Belén y con los pinceles finos que usaba para colorear las maquetas de barcos, pintó en él el rostro de su tío.

Los siguientes años fueron bastante desdichados. Murieron su tía Carmela, su amigo Ray, su maestro predilecto, don Santiago, y por fin su padre. Fue pintando a cada uno en las figuras del Belén que consideraba apropiadas a su categoría: la pastora principal, un soldado romano, el arcángel San Gabriel y San José. El Belén, que trasladó a todas las casas a las que se mudaba y que comenzó a montar con sus hijos cuando tuvieron la edad de hacerlo, se convirtió así, poco a poco, en el paisaje de su vida. Era un Belén extravagante, con dos vírgenes: su madre y su esposa, que murió cuando él tenía 70 años. Él murió de repente, un 4 de enero. No tuvo tiempo de hacer previsiones.

Elia Barceló / maite niebla

Otro lugar

Marta Sanz

Araceli llegó a casa de sus abuelos y ni su tío Ramón ni Lola sugirieron subir al armario empotrado del altillo de la cocina, el armario del peligro: había que ascender hasta el último peldaño de la temblorosa escalera plegable e introducirse en la oscuridad. Hasta alcanzar la caja. Ramón tentaba a su sobrina: ' ¿Subimos al altillo?'. La abuela refunfuñaba. Como una delincuente, Araceli subía al armario para bajar la caja del Belén. Ramón fingía que iba a dejarla encerrada. A ella le daba miedo, aunque intuía que, más allá de los últimos bultos, habría una puerta y, más allá, un pasadizo y más allá... Otro lugar. Pero Araceli no quería escaparse. Cuando había que recoger las figuritas, oía sus murmullos: '¡Que alguien encienda la luz!'. Risitas y otros sonidos sin nombre... 'Son ratones', decía Ramón y ella salía vertiginosa y se tiraba desde lo alto ante los aterrados ojos de su abuela y los brazos abiertos de Ramón, que la cazaba al vuelo. Pero aquel diciembre Araceli había cumplido 12 años, las figuras reposaban en la caja y la abuela no estaba en la cocina. Lola llevaba el mandil y cocía el hueso para el caldo.

Emociones navideñas

Elia Barceló

La mayor emoción de la Navidad es cuando se abren los regalos. Pero a veces, la emoción de comprarlos y darle la sorpresa a la gente que quieres también es muy bonita. Otras veces te dicen que no les ha gustado nada y que los quieren cambiar, y eso te pone un poco triste.'

-¿A ti te parece normal haber escrito una cosa así cuando el tema eran 'las emociones navideñas'?

- La maestra miraba a Yessica entre perpleja y cabreada-.

¿No se te ocurre nada más cuando piensas en la Navidad? Sabes lo que son las emociones, ¿no?

-Bueno... También hay discusiones para ver quién guisa, y peleas para que todos pongan su parte de la compra y no le caiga siempre a la abuela, con la poca pensión que tiene... Celos entre los hermanos, mis tíos digo..., insultos entre mis padres para ver con quién paso las fiestas... De repente, al ver su expresión, Yessica se dio cuenta de lo que quería oír la seño:

-Y la paz en el mundo, claro, los villancicos, la misa del Gallo, la cabalgata de los Reyes Magos... Todo eso es muy emocionante.

-¡Venga, escríbelo y te pongo un siete!

Menchu Gutierrez / maite niebla

Secreto luminoso

Menchu Gutierrez

En mi infancia, vivía en una casa rodeada de árboles. Siempre me pareció extraordinario que durante los días de Navidad, se introdujera un árbol en el vestíbulo. Un pino que no podía arraigar en el suelo de baldosas, totalmente extraño a nuestra vida cotidiana.

No sabía muy bien si el bosque había conseguido colonizar en parte la casa o si esta había abierto uno de sus costados para dejarlo entrar. Durante un día o dos, se mantenía en pie, oscuro, en su maceta, como un huérfano adoptado que no supiera cómo conducirse en un medio familiar desconocido. Sin embargo, su presencia era tan rotunda que, de algún modo, dominaba completamente aquel espacio. Su seriedad trascendental se veía desbaratada cuando se abrían las cajas que guardaban los adornos de Navidad y daba comienzo una metamorfosis. Cargado de frutos extraños, las esferas de cristal creaban fascinantes y tortuosas perspectivas de la habitación. ¿Era un rey, un reo o un lujoso espantapájaros? En la oscuridad de la noche, las diminutas bombillas encendidas eran las estrellas que traían, de nuevo, el exterior al interior, en un trasvase acordado.

La galaxia en espiral que ascendía por las ramas iluminaba de lejos el río de plata del Belén, que parecía sonar, y yo volvía a sentir que estaba dentro y fuera de la casa, como el árbol, dentro y fuera de la Navidad.

Contarle a él

Nicolás Casariego

Me gustaba hablar de sentimientos, aunque con él era imposible. Si le decía que me sentía de aquella manera o de la otra, empezaba a revolverse en la silla. Si le preguntaba cómo se encontraba él, entonces se ponía a sudar. Y si ya, en el colmo de mi osadía, intentaba conversar sobre nuestra relación, salía huyendo. Antes del accidente él prefería hablar sobre los sentidos. En especial sobre los casos singulares de la percepción. Llamaba a aquello ' las bromitas de la mente'. Leía todo lo que caía en su manos sobre el asunto.

Me decía que se podía sentir dolor en una pierna que te habían cortado. Que había personas que pensaban en la palabra 'ostra' y veían el color amarillo. Que podías decir que todas las mañanas oías al mismísimo Diablo y no estar mintiendo. Que a veces veíamos la Luna mucho más grande de lo que la deberíamos ver si atendíamos a su tamaño real y la distancia que nos separa de ella. Que había gente incapaz de reconocer una cara, ni siquiera la suya misma. Entonces sus historias me daban igual, la verdad.

Es ahora cuando me gustaría poder contarle algo que le dejaría helado. Algo que ocurre todos los días, desde poco después del accidente. Contarle que le veo. A mi lado. Tan bien como a nuestro perro.

21 de marzo-19 de abril

Aries

Como elemento de Fuego, los Aries son apasionados y aventureros. Su energía arrastra a todos a su alrededor y son capaces de levantar los ánimos a cualquiear. Se sienten empoderados y son expertos en resolver problemas. Pero son impulsivos e impacientes. Y ese exceso de seguridad en sí mismos les hace creer que siempre tienen la razón. Ver más

¿Qué me deparan los astros?