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Madres olímpicas: la fuerza está en casa

No figuran en el staff del equipo olímpico español, pero deberían. Ellas detectaron la chispa del talento en sus hijos y la alimentaron con amor y determinación. Mientras sus jóvenes estrellas se preparan para competir en Río, aplaudimos su entrega.

Madres olímpicas / Pedro Walter

BEATRIZ NAVAZO Madrid

Dicen las estadísticas que el 85% de los padres de niños que destacan en el deporte creen que su hijo llegará a ser un deportista de élite; la realidad es que solo uno de cada 16.000 llegará a vivir profesionalmente de esa actividad. Y, entre ellos, la delgadísima línea que distingue a los buenos atletas de los fuera de serie es difícil de definir. David Epstein, periodista científico y autor de El gen deportivo.

Un atleta excelente ¿nace o se hace? la resume en "una mayor capacidad de mejorar", una especie de talento deportivo que tiene un componente genético y fisiológico pero que también requiere otros ingredientes: una mente capaz de gestionar el cóctel molotov de exigencias e implicaciones y una familia sólida y dispuesta al sacrificio, que desempeña un papel de cimiento invisible no siempre reconocido.

"Quien quiera convertirse en campeón olímpico debe tener mucho cuidado al elegir a sus padres", afirmaba con humor el investigador sueco Per-Olof Åstrand. Este verano, cuando te sientes ante el televisor a animar a nuestros deportistas en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, echa un vistazo a las gradas. Fíjate en la mujer que aprieta las manos contra su boca como para evitar que el corazón se le salga; en la que se desgañita con gritos de ánimo y en la que se recoge como en una plegaria mientras el resto del pabellón es pura adrenalina. Todas son madres de deportistas.

Allí verás a Paqui García, la madre de Mireia Belmonte, la mejor nadadora española de todos los tiempos (campeona del mundo, doble plata en las Olimpiadas de Londres) dándole ánimos aunque sepa que no puede oírla. Y a Toñi Martín, orgullosa hasta el infinito de los logros de su hija, Carolina Marín, bicampeona del mundo, que ha situado el bádminton dentro del espectro de los deportes-que-hay-que-ver.

Sin conocerse, se comprenden: saben de las renuncias, los fracasos y los problemas de la gloria.

Mari Carmen Jiménez, la madre de Silvia Navarro, portera de la selección de balonmano verá los partidos desde Cullera, mirando solo a medias y con el corazón en un puño. María Herrero, madre de Marta López, otra de las guerreras, la jaleará desde Málaga. Y la veterana Maite Farrés aplaudirá a Rudy Fernández en sus cuartos juegos (a falta de las listas definitivas de seleccionados).

Su primera entrenadora

Estas madres, sin conocerse, se comprenden. Saben cómo es el largo camino hasta el Olimpo. Saben de las renuncias, de las heridas que han tenido que curar, de la necesidad de mantener los pies de las jóvenes estrellas en el suelo... Por todos esos méritos invisibles, P&G, como patrocinador oficial de los Juegos Olímpicos de Río 2016, les dedica la campaña Gracias, mamá, que reconoce su aportación a la carrera deportiva de sus hijos.

Y el homenaje se hace extensivo a todas las madres que día a día ayudan a sus hijos a vencer dificultades y alcanzar sus logros. Porque, según el estudio realizado por P&G en 15 países, el 73% de las madres se sienten las principales responsables de cuidar a sus hijos e inculcarles los valores culturales y las tradiciones familiares. Después, cuando los hijos acarician la gloria, ellas permanecen en segundo plano. Pero hoy las hemos convertido en protagonistas.

No te pierdas las entrevistas a las madres olímpicas:

Paqui García / Pedro Walter

Paqui García: "Toda la familia se ha adaptado a las competiciones de Mireia"

Maite Farrés: "Su padre y yo éramos jugadores y Rudy aprendió a andar en una cancha"

Toñi Martín:: "Al principio, Carolina era mala con avaricia, daba vergüenza"

María Herrera: "Marta lo pasa mal en Francia"

Mari Carmen Jiménez: "Nunca creí que llegaría tan alto"

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