Los escombros del amor

Una niñez con amor debe de ser como la escafandra de un buzo.

SUSANNA TAMARÓ Madrid

Entre nuestro cuerpo y la realidad exterior se interpone una cavidad capaz de absorber cualquier golpe que la realidad nos aseste. Sin la escafandra, la cosa cambia. La menor brizna de aire puede causarnos una herida profunda.

Mis padres se casaron jóvenes, como era habitual entonces, y enamoradísimos. Desde adolescente, mi madre no albergaba otro sueño que formar una familia. En las fotos de la boda, su rostro irradia esperanza y felicidad. Quería tener muchos hijos. Tras su muerte, encontré un cajón lleno de recortes de Mani di Fata (una revista de labores), de los 50: ahí estaban todos los trajes que soñaba con hacer a sus hijos.

Pero algo salió mal: lo que quería el hombre de sus sueños era separarse de ella. Así, mi madre se encontró sola con sus hijos y tuvo que inventarse una nueva vida que no entraba en sus pronósticos. Cuando pienso en mi infancia y la de mis hermanos, la veo bajo el signo del naufragio. El matrimonio de nuestros padres, por culpa de una tormenta, se fue a pique, y nosotros tuvimos que llegar a nado hasta el atolón más cercano.

Desde esas playas, una mañana, vimos cómo nuestros padres se alejaban, subidos cada uno a su piragua de la suerte. Remaban furiosamente y a destajo en direcciones opuestas. Cada uno cargaba sobre su espalda un buen montón de escombros; los de su amor, pero también los de los bombardeos y las deportaciones a los que, de niños, habían sobrevivido.

Cuando sus siluetas se perdieron en la línea del horizonte, nosotros nos quedamos solos en la isla. Durante los primeros compases, encendimos un fuego y nos desvivimos por llamar la atención de alguien alrededor. Luego, al ver que no pasaba nada, nos acabamos resignando, tomamos aire y empezamos a inspeccionar el terreno para ver cómo lográbamos sobrevivir. Construimos una cabaña, recogimos raíces del suelo, aprendimos a pescar, dimos con una fuente.

Ahí seguíamos, y la vida misma nos obligaba a dar un paso adelante.

21 de marzo-19 de abril

Aries

Como elemento de Fuego, los Aries son apasionados y aventureros. Su energía arrastra a todos a su alrededor y son capaces de levantar los ánimos a cualquiear. Se sienten empoderados y son expertos en resolver problemas. Pero son impulsivos e impacientes. Y ese exceso de seguridad en sí mismos les hace creer que siempre tienen la razón. Ver más

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