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Cambio de curso, cambio de amigos

Para que su socialización no se resienta, los niños pequeños necesitan a sus mejores amigos a su lado. ¿Pero qué sucede si el colegio obliga a dejar atrás esa amistad?

Una niña, coloreando en el colegio. / gtres

Isabel Menéndez
ISABEL MENÉNDEZ

Faltan pocos días para la vuelta al cole. Nuestros hijos se enfrentan a un nuevo curso que traerá cambios: nuevas materias ante las que deberán mantener la curiosidad y novedades afectivas que se desarrollan dentro del recinto escolar y en el interior de sí mismos. Aparecen, por ejemplo, nuevos profesores. Y, en algunos colegios, tienen la costumbre de separar a los pequeños de sus amigos íntimos. Para que su aprendizaje prospere, es importante que el equilibrio emocional del niño también se encuentre en buen estado.

¿Separarlos de los amigos les ayuda a estar más relajados? ¿Forzarles a estar con otros les tranquiliza para concentrarse y estudiar mejor? A estas edades, los amigos son muy importantes. Gracias a ellos, los pequeños se sienten más acompañados, más fuertes, y comparten vivencias fundamentales para su crecimiento. Organizando relaciones de amistad estrechas también se aprende. ¿Qué razones esgrimen algunos colegios para separar a los niños que han creado fuertes lazos de amistad? Uno de sus argumentos es que lo hacen para evitar dependencia.

Curiosamente, esto va en contra de las necesidades emocionales infantiles. Para que el niño sea sociable y no le cueste separarse de las figuras de apego, antes de aceptar las separaciones inevitables ha tenido que tener un apego firme, seguro y continuado. Decir que, para que no sufran la separación cuando sean adolescentes y vayan a Secundaria, es mejor que no tengan amigos íntimos, significa tratarlos como adultos y no respetar sus necesidades infantiles. Además, con este método se promueven relaciones afectivas superficiales y con poco compromiso.

Son precisamente los que son más sensibles y están más necesitados de ese apoyo afectivo que es el amigo íntimo los que peor lo pueden pasar. No se debe interferir en las amistades de los niños. La elección de cada amigo se hace desde el inconsciente y responde a una necesidad trascendental. Solo hay que intervenir cuando es evidente que la relación perjudica al menor. Tratarlos como si a todos les viniera bien lo mismo es un error. Al niño tímido, al que le cuesta hacer amistades, no le va a ayudar en nada que lo alejen de sus amigos.

Se sentirá más solo, más desprotegido, algo que no le ayudará en sus estudios. La tensión interna le impedirá concentrarse en las tareas escolares. Al niño que sea más sociable no le costará hacer nuevos amigos, pero tendrá que invertir tiempo para conseguirlos. Como siempre, los más perjudicados serán los más frágiles desde el punto de vista psicológico.

Una medida injusta

Irene tiene siete años y comienza este año segundo curso de Primaria. Desde que entró en el colegio, tiene dos amigas, Clara y Olga, que para ella son muy importantes. Siempre se las ve juntas. Este año las van a separar y tendrán que ir a clases distintas. Teresa, la madre de Irene, está un poco preocupada, pues sabe que su hija se encuentra mejor con sus amigas cerca. Ha preguntado en el colegio la razón de esa medida y la respuesta es que así aprenden a relacionarse con todos y se rompen las dependencias que tienen entre ellos.

También argumentan que, de esta forma, previenen la frustración que puedan sentir ante las separaciones que realizarán cuando pasen a Secundaria. Ninguna de estas razones le parece buena a Teresa. Ella estuvo toda su infancia junto a una amiga a la que todavía ve de vez en cuando, y que para ella fue una compañía sin la cual su recorrido escolar habría sido mucho peor. En los primeros años de su vida, Teresa sufrió demasiadas separaciones de su madre; sin embargo, su amiga siempre estaba cerca.

Durante una psicoterapia a la que acudió antes de quedarse embarazada, Teresa pudo analizar el desamparo infantil que vivió en relación a su madre y cómo la figura de su abuela palió en gran parte el primer abandono. Su abuela no solo la arropó, sino que favorecía siempre que podía la relación con su amiga. Y el sistema escolar nunca las separó, ni siquiera en clase, hasta Secundaria, con 14 años. Sabe que su hija es muy sociable y que, en el caso de que la cambien de clase podrá ver a sus amigas en el recreo y por la tarde. Los fines de semana seguirán jugando juntas, pues ella favorecerá en lo que pueda que su hija este con sus amigas.

Acompañar, no abusar

La manera de ayudar a los menores a ser sociables y a organizar relaciones afectivas y amistosas saludables no puede estar basada en el abuso. Y podemos considerar un abuso provocarles una ruptura innecesaria con sus amigos. Cuando tengan que separarse de ellos, porque cambien de ciclo escolar y sea necesario hacerlo, serán más mayores y los padres y educadores podrán acompañarles emocionalmente.

La regla pedagógica de 'sin mejores amigos', importada desde Inglaterra, no promueve una mayor socialización, sino que la empeora. Complica a los niños más débiles la relación con sus iguales y les dificulta el aprendizaje. Los colegios tienen la tarea de guiar al alumno y de sacar a la luz todas sus potencialidades, respetando su personalidad y alimentando aquello que a cada uno le va a servir para sentirse más seguro en la vida, para que aprenda a pensar, a reflexionar y a ser propietario de sus conocimientos y de su mundo emocional.

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