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La brecha, por Edurne Iriarte

La brecha salarial quizá no sea tan aparatosa como sugieren los datos de salarios medios brutos, pero existe, y la buena noticia es que, por primera vez, hay una fuerte conciencia social sobre ella.

Cristina Pedroche provocó una polémica en Twitter por la brecha salarial. / getty

Edurne Uriarte
EDURNE URIARTE

Cristina Pedroche provocó una polémica tuitera hace unas pocas semanas, cuando quiso denunciar la brecha salarial de género con un desprecio a una lesión, una brecha, del futbolista Cristiano Ronaldo. Algunos tuiteros, enfadados quizá por su trato hacia el futbolista herido, le respondieron que, para brecha, la existente entre lo que ella cobraba por sus vestidos de transparencias en las campanadas de fin de año y lo que cobraría su compañero de presentación por un look sexy como el de ella.

Y lo cierto es que esa brecha también existe y las modelos cobran más que los modelos, por la sencilla razón de que la moda femenina suscita aún mucho más interés que la masculina, como le ocurre al fútbol masculino respecto al femenino. Es uno entre tantos datos que aconsejan prudencia y rigor cuando tratamos la brecha salarial. Sobre todo, rigor para precisar en qué medida esa brecha indica que las mujeres cobramos menos por el mismo trabajo. Porque las cifras sobre la brecha salarial reflejan comparaciones de salarios brutos medios, es decir, parte de esa brecha se debe a que las mujeres aún trabajan menos horas y en actividades peor remuneradas. Eso podría ser considerado como discriminación indirecta, porque proviene de factores como la maternidad y el cuidado de los hijos asumido mayoritariamente por las mujeres, pero la discriminación directa, la brecha salarial por el mismo trabajo, podría estar entre el 5 y el 8%, según ha calculado el economista Juan Ramón Rallo, y no en el 14,9% indicado por Eurostat sobre España.

Entre el 5 y el 8% de media, porque las periodistas en puestos directivos de la BBC descubrieron el año pasado que, en su caso, la brecha era bastante mayor, cuando la BBC fue obligada a hacer públicos sus salarios. Carrie Gracie, la corresponsal en China, dimitió en enero de este año, tras varios meses de infructuosos esfuerzos para que la BBC equiparara su salario con el de los hombres en puestos semejantes que cobraban nada menos que un 50% más que ella. Su gesto sirvió para que el escándalo adquiriera una trascendencia internacional, y, pocas semanas después, la BBC anunció que seis presentadores estrella se bajaban voluntariamente los sueldos. O que no tuvieron más remedio que hacerlo, dada la indignación general.

Si eso ocurre en la BBC británica, que es una institución pública además de admirada mundialmente, hagámonos una idea de lo que puede pasar en las empresas privadas. Por la tradicional tendencia a valorar de forma más positiva las capacidades de ellos y a suponerles mayores logros, con independencia de los hechos. La brecha salarial quizá no sea tan aparatosa como sugieren los datos de salarios medios brutos, pero existe, y la buena noticia es que, por primera vez, hay una fuerte conciencia social sobre ella.

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