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Día de la Mujer: Mujeres con profesiones duras

Ingenieras aeronáuticas, estibadoras, ganaderas... ¿Quién dijo que sus profesiones eran masculinas? Celebramos el Día Internacional de la Mujer saltándonos los estereotipos.

Silvia Puig, estibadora del Puerto de Barcelona/Fotos: Vicens Giménez y Álex Rivera

Silvia Puig, estibadora del Puerto de Barcelona / Fotos: Vicens Giménez y Álex Rivera

Beatriz García Manso
BEATRIZ GARCÍA MANSO

Dice el diccionario que " excepcional" es aquello que se aparta de lo ordinario o que ocurre en raras ocasiones. Según esa definición, todas las profesionales que hemos reunido lo son. Porque puede que ya no queden sectores vedados para las mujeres, pero todavía hay muchos en los que su presencia es claramente minoritaria. Solemos referirnos a ellos como "trabajos de hombres" y uno de los factores que contribuyen a perpetuar este concepto extemporáneo es la falta de referentes visibles.

Aunque los periódicos se han hecho eco las últimas semanas de los triunfos de la selección española de rugby, que por primera vez en 20 años está a las puertas de asistir a un Mundial, el nombre de Mar Álvarez, su preparadora física, no suele mencionarse. Ella, a falta de mujeres pioneras en quienes inspirarse, se dejó guiar por su amor al deporte. Mercedes Oliver, ingeniera aeronáutica como Andrea Grande, tiene claro su lema motivador: el del póster clásico de Rosie la remachadora, con su mono de trabajo, su bíceps y su "We can do it!" [¡Podemos hacerlo!], que nació como propaganda para mantener la producción industrial en la Segunda Guerra Mundial y que, años después, se ha convertido en icono feminista.

Nunca dudó de que podía Mara Mayoral, que gobierna su ganadería de reses bravas con tesón y sin complejos en un mundo, el de los toros, proverbialmente tradicional. Eso significa que se ha pasado la vida rodeada de hombres, pero eso, a ella, le da igual. Lo mismo que a Silvia Puig, una de las 42 mujeres de la plantilla de más de 1.000 estibadores del puerto de Barcelona. "Excepcional no me considero. Simplemente, aposté y luché por un trabajo que me llena". Y lo dice sin darse importancia, como si no fuera eso, precisamente, lo que hacen las pioneras al grito (aunque sea íntimo y silencioso) de "We can do it!".

Silvia Puig, estibadora del Puerto de Barcelona / Fotos: Vicens Giménez y Álex Rivera

Silvia Puig

Estibadora del Puerto de Barcelona

Es un oficio duro y peligroso, con accidentes mortales".

Silvia Puig

Cada día, a las siete de la mañana, Silvia llega al puerto de Barcelona. Nunca sabe si habrá faena; la actividad depende de cuántos barcos atraquen, aunque en 2017 pasaron por allí casi tres millones de contenedores y más de 61 millones de toneladas de mercancías, su récord histórico. " Cargamos y descargamos casi un 80% de lo que se importa y exporta en España. Trabajamos 365 días al año, 24 horas diarias", dice esta barcelonesa de 40 años, que estudió para maestra y que dejó el colegio en el que daba clase, con buen horario y calefacción, para empezar otra vida en los muelles.

Ahí lleva desde 2004, cuando ganó su plaza como controladora de mercancías, tras superar exámenes de informática, psicotécnicos, inglés... Nunca ha oído eso de "este no es lugar para mujeres". "Desde el primer momento, nos trataron igual. Aquí no hay brecha salarial. Si haces el mismo trabajo, cobras lo mismo. Somos solo 42 mujeres, el 4% de la plantilla, pero la cifra aumentará. En este sector no había mujeres y el cambio ha sido muy rápido. Es una guerra que vamos ganando". Hay estibadoras en muchos otros puertos.

En Barcelona somos el 4%. Solo en Algeciras no hay mujeres estibadoras".

Silvia Puig

Solo en Algeciras siguen reclamando un hueco. "Allí acaban de lograr el ingreso de los eventuales, que llevaban años trabajando. Cuando se produzca un nuevo ingreso de personal, habrá mujeres".

Hoy, solo unas pocas faenas específicas requieren fuerza física, pero el trabajo sigue siendo exigente en extremo. "Es duro y peligroso. Los accidentes se han reducido, pero cuando se producen suelen ser mortales". Silvia, eso sí, sabía dónde se metía: "Mi padre era estibador y conocía los riesgos... pero también la parte positiva". Y es que el de la estiba tiene fama de ser un gremio que defiende a los suyos como ninguno. Han superado la crisis sin un solo despido, haciendo olla común con las ganancias para repartir entre las familias. Silvia es madre de dos hijos y los horarios no se lo ponen fácil, pero quiere seguir: "Creas lazos que, estoy segura, no existen en otro lugar. Somos una familia".

Mar Álvarez, preparadora física de la Selección española de Rugby. / Fotos: Vicens Giménez y Álex Rivera

Mar Álvarez

Preparadora física de la Selección Española de Rugby

Muchos compañeros me han apoyado; de los otros, me olvido".

Mar Álvarez

Hace 20 años que la selección masculina de rugby no participa en un mundial. Ahora está a un paso de conseguir la clasificación para el que se celebrará el año que viene en Japón y buena parte del mérito de haber extraído el máximo potencial de los jugadores es suyo. Mar Álvarez no da importancia al hecho de ser una mujer al mando de un equipo de 30 hombres. Tal vez porque está acostumbrada a ir a contracorriente desde que era niña, cuando practicar deporte de competición no era habitual. Entonces, y a falta de otros referentes, tenía pósters de Michael Jordan. Hoy "convive" con un LeBron James de tamaño natural. "Me encanta el baloncesto, aunque al baloncesto no le gusté yo", bromea, aludiendo a su estatura. Practicó también hockey hierba y atletismo, y estudió Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Allí descubrió el rugby y, en sus valores de equipo, encontró su camino.

Hoy, con 44 años, sus sueños y su día a día tienen que ver con el rubgy: es preparadora física de la selección y de El Salvador, uno de los mejores equipos de la primera división masculina, varias veces campeón de liga. Y hablamos de rugby, un deporte en el que solo el 10% de los federados son mujeres. Se reconoce ambiciosa y competitiva, y no pierde el tiempo en pensar si ser mujer se lo ha puesto más difícil. "Ha habido, obviamente, anécdotas malas (las menos), pero en general el mundo del rugby no es un entorno machista o yo no lo vivo así.

Solo los que conocen poco el rugby creen que es un deporte para chicos".

Mar Álvarez

Prefiero pensar que todos nos hemos encontrado dificultades en nuestro camino, no solo las mujeres. En mi caso, he conocido a muchos compañeros y jugadores que me han apoyado y otros que no, pero me centro en los primeros y me olvido de los segundos". En rugby, los niños y las niñas juegan en el mismo equipo, codo con codo, hasta que cumplen los 16 años y esa, dice Mar "es una buena herramienta de igualdad".

En una campaña publicitaria, varias jugadoras españolas citan frases que escuchan por practicar rugby: que este deporte no es para chicas, que son lesbianas, que esas no son piernas de señorita... "Solo los que conocen poco el rugby o el deporte tienen esos estereotipos. Yo cada vez soy menos coqueta porque no tengo tiempo y porque una cosa buena de la edad es que te importa menos lo que piensan de ti. Me encanta ir de compras con mis hermanas o mi novio, pero tengo pocas ocasiones de estar sin chándal. Eso sí, soy la Sarah Jessica Parker de las zapatillas, tengo mil pares".

Mercedes Oliver y Andrea Grande, ingenieras aeronáuticas en la Multinacional Airbus / Fotos: Vicens Giménez y Álex Rivera

Mercedes Oliver y Andrea Grande

Ingenieras aeronáuticas en la Multinacional Airbus

La sociedad nos necesita para poder avanzar".

Cuando Mercedes estudió Ingeniería Aeronáutica, en su clase de 150 alumnos solo había dos chicas. "Pero jamás me sentí fuera de lugar", dice. De hecho, los comentarios sexistas fueron tan contados que los recuerda bien. Como el día que fue a revisar un examen porque creía merecer más nota y al profesor le extrañó que le importara. "¿Pero vosotras no estáis aquí para encontrar novio?", dijo. Me sentó como un tiro".

Solo un 24% de los estudiantes de carreras de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas son mujeres. Para Mercedes fue, sin embargo, la elección natural de una niña que jugaba a las matemáticas. Hoy es una de las mentes pensantes de la división Defence and Space de Airbus, donde se ensamblan el Eurofighter español, aviones militares para ejércitos de todo el mundo, satélites y cohetes. Allí se ocupa de encontrar solución teórica a los dilemas de los clientes: un avión de ayuda humanitaria que debe aterrizar en una pista no asfaltada en África; uno de pasajeros que hay que transformar en nodriza para abastecer a aviones de combate en vuelo...

Éramos dos chicas en una clase de 150, pero nunca me sentí fuera de lugar".

Mercedes Oliver

En la planta de Airbus de Getafe (Madrid) trabajan más de 12.600 empleados. El 20% son mujeres, 51 en puestos de dirección y más de 1.100 con titulación superior."Uno de los problemas del techo de cristal es que las mujeres somos invisibles. Hay estudios que dicen que una mujer, para postularse para un puesto, se autoexige cumplir el 80% de los requisitos; el hombre lo hace con el 40-50%. Y ahí es donde podemos influir, haciéndonos visibles. En Airbus se está trabajando para reducir la brecha, pero queda camino".

Andrea Grande se acaba de incorporar a la compañía. De niña, disfrutaba montando trastos y leyendo las hazañas de la aviadora Amelia Earhart. A los 24 años, ha conseguido el puesto con el que soñaba: "Trabajo en el mantenimiento del avión A400M; soy la encargada de, digamos, su revisión médica". Las dos forman parte de un proyecto de mentoring del programa Mujeres e ingeniería, con el que la Real Academia de Ingeniería quiere impulsar las carreras femeninas dentro del sector. "La sociedad necesita ingenieros para avanzar -dice Andrea-; sin ellos, el mundo se detendría".

Mara Mayoral, Ganadera de toros de Lidia / Fotos: Vicens Giménez y Álex Rivera

Mara Mayoral

Ganadera de toros de Lidia

No soy de puñetazo en la mesa; el respeto se gana con trabajo".

Mara Mayoral

En la cocina de Chinillas, la finca que los herederos de Pablo Mayoral tienen en Sotillo de las Palomas (Toledo), doña Mercedes prepara una sabrosa tortilla de patatas para su hija Mara, una mujer de carácter que cogió el testigo de su padre en el negocio, cuando él falleció. La ganadería (200 vacas reproductoras con encaste Santa Coloma) se creó cuando con 14 años, Pablo Mayoral, el padre de Mara, quiso ser torero. El abuelo le dijo que no, pero consintió en que fuera ganadero de reses bravas y le compró su primera punta de vacas. En ese ambiente se criaron Mara y sus ocho hermanos. Pero no todos heredaron la pasión de su padre. "Siempre tuve una relación muy estrecha con él y desde pequeñita le seguía a todas partes. Esta forma de vida me enganchó, aunque entonces era cosa muy de hombres y mi padre me decía: "Hija, tú has nacido cambiada". Quería que estudiara Farmacia".

Pero a ella le gustaba el campo. Y en el mundo del toro, muy masculino, se desenvuelve como pez en el agua. Tal vez porque el padre le legó también la tenacidad y la capacidad de crecerse ante las dificultades. "Esas mentalidades existen, pero como desde niña he estado rodeada de hombres, no me siento incómoda. Otra cosa será lo que piensen ellos. A mí eso no me preocupa. Esta es la vida que me hace feliz".

Conozco el oficio: soy veterinaria y me ocupo de la burocracia, la gestión..."

Mara Mayoral

El campo sigue siendo mayoritariamente masculino, igual que los trabajadores de Mara. "Yo no soy de puñetazo en la mesa. El respeto se gana con el conocimiento y la experiencia y, sobre todo, con trabajo. Yo me dedico a esto al cien por cien, me ocupo de la burocracia, de la gestión y, como soy veterinaria, de los animales. Conozco el oficio. Cuando estás no solo en las faenas bonitas, sino también en las feas, todos acaban respetándote".

Las bonitas son las tardes de lidia, cuando el toro embiste bien en la plaza, "sobre todo, cuando ves que ha salido el tipo de animal que querías. Pero, en todo el año, hay 20 días de satisfacción". Detrás hay sinsabores, días de frío y agua, noches sin dormir... Es una vida sin festivos ni vacaciones y que, sin embargo, no cambiaría por otra. Económicamente tampoco es para tirar cohetes. La crisis ha hecho daño. Se han reducido los festejos y los precios. "La idea de que la gente del toro somos señoritos viene de cuando los que podían tener ganaderías de lidia eran los pudientes con fincas grandes. Eso ha cambiado". Y no ha sido lo único. "Mi padre, que murió hace 20 años, ya vio cosas que no entendía. Sobre todo, tanto papeleo: él era de apretón de manos".

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