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Logos, por Julia Navarro

"Les confieso que, cuando compro una prenda de marca, desecho las que llevan un logotipo que llama la atención. No sé, me parece que no es elegante y, sobre todo, me siento incómoda." Una reflexión de Julia Navarro.

Dos mujeres probándose zapatos. / getty

Julia Navarro
JULIA NAVARRO

Me contaba una amiga las broncas que tiene con su hija adolescente a cuenta de la ropa. Al parecer, cuando van de compras, la cría solo quiere prendas de marca y con los logos bien evidentes, para que no quepan dudas. La última discusión que han tenido ha sido a propósito de unas zapatillas de deporte. Mi amiga quería comprar unas zapatillas buenas, pero sin firma, y su hija se negaba en redondo, con el argumento de que tenían que ser de una determinada marca como las que llevan sus amigas. En realidad, lo que le pasa a la hija de mi amiga es lo mismo que les ocurre a los adolescentes en general; pero no solo a ellos, también a mucho adultos.

Siempre me ha sorprendido que haya quienes se compran ropa donde la imagen de la marca es tan llamativa que convierte a quien lo lleva en un hombre o una mujer anuncio. Me parece que, en realidad, sería la marca en cuestión quien debería pagar a esas personas para que lleven sus prendas con esos logos tan destacados, y no al revés. Pienso que solo una persona inmadura necesita hacer alarde de que lo que lleva es de tal o cual firma porque cree que eso le da relevancia.

Les confieso que, cuando compro una prenda de marca, desecho las que llevan un logotipo que llama la atención. No sé, me parece que no es elegante y, sobre todo, me siento incómoda. Hay marcas cuyos logotipos son discretos o, al menos, los colocan de manera discreta: la forma de una hebilla, un detalle... Pero otras los exhiben de tal manera que convierten al que lleva la prenda en un anuncio andante. Lo peor es que hay quien cree que exhibir una prenda con un logotipo le hace diferenciarse del resto de los mortales, le confiere una categoría especial: la de aquel que tiene acceso a lo que no tienen los demás.

Por eso no deja de sorprenderme que haya tantas y tantas personas que compran imitaciones de grandes marcas, imitaciones cuyos logos son aún más grandes que los que utilizan esas firmas en cuestión. Es habitual ver en las calles de nuestras ciudades a esos vendedores que despliegan en el suelo gran variedad de bolsos, camisetas, gafas, perfumes, etc. Son artículos falsos y se nota a la legua, entre otras cosas, como digo, porque los logos son tan grandes que hacen daño a la vista. Pero la gente los compra con entusiasmo, convencidos de que dan el pego. Aunque, en realidad, esos productos no engañan a nadie, salvo al que los compra.

Me pregunto por qué las grandes casas de moda, que tanto ganan vendiendo complementos, no suprimen los logos un día de estos. En realidad, el valor de lo que venden está en la calidad y no en que su marca sea tan evidente, salvo para quienes tienen un problema de personalidad y creen que vales tanto como la cantidad de firmas que lleves encima. Como se habrán dado cuenta, mantengo una batalla contra la exhibición de los logotipos, aunque sé que es una guerra perdida.

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