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Pensionistas, las grandes olvidadas

Tuvieron peores trabajos o los dejaron por cuidar a su familia. Y ahora reciben las prestaciones más bajas. No esperaban llegar a su edad con angustia, pero la brecha salarial no se acaba con la jubilación.

Charo Zarpadiel, 66 años, pensionista. Haz click en la imagen para descubrir todas las mujeres que han dado voz al feminismo./nani gutiérrez

Charo Zarpadiel, 66 años, pensionista. Haz click en la imagen para descubrir todas las mujeres que han dado voz al feminismo. / nani gutiérrez

Beatriz García Manso
BEATRIZ GARCÍA MANSO

Cuando Maribel Mesón empezó a trabajar tenía 16 años y las condiciones laborales dejaban mucho que desear. En la fábrica textil en la que cosía a destajo hacía un calor infernal y, un día especialmente sofocante, Maribel se subió a una mesa, improvisó su primer discurso y logró parar la producción. Esa noche, la fábrica instaló ventiladores. "Quedó claro que juntos podemos cambiar las cosas", dice.

Maribel es solo una más de los cientos de miles de pensionistas que se han manifestado estos meses por todo el país. "¡Más pensiones, menos ladrones!" es el cántico que atrona lunes tras lunes la plaza Ernesto Erkoreka de Bilbao, epicentro de las reivindicaciones (el 17 de marzo salió a la calle un tercio de la población de la ciudad). El mismo grito que se ha escuchado en casi todas las ciudades españolas.

La subida anual de un 0,25% sirvió de mecha a la protesta. Y el reciente anuncio de que las pensiones mínimas y las de viudedad se iban a incrementar un 3%, según el proyecto de los presupuestos para este año, no solo no ha calmado los ánimos, sino que ha avivado más a un colectivo que ha visto cómo cada vez se dedica menos dinero a pagar sus pensiones (un 9,9% del PIB en 2018, frente al 10,6 de 2013, uno de los porcentajes más bajos entre las economías más fuertes de la Unión Europea).

Las últimas de la fila

En Madrid, Maribel Mesón ha salido a la calle muchas veces para reivindicar sus derechos. "Lo que nunca pensé es que tuviera que seguir haciéndolo a los 70 años". Ella tiene claro por lo que está luchando: "Hay que volver a vincular el aumento de las pensiones a la subida de los precios y blindarlas como un derecho fundamental en la Constitución. Para que, venga el Gobierno que venga, las pensiones no se toquen y los mayores, de esta generación y de las siguientes, tengan una vejez digna". Eso es lo que está en juego, la garantía de unas retribuciones suficientes para vivir con dignidad.

Las mujeres son la mayoría de quienes cobran las pensiones más bajas.

En nuestro país, 8,7 millones de personas reciben algún tipo de pensión (jubilación, viudedad, incapacidad, orfandad...). La retribución media es de 932,3 euros mensuales, aunque unos tres millones de pensionistas cobran cantidades por debajo del umbral de la pobreza, establecido en 8.200 euros anuales. Las peor paradas son las mujeres, que son mayoría entre las que reciben las pensiones de menor cuantía: de viudedad (650 euros de media) y no contributivas (no llegan a 400 euros).

Pero incluso en las de jubilación hay una diferencia notable: la brecha de género entre lo que reciben los hombres y las mujeres es del 34%. El dato, extraído de un estudio del Instituto BBVA Pensiones, lo explica una de sus autoras, la socióloga Elisa Chuliá, señalando las significativas diferencias entre la vida laboral de unos y otras. Algunas mujeres de más de 65 años dejaron su trabajo tras casarse para dedicarse al hogar y a la crianza de los hijos. Por eso, sus carreras de cotización -en caso de tener- eran muy cortas y pocas veces generaban derecho a una pensión contributiva. De hecho, solo el 42% de las mujeres recibe una, frente al 87% de los hombres. Y de ellas, dos terceras partes son inferiores al salario mínimo interprofesional (707,60 euros), según la economista Julia Montserrat. De aquel pasado, este presente.

Sin embargo, las expectativas son optimistas: "La brecha de género en pensiones va a disminuir a medida que entren en la jubilación mujeres con carreras más largas y mejor retribuidas. Pero dependerá también del ritmo de reducción de las diferencias salariales", asegura Chuliá.

La preocupación por el porvenir, por el contrario, no entiende de géneros ni de edades. Angélica González llegó desde Argentina hace más de 30 años. No tiene aquí más familia que una madre muy anciana en una residencia y un exmarido al que a veces tiene que pedir ayuda. Sin más apoyos ni red familiar y con una pensión de poco más de 600 euros, el presente le agobia y el futuro le angustia. "No son solo las privaciones diarias. Ahora estoy bien de salud y puedo ir tirando, pero no siempre será así. ¿Qué ocurrirá cuando tengamos alguna dependencia, cómo vamos a sobrevivir si apenas podemos hacerlo ahora que estamos sanos y capaces?".

Los jóvenes son los menos optimistas: pra ellos, cobrar una pensión es un espejismo.

Los datos del CIS indican que la preocupación por las pensiones se ha disparado hasta niveles históricos. Los jóvenes son los menos optimistas y suman con este un nubarrón más a la panorámica de un porvenir que ya ven bastante nublado por la dificultad para conseguir empleo, la precariedad laboral y las trabas para independizarse y crear una familia. Las encuestas reflejan su desaliento por un futuro en el que el horizonte de una pensión de jubilación es un espejismo.

Dicen los expertos, sin embargo, que la pregunta del millón no es tanto si seguiremos cobrando la pensión (que parece que sí), sino más bien cuánto cobraremos. La inquietud es inevitable, a pesar de que el actual sistema ha demostrado su solidez durante la crisis. " El Estado dedica en torno al 40% del gasto público a las pensiones, unos 9.000 millones de euros al mes. ¿Un sistema que ofrece ese retorno se puede tachar de poco generoso o malo?", plantea Elisa Chuliá, que ha centrado sus estudios en los desafíos políticos y sociales derivados del envejecimiento de la población.

En 1975, por cada jubilado había siete trabajadores; hoy hay dos.

Lo que ocurre, explica la experta, es que como todos los modelos de reparto (que no se financian con la acumulación de las cotizaciones que los pensionistas hicieron mientras trabajaban, sino con las de los actuales afiliados a la Seguridad Social), nuestro sistema es muy vulnerable a la evolución de la población y del mercado de trabajo. Y en lo que a esas variables respecta, España es hoy muy diferente a la de los 60, cuando se diseñó. Entonces, había una pirámide de población con una amplia base de niños y jóvenes, que iba disminuyendo hacia una cumbre con pocos mayores y muy pocos ancianos.

Hoy, el descenso de la natalidad y el incremento de la esperanza de vida han invertido el dibujo. En 1975, por cada jubilado había entre siete y ocho trabajadores contribuyendo; ahora, apenas hay dos. Y el peor escenario llegará cuando a la generación del baby boom (los nacidos en los 60 y los 70, la más numerosa) le llegue la hora de jubilarse.

La tormenta perfecta

A estas circunstancias demográficas se une el panorama del mercado laboral: mucho paro y condiciones salariales precarias significan menos contribuciones. Además, como las carreras de los nuevos jubilados son más largas y retributivamente (e impositivamente) más altas, la pensión media también se eleva año tras año. "En definitiva, la conjugación de determinados factores estructurales (demográficos y de maduración del sistema de pensiones) y coyunturales (económicos y laborales) han creado una tormenta perfecta en el sistema de pensiones", explica Chuliá. Es evidente, dice la socióloga, que afrontamos un problema de sostenibilidad. "Pero no puede ser el único criterio que prevalezca en las necesarias reformas; también hay que conseguir mayor transparencia, para que tengamos una idea clara de cuánto contribuimos, de cómo se pagan las pensiones y de qué implicaciones tiene", añade. Porque no olvidemos que de dónde se obtienen esos fondos es una decisión política.

Minijobs

Ellas sortean la precariedad limpiando casas o alquilando habitaciones...

Charo Zapardiel es actriz. Trabajó mucho cuando era joven, pero cada vez menos, según ha ido cumpliendo años. Compatibiliza su jubilación con papeles que le van saliendo, "aunque como te descuentan parte de la pensión y los sueldos son tan bajos, a veces no sale a cuenta", aclara. Otros, cuando las cuentas no salen, sortean la precariedad haciendo chapuzas, limpiando casas y portales, alquilando habitaciones, dando clases particulares.... Algo así como los famosos minijobs alemanes (esos trabajos de pocas horas y poco salario con los que complementan los ingresos de jubilación). Charo también estuvo en las manifestaciones, bajo la nieve y la lluvia. "Pasé un frío espantoso, pero grité toda mi rabia y mi impotencia. Eso es lo que siento. Sobre todo impotencia, porque ¿qué más podemos hacer?".

Charo Zarpadiel, 66 años. Pensión 670 euros.

"No me permito caer en la depresión... pero sería muy fácil". / nani gutiérrez

Tiene la suerte, dice, de ser una mujer austera. Debutó en el teatro junto a Irene Gutiérrez Caba en Adiós señorita Ruth y desde entonces han venido muchos títulos sobre las tablas, en el cine y la televisión, pero también muchos baches. "La gente tiene esa imagen de que los actores vivimos en el glamour, y puede que haya unos cuantos que ganen mucho, pero la inmensa mayoría no. Hay muchos actores mayores pasándolas canutas. Mira cómo acabaron Florinda Chico o María Asquerino. Olvidadas y en la ruina. Por eso sería bueno que saliera el proyecto de la Casa del Actor: una residencia donde los que no tengan recursos puedan tener una vejez digna". Charo complementa su pensión con algunos trabajos y con una ayuda de AISGE, la asociación que gestiona los derechos de imagen.

"Cuando te haces mayor, las oportunidades desaparecen. Es la tiranía contra las mujeres". El año pasado trabajó dos meses haciendo La Orestíada en el Festival de Mérida. Este año, todavía ninguno. Cuando no sale nada, intenta montar sus propias funciones y ahora espera estrenar en la sala pequeña del Teatro Español la obra Dos amigas que juegan solas: "Un texto maravilloso y dos buenas actrices, no hace falta más". En junio pagará la última cuota de su hipoteca y dirá adiós a su mayor preocupación. Y de salir, más bien poco: "Voy al gimnasio (low cost, claro), cocino, veo series... Pero no me permito caer en la depresión, porque es fácil. Cuando vas a 1.500 castings y siempre es no, no, no... es fácil irse a la mierda. Si lo pienso demasiado, no me levanto de la cama".

Maribel Mesón, 70 años. Pensión: 800 euros.

"No me esperaba tener que seguir luchando a los 70 años". / nani gutiérrez

"He trabajado toda la vida en el textil, haciendo americanas en la fábrica de Cortefiel. Yo me encargaba de cerrar los bolsillos, desde las siete y cuarto de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Mil y pico bolsillos al día durante 42 años", cuenta Maribel. Y entre puntada y puntada, le dio tiempo de sobra a pensar en el retiro. Su sueño era ir a la universidad. Y lo cumplió. Se sacó los tres años de la Universidad para Mayores y sigue inscribiéndose a un curso tras otro de los programas de formación permanente: de humanidades, de tecnología...

"Hemos tenido uno de los planes de pensiones más solidarios que existen y nos ha permitido vivir bien, hasta ahora. Llevo 10 años jubilada y la pérdida de poder adquisitivo la he notado en el día a día. Antes podía salir, hacer una excursión, comprarme algún capricho. Ahora nada. En los últimos seis o siete años, la calidad de vida cada vez se ha ido deteriorando más. Todo ha subido y no el 1 o el 2%, a veces un 50 o un 100%. ¿Ahorrar? ¡Pero qué dices! Ni los 2 euros que decía Celia Villalobos". Como experiencia con la máquina de coser le sobra, ella se "tunea" la ropa. Tirar del ingenio es la única manera de estrenar algo.

"Claro que hay que echar cuentas, pero tengo la suerte de que mis dos hijos tienen un buen trabajo y siempre están pendientes: "Mamá, ¿necesitas ir al dentista?". "¿Necesitas cambiar las gafas?". En esas cosas, ellos me tienen que ayudar. Saben que su madre tiene unas necesidades y ellos son muy solidarios. Hay quien está mucho peor. Tengo un compañero que, con su pensión, viven él y su mujer, sus dos nietos y su hija y su yerno, que llevan parados cuatro años. Y de esos hay muchos. Este país ha subsistido durante estos 10 años de crisis gracias a las pensiones de los jubilados. Hemos sido el pilar que ha sustentado a las familias". Maribel se queja de una sociedad poco solidaria, que pretende dar ahora la espalda a los mayores. "Pero cada vez estamos más preparados para defender nuestros intereses y creo que eso va a frenar a los gobiernos que pretendan no tenernos en cuenta. Yo pensaba que el estado de bienestar estaba consolidado; nunca imaginé que lo íbamos perder en tan pocos años".

Angélica González, 67 años. Pensión 639 euros.

"Antes me limitaba la falta de tiempo, ahora no viajo por culpa de la precariedad" / nani gutiérrez

A lo largo de su vida, ha sido restauradora de muebles, cuidadora en comedores escolares, ha impartido cursos de manualidades... "Oyes hablar de esos famosos viajes que hacen los jubilados y me imaginaba que yo también podría ir cuando me retirara porque tendría por fin tiempo libre. Pero resulta que no me lo puedo permitir. También me gusta mucho la pintura y tenía decidido que me apuntaría a clases a nivel un poquito profesional, pero son muy caras y tampoco me llega. Esa era mi ilusión. Antes estaba condicionada por mis horarios de trabajo, pero ahora estoy prisionera de un poder adquisitivo insuficiente y que cada vez va a menos".

Angélica va al cine una vez al mes, cuando hace frío se pasea por los centros comerciales sin poder entrar a ningún sitio, se queja de que todo se ha encarecido y de que su vida está limitada por los gastos. Su relato va subiendo poco a poco de intensidad: "Me encantaría ver El Rey León, pero es algo impensable. ¡Tú sabes qué precios! ¿Cómo puede ser eso? ¿Para qué tipo de público está creado? Los mayores y las personas que tienen unos ingresos tan bajos estamos discriminados y eso te hace sentir fatal. Que nos hayan subido el 0,25% me parece una burla. En una pensión como la mía vienen a ser como 80 céntimos que de nada valen. Nos subestiman, pero nosotros les vamos a dar una lección. Puede que seamos mayores, pero no vamos a permitir que se sigan riendo de nosotros".

Angélica habla a ratos desde la indignación absoluta y otros ratos desde el abatimiento y la impotencia. "Yo creía que iba a vivir tranquila. Desde luego, no esperaba tener una sensación de angustia como la que tengo ahora, con la preocupación permanente de que venga un gasto inesperado, una avería o una derrama en la comunidad de vecinos a la que no pueda hacer frente. Como soy artesana hago cajitas de madera, portarretratos y cosas decorativas que vendo entre mis amistades. También preparo tartas para algún cumpleaños y así voy saliendo adelante. Pero a veces tengo que recurrir a mi exmarido y pedirle que me pague alguna factura... Y doy gracias a que él es dentista y esa parte la tengo cubierta", dice. Por un momento, parece que se siente incluso afortunada.

Maribel Bermejo, 59 años. Pensión 1.200 euros.

"En el mercado laboral, mis 59 años me cierran todas las puertas" / nani gutiérrez

"Mi marido y yo habíamos planeado que, cuando él se jubilara, viviríamos sencillamente, como siempre, y haríamos un par de viajes al año. Disfrutaríamos de nuestra hija y de nuestros nietos holgadamente. A él iba a quedarle la pensión máxima, que no es lo que ganaba, pero con 2.580 euros podíamos vivir muy bien y sin preocupaciones".

Sucedió, sin embargo, lo que no estaba en los planes: que él murió y a ella, parada de larga duración, no le quedó otra que vivir con su pensión de viudedad, o sea, el 52% de la base reguladora de su esposo. "Te dividen los ingresos por la mitad, pero las facturas no se han reducido casi nada. Pago la misma calefacción, el mismo IBI, la comunidad, el seguro... Los gastos son prácticamente los mismos. Con las viudas se cometen muchas injusticias". Las de viudedad son de las pensiones más bajas, la media ronda los 650 euros, pero las hay más escasas aún. "Muchas tienen que subsistir con apenas 400 euros. Si tienes menos de 65 años, no tienes derecho a complementos ni a los descuentos en transportes u otros servicios. Mi caso no es grave, pero conozco a bastantes que lo pasan muy mal: he visto a mujeres ir a la farmacia y no poderse llevar todas las medicinas que necesitan o recogiendo en el mercado la fruta que desecha el frutero para aprovecharla quitando la parte que está golpeada o podrida. Hay personas que tienen una situación muy precaria".

Maribel tiene 29 años cotizados como administrativa y no podrá jubilarse hasta los 67. Pero tiene pocas esperanzas de volver a encontrar empleo. "Si ya es difícil para las chicas jóvenes, imagínate para mí, que no soy vieja, pero para el mercado de trabajo mis 59 años son una puerta cerrada detrás de otra". Y, sin embargo, insiste en que no ha ido a las manifestaciones para protestar por su situación sino por las que están peor: "Me preocupan nuestros hijos, nuestros nietos, que empezando a trabajar tan tarde y con unos salarios tan bajos es muy difícil que consigan pensiones decentes o tengan un plan de ahorro". Ella tiene una hija que está estudiando y trabajando y, de momento, dice que se las arregla bien sola. Pero le preocupa mucho que un día necesité su ayuda y ella no se la pueda dar. Por eso Maribel guarda siempre la paga extra. Por si acaso.

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