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Todo sobre la tasa rosa: así nos cobran más por lo mismo

La Tasa Rosa, una de las discriminaciones más invisibles e injustas que afecta a las mujeres, empieza a cambiar.

¿Qué mujeres han hecho historia con el paso del tiempo? Haz clic en la imagen./pixabay

¿Qué mujeres han hecho historia con el paso del tiempo? Haz clic en la imagen. / pixabay

Elena de los Ríos
ELENA DE LOS RÍOS

Esta semana, el Gobierno ha hecho un anuncio largamente esperado por las mujeres: bajará el IVA que grava los productos de higiene femenina del 10 al 4%, la tasa que llevan productos de primera necesidad como el pan, la leche, los libros o los medicamentos o incluso al 3%. La noticia no solo le vendrá bien a nuestros bolsillos, sino que puede ayudar a desvelar una de las discriminaciones más invisibles e injustas de las que afectan a las mujeres: el fenómeno de la llamada tasa rosa, o sea, el aumento de precio injustificado de productos femeninos o diseñados para las mujeres. Efectivamente: no solo aplica a compresas y tampones. Hay mucho más.

En Estados Unidos, las mujeres americanas pagan, de media, 1.400 dólares anuales más que los hombres en los mismos productos, unos sobreprecios especialmente destacados en ropa de niños (+4%) y adultos (+8%); cuidado personal (+13%) o juguetes (+7%). El dato viene avalado por la oficina de consumo de Nueva York, en base a un estudio con 800 referencias de 90 marcas en 35 categorías distintas. En España, Facua descubrió una diferencia del 171% en las cuchillas de afeitar, más caras si son de color rosa, y el comparador Idealo encontró que los perfumes y zapatos femeninos son un 7% más caros, mientras que los relojes para nosotras se disparan hasta un 24%.

Lo cierto es que nos hemos acostumbrado a pagar mucho más por servicios como el de la peluquería (prácticamente el doble), aunque tengamos el pelo corto y ellos luzcan melena al viento. No es raro que, en la tintorería, la camisa de señora sea más cara de limpiar que la de caballero. Con los vaqueros pasa lo mismo: los de ellos salen siempre mejor de precio. Hace algunas semanas supimos que un hostal de Valencia cobraba más cara (entre dos y cuatro euros) la habitación a las mujeres. ¿Qué se aduce en estos casos? Que la demanda es mayor o, simplemente, que las mueres estamos dispuestas a pagar más. Que somos más consumistas.

Según distintos estudios sobre consumo, el sexo femenino toma entre el 80% y el 90% de las decisiones de compra en comida, coches, electrodomésticos o belleza y, además, representa el 40% de la fuerza laboral mundial y el 70% de la fuerza de consumo. Parece lógico deducir que las empresas, siempre interesadas en maximizar sus beneficios, tratarán de elevar el precio allí donde el mercado segmenta un grupo mayoritario. Además, como los hombres, según esos mismos estudios, son menos proclives a consumir, por ejemplo, productos de belleza, no son objeto de subidas de precio.

Tenga la justificación que tenga, la práctica es profundamente lesiva para los intereses de las mujeres, que son penalizadas por llevar la carga del aprovisionamiento familiar y tener que ajustarse a las expectativas sobre moda y belleza que se deposita sobre el género femenino. Si a esta sanción económica de las empresas unimos la existencia de una flagrante brecha salarial (las mujeres cobramos un 30% menos) y una mayor precariedad de nuestros puestos de trabajo, encontramos que todo se confabula para que seamos más pobres y más dependientes. Solución: convertirnos en consumidoras inteligentes: compremos los productos masculinos y usemos, en lo posible, los servicios que les atienden a ellos. Que también a nosotras nos tengan que perseguir con los mejores precios.

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