La cita con Rhett y Scarlett de Julia Navarro

Todos los años, en cuanto llega el invierno y se vislumbran las navidades, me dedico una tarde a mí misma.

Julia Navarro
JULIA NAVARRO

Para que la tarde sea verdaderamente mía, prefiero estar sola; bueno, salvo con Argos, mi perro. No es que sea imprescindible, pero digamos que prefiero que nadie me interrumpa. Verán, mi tarde consiste en prepararme una merienda de esas que no me permito el resto del año. Nunca falta el chocolate y algún bizcocho.

Pero el plato fuerte es sentarme a merendar mientras veo Lo que el viento se llevó. ¡Qué novelón! Y qué gran película la adaptación que en 1939 produjo David O. Selznick de la novela que escribió Margaret Mitchell. He visto la película tantas veces que casi me la sé de memoria, pero siempre que la veo la disfruto como si se tratara de la primera vez. Y lloro, sí; hay algunas escenas en las que no puedo evitar que siempre se me escape alguna lágrima. Desde luego, pienso seguir repitiendo ese plan de tarde que me regalo cada invierno, a pesar de la reciente controversia sobre Lo que el viento se llevó.

Les confieso que no salía de mi asombro cuando, a finales del verano, leí que en Memphis, en el estado norteamericano de Tennessee, habían decidido retirarla del cine donde la estaban exhibiendo, el histórico teatro Orpheum, porque según dijo su responsable, la película es " insensible hacia los afroamericanos". Así que, de un plumazo, este clásico del cine ha pasado a considerarse políticamente incorrecto. No voy a defender ni la novela ni la película, porque se defienden por sí solas, pero sí me gustaría llamar la atención sobre cómo la dictadura de lo políticamente correcto puede llegar al ridículo.

Lo que el viento se llevó es una película de 1939 en la que se describe cómo era la sociedad durante la Guerra Civil estadounidense. Desde luego, no es una película de combate en la que se trata de denunciar nada, sino que cuenta una historia situada en un contexto que era el que era. Calificar a la película 'insensible' con los afroamericanos es un disparate.

Un disparate parecido al que supone la petición de Ali Habid, líder de un sindicato de estudiantes de Estudios Orientales de la Universidad de Londres, que ha pedido que se deje de estudiar a filósofos clásicos, c omo Platón, Sócrates o Descartes porque son 'blancos' y que se sustituyan en los planes de estudio por "pensadores orientales". En fin, que a fuerza de querer ser políticamente correctos se termina siendo políticamente estúpidos. Yo, desde luego, no renuncio a volver a encontrarme con Rhett Butler y Scarlett O´Hara.

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