vivir

Vergüenza ajena: tics y manías insoportables

Hablar en tercera persona, ser explícitamente escatológico o mirarse en cada superficie reflectante pueden considerarse manías, pero a veces rozan lo patológico. ¿Histriónicos, narcisistas, controladores? Sobre todo, insoportables.

Secuencia de la película Bridget Jones encarnada por Renée Zellweger. / d.r.

Silvia Torres
SILVIA TORRES

No soy distinta a los demás. Me suele dar vergüenza ajena la gente que se echa flores a sí misma, los cuñados verborreicos que te dan lecciones, la gala de los Goya, los amigos empeñados en leerte su último poema o los que se toman muy en serio los karaokes... Pero, a la vez, soy consciente de que tengo algunos impulsos incontrolables que también despiertan la vergüenza ajena en los demás. Así que he consultado con un médico:

-¿Necesito terapia? El buen hombre se encogió de hombros.

-Todos la necesitamos; si no es por una cosa, es por otra.

-¿Necesito pastillas? -insistí.

-¿Pastillas para dormir? -preguntó, sacando el recetario para prescribir el enésimo Orfidal de su jornada laboral.

-No, pastillas para dejar de imitar los acentos de las personas que me hablan.

El doctor, un profesional con demostrada experiencia, se quedó estupefacto ante lo extravagante de mi consulta.

-¿Y por qué lo haces? Esta vez fui yo quien se encogió de hombros.

-Ni idea, no lo puedo evitar.

Su respuesta fue rotunda: "Pues no te puedo ayudar, lo siento".

Bridget Jones (encarnada por Renée Zellweger) es un ejemplo de autosabotaje y vergüenza ajena... que forma parte de su encanto. / d.r.

Llegados a este punto, está claro que mi problema es que no puedo dejar de imitar acentos extraños. Y he sido desahuciada por el psiquiatra que asegura que no existe terapia conocida para este síndrome. Y ya sé que parece banal. Pero no: si alguien me pregunta una dirección con acento gallego o argentino, yo le contestaré con idéntico tono mientras se me cae la cara de vergüenza. Hay una fuerza gravitacional que me domina y nadie me cree cuando digo que no lo puedo evitar. Así que, para intentar buscar una coartada, me he dedicado a investigar esas situaciones incomprensibles, que te llenan de vergüenza. Y, como suponía, me he encontrado con pequeñas manías y grotescas conductas cotidianas, de variada naturaleza, que rozan lo disparatado. Pero que tienen el poder de tranquilizarme porque son de otros.

Al fin y al cabo, la vergüenza ajena es un término español que da nombre a una emoción universal. Lo recoge la historiadora cultural Tiffany Watt Smith en su The book of human emotions, citándolo en castellano y calificando este sentimiento de "tortura exquisita". Según dice Smith, la vergüenza ajena es una "humillación indirecta, normalmente hacia extraños". Por un lado, tiene una parte de burla y exclusión. Pero, por otro lado, también tiene una parte de empatía, ya que nos estamos poniendo en la piel del otro. Es, por lo tanto, una vergüenza empática.

Recordé entonces a un psicólogo, no el que me ha desahuciado esta vez, sino a otro, cuya frase preferida era: "Hay mucho loco suelto por la calle". Él insistía que no se refería a los graves, ni a los diagnosticados. "Yo de lo que estoy hablando es de los otros, de esos que andan sueltos por la calle. A la locura común y corriente". ¿Se refería al resto de la humanidad? ¿A ti y a mí? En realidad, nunca lo sabremos.

¿Por qué todo el que le pregunta por la familia acaba viendo el parto de su segundo hijo?

Leer en voz alta (y compulsivamente todas las instrucciones del GPS)

Un taxista profesional consulta el recorrido a sus clientes, le ofrece opciones y acaba haciendo el camino que el pasajero elige, pero el individuo que nos ocupa pertenece a la subespecie de los que van leyendo el GPS en tiempo real mientras conducen, imprimiendo la entonación de la máquina. "Hay tráfico denso en Moncloa, ahora iremos un kilómetro por el carril de la derecha para cambiarnos al de la izquierda. Recalculando...". También tiene una alerta de radares y, cuando le aparece uno se emociona y grita: "¡Radar!", mientras salta sobre el asiento. Es una versión actualizada del taxi de Mujeres al borde de un ataque de nervios, pero en tiempos geolocalizados, así que su banda sonora no es la Lupe, sino su propia voz interpretando las instrucciones del GPS: "Tráfico denso en Moncloa... Recalculando". Nunca me he atrevido a preguntarle si sigue algún tipo de tratamiento médico, pero me da un poco de miedito.

Diagnóstico profesional: "Veo en ese taxista un punto de obsesión, de gusto por el control, y también una personalidad histriónica, además de cierto disfrute al montar el espectáculo y dejar al otro en jaque".

Javier Gutiérrez en la serie Vergüenza (Movistar+), una incómoda comedia con grandes momentos de patetismo. / d.r.

Narrar y, sobre todo, describir detalles morbosos y escatológicos

Tengo un amigo que acaba de ser padre por segunda vez. Pero ¡ay! Estuvo en el parto y lo grabó todo con su móvil. El nacimiento ocurrió hace unos dos meses y ya he visto el vídeo seis veces, mientras él me explica -con todo tipo de detalles y onomatopeyas- cómo se ensancha la vagina, cómo y cuándo se practica la episiotomía y, sobre todo, cómo se esmera el medico en volver a coserlo todo para que vuelva a su sitio. Circunstancia que, según sus palabras, "nunca se consigue". Y repite: "Hay un antes y un después". Esta misma persona no tuvo reparos en enseñarme las fotos de las cacas de su primer bebé. También me mantenía informada sobre los problemas de su mujer para amamantar y las heridas en los pezones que le provocaba la criatura. Y yo no era su única víctima. Todo el que le pregunta por la familia acaba, tarde o temprano, viendo el vídeo del parto de su segundo hijo, con zoom en las partes más escabrosas. ¿Es todo esto normal?

Diagnóstico profesional: "Este es el caso que más me preocupa. Habría que estudiar más a fondo por qué necesita hablar de cosas íntimas y algo obscenas. A veces quienes hablan en exceso, o con detalles morbosos, están tratando de superar un trauma".

Hablar por puntos: primero...

El padre de una amiga habla como si fuera él en sí mismo una presentación de Power Point. Por ejemplo, llegas a su casa a cenar y él te recibe con este discurso: "Bienvenida, quiero comentarte tres cosas. Una: estoy encantado de que estés aquí. Dos: los calamares son frescos, los he comprado esta misma mañana. Tres: me he puesto las pantuflas porque me duelen mucho los juanetes". Así, uno detrás de otro, como una ametralladora. Yo llevaba años viendo a mi amiga imitar la forma de hablar de su padre, así que cuando lo tuve delante no pude contener la risa. Intenté disimular, pero él me explicó, y cito: "Cuando una persona se ríe sola puede estar ante tres circunstancias hilarantes". (Sí, dijo "circunstancias hilarantes"). Y siguió: "Una: un recuerdo que le ha sobrevenido subrepticiamente. Dos: una tercera persona le ha provocado una explosión incontenible de alegría. Tres: alguna parte de mi intervención ha sido inesperadamente graciosa". Toda la cena en casa de mi amiga transcurrió como una reunión de la junta de accionistas de una gran empresa. En ocasiones temí que sacara un puntero láser y del techo se desplegara una pantalla para proyectar un Power Point. ¿Un redicho de estas dimensiones necesita terapia?

Diagnóstico profesional: "Este tipo de respuesta ritualista puede ser síntoma de algún trastorno obsesivo compulsivo o de cierta adicción por el control".

Coleccionar alergias e intolerancias alimentarias imaginarias

Estamos en 2018 y en occidente el molómetro (dispositivo para determinar quién mola más o menos) alcanza su máxima puntuación a medida que aumentan las intolerancias y alergias alimentarias. Cualquier ser humano que aspire a ser cool y moderno debe ser, además, intolerante a la lactosa o al gluten. Por lo menos. Y si es posible, a ambas cosas. Asimismo, cualquier restaurante debe tener un menú diseñado para intolerantes de todo tipo. Ya nadie te invitará a cenar sin preguntarte antes qué alergia padeces, ni habrá cena oficial que no incluya en su invitación la pregunta de rigor: "¿Padece usted alguna alergia o intolerancia alimentaria?". De todo esto se deduce que la descripción prolija de las intolerancias alimentarias, sus síntomas, consecuencias, así como los beneficios de renunciar a este o a aquel alimento es un gran tema de conversación. Hay que estar preparados porque el nivel es muy alto. Los hay que han estudiado la fisiología de sus alergias y las puede describir con exacta e ininteligible terminología médica. Ah y lo más cercano a lo patológico. La evolución natural te llevará a padecer varias alergias alimentarias que se solaparán entre sí y te convertirán en un ser deliciosamente extraño y único, que examina la comida con lupa antes de probar un bocado. Esta gente -no estoy hablando de los celíacos ni de los que padecen una verdadera intolerancia diagnosticada por un médico- no disfruta comiendo, no sabe lo que es el apetito ni el hambre. Están más preocupados por observar cómo les sienta ese minipincho de tortilla que se acaban de comer. Seguramente, tendrá residuos nucleares.

Diagnóstico profesional: "Puede ser una somatización de algo más, o simplemente una elección porque te sienta mejor lo que comes. También puede haber un factor de imitación".

en Mientras seamos jóvenes, Ben Stiller trata de zafarse de sus 40 años pasando más tiempo con un amigo joven y hipster (Adam Driver). / d.r.

Organizar los ligues en hojas de Excel

¿Un redicho que habla por puntos, como un Power Point, necesita terapia?

Tinder es un erial. Eso nadie lo discute. Pero siempre aparece alguien. Sobre todo el sábado por la noche. Es el equivalente a quedarse (hace una década) en un bar hasta las seis de la mañana: mal tiene que ir la cosa para que no caiga alguno o alguna. Era lo que entonces un amigo llamaba "pasar el coche escoba". Pues eso. Hay cierto comportamiento que, a mi entender, debe estar emparentado con el Síndrome de Diógenes y que consiste en organizar todos esos ligues sin futuro de Tinder en una tabla de Excel. El objetivo es contabilizar la vida sexual y registrar contactos, por si hay que volver a tirar de agenda. Es decir, lo que se viene conociendo como hacer banquillo (dícese de la acción de acumular ligues en verano, época más propicia para el apareamiento, para tirar de ellos en otoño e invierno, estaciones menos dadas al intercambio de fluidos). Conozco un caso que apuntaba en la tabla de Excel no solo las señas (nombre, contacto y breve ficha de cómo se conocieron y transcurrió el encuentro sexual) sino también la frecuencia e intensidad de contactos posteriores, si fue un toque por Whatsapp, una llamada por teléfono (palabras mayores), o si volvieron a quedar. Estos sujetos no confían en la memoria y prefieren que todo, absolutamente todo, quede por escrito.

Diagnóstico profesional: "No entiendo por qué lo hace. ¿Cuántos ligues tiene en el Excel? ¿80? Es decir, si les gustaran lo suficiente, no tendría que hacer listas. Uno no olvida lo que le gusta. Quizás podría denotar una necesidad de reafirmar la autoestima. Poner en blanco y negro los nombres de todas las personas a las que puede haberle gustado en un momento dado. O quizás es una obsesión por tenerlo todo controlado. Habría que ver si hace otras listas".

Hablar de uno mismo en tercera persona

¿Esto es un padecimiento? ¿Un desdoblamiento de la personalidad que permite tomar distancia y perspectiva sobre uno mismo con el fin de hacer un juicio más certero de los hechos? Pues no lo sé. Solo puedo constatar la existencia de gente, y no poca, que habla de sí misma en tercera persona. Imagina que estás en una cena y alguien dice: "José va a cambiar de trabajo, está en un proceso de selección muy largo". Y resulta que es José en persona quien acaba de emitir esta afirmación. Es una situación muy rara en la que casi nadie se atreve a intervenir. Sin embargo, en alguna ocasión, y dado que padezco el síndrome que he explicado al inicio de este reportaje, he acabado interviniendo, también en tercera persona, por un acto reflejo de imitación, diciendo: "¿Y qué tipo de trabajo busca José?". Lo que provoca que la conversación se alargue en tercera persona hasta el infinito.

Diagnóstico profesional: "Hablar en tercera persona es una manera de poner distancia hacia uno mismo, pero también hacia los demás. Quizás un modo de hablar con más autoridad. No tiene por qué ser síntoma de megalomanía, a no ser que interfiera en su vida o que sea algo incontrolable".

Mirarse en cualquier superficie reflectante

Los ves hablando contigo y retorciendo el cuello para mirarse de reojo en el cristal de enfrente. Ni siquiera necesitan un espejo: cualquier superficie susceptible de enviar un reflejo de su imagen es suficiente para que no dejen de mirarla distraídos. Es un síndrome que se da en todas las profesiones y que padecen tanto hombres como mujeres.

Diagnóstico profesional: "De narcisistas están llenos los gimnasios, por ejemplo. Por eso hay tantos espejos. Pero no tiene por qué haber un trastorno en una persona que se mira mucho al espejo, excepto si es un hábito que interrumpe su vida diaria, que no lo deja mantener una conversación o concentrarse en el trabajo".

Contar tu vida a desconocidos

Era la primera vez que la veía. Estábamos en una fiesta y un amigo común nos presentó. Por alguna razón desconocida, esta persona consideró que debía contarme la historia de sus tres matrimonios fracasados, incluido un episodio de maltrato. Cuando, medio aturdida, me fui con la excusa de pedir una copa, la vi cambiar de interlocutor y comenzar de cero la misma historia. Es decir, no sintió una conexión especial conmigo. Ella venía a hablar de su libro.

Diagnóstico profesional: "Cuando la gente se empeña en hablar mucho de algún asunto, probablemente necesite tramitar algo muy traumático que le ha pasado. También puede haber algo histriónico en esta persona. El trastorno histriónico de la personalidad (THP) está definido por la Asociación Americana de Psiquiatría como un trastorno de la personalidad caracterizado por un patrón de excesiva búsqueda de atención, que generalmente comienza en la edad temprana adulta, incluyendo un comportamiento seductor inapropiado".

"¿Es grave doctor?"

La psicoanalista Carolina Yegros Mendieta ( www.psicologosenmadrid.com) ha revisado todos los casos anteriores. A su entender, cualquiera de estas historias justificaría al menos una consulta con el médico de cabecera. "Lo deseable es que fueran un punto de partida para preguntar a un médico. Esto no significa que estas conductas estén forzosamente unidas síndromes o trastornos mentales. Pero sería un error quedarse en la risa o decir: "Es que yo soy así" sin indagar un poco más". La especialista cree si estas conductas son "puntuales", no habría por qué preocuparse. Excepto en el caso del apasionado de los detalles morbosos y escatológicos".

Más sobre psicología...

-Qué es el test de Rorschach y para qué sirve

-Cómo aprender de los buenos momentos

-Amor y adolescencia: ¿qué pasa cuando domina al otro?

-Esto es lo que hacen los psicólogos cuando se sienten ansiosos

19 de febrero-20 de marzo

Piscis

Como elemento de Agua, los Piscis son soñadores, sensibles y muy empáticos. La amistad con ellos es siempre una conexión profunda que dura toda la vida... Si puedes soportar su carácter pesimista y su tendencia a guardar secretos y a ver siempre el lado negativo de las cosas. Ver más

¿Qué me deparan los astros?