Boletus edulis

Había pasado tiempo sin reunirnos y decidí que una merienda a base de boletus sería un buen señuelo para convocar a las mercurianas.

PINA GRAUS Madrid

Con un cesto, me encaminé al monte. Al llegar al pinar no vi ningún coche aparcado, lo que me pareció buena señal. Tan solo las vacas, pastando, me miraban a lo lejos. Me interné en el pinar. Tuve suerte y, al cabo de dos horas, consideré que tenía suficientes.

Entonces le vi, sentado bajo un abeto, con un libro. Levantó la vista y dirigió una sonrisa a mi cesta rebosante. “Están deliciosos a la plancha”. Era un hombre diminuto, de ojos oscuros y cabello alborotado. De pie frente al insólito lector añadí: “Sí, con ajo y perejil”. “¿Te apetece?”, dijo él sacando una hogaza, queso y una bota de vino de una mochila.

Acepté. Cuando una hilera de hormigas nos invadió, sugirió que nos mudásemos de lugar para no molestarlas. Además de las viandas, llevaba unos prismáticos y, tras ponernos morados, nos dedicamos a avistar pájaros carpinteros.

Nos contamos historias, nos reímos y me di cuenta de lo a gusto que me sentía. Hasta que, de pronto, musitó: “¿Eres real?”. Me palpé la cabeza, riendo: “¿Si pertenezco a la realeza? No, soy más bien plebeya. Pero hacía mucho que no me sentía tan a gusto”.

La atmósfera cambió. Me percaté de que era un hombre increíblemente atractivo. Cada vez que sonreía, le brillaban los ojos. Pensé en Blancanieves y sus enanitos. Empecé a ponerme nerviosa. “Bueno –dijo levantándose–. Creo que es hora de bajar de las nubes”.

Sentí que se me aceleraba el corazón y murmuré: “Tengo que volver”. Nos despedimos como si nos fuésemos a ver al día siguiente. “¡No sé cómo te llamas!”, le pregunté dándome la vuelta. “Arturo –dijo sonriente–. ¿Y tú?”.

“Puedes llamarme Ginebra si quieres”, contesté riendo, caminando cuesta abajo. Por la tarde, las convocadas acudieron en tromba a la merienda otoñal. Estábamos poniéndonos al día cuando llamaron a la puerta. Abrí y ahí estaba.No supe qué decir. Él sí: “¿Estás ocupada? En el café me han dicho dónde vivías”. “Estoy con unas amigas. Pasa, te las presento”. Al entrar, en el salón se quedaron calladas. “Os presento a Arturo”, anuncié.

Tal vez fue el vino o su presencia, que pese a su pequeña talla irradiaba magnetismo, pero las mercurianas decidieron rifárselo. “Siéntate aquí”, le propuso Algarroba. La Listilla, algo achispada, le preguntó: “¿De dónde sales? ¿Del bosque?”. Sonriendo, él afi rmó: “Sí, soy un duende”. Duende o no, fue un gran contertulio. Pusimos música, bailamos y terminamos cantando rancheras. Cuando empezaron a irse, él hizo lo mismo, pero en la puerta me susurró: “Tenía que verte”. “Vuelve y jugamos a que soy Blancanieves”, respondí sin dar crédito a lo que decía. Y volvió.

21 de marzo-19 de abril

Aries

Como elemento de Fuego, los Aries son apasionados y aventureros. Su energía arrastra a todos a su alrededor y son capaces de levantar los ánimos a cualquiear. Se sienten empoderados y son expertos en resolver problemas. Pero son impulsivos e impacientes. Y ese exceso de seguridad en sí mismos les hace creer que siempre tienen la razón. Ver más

¿Qué me deparan los astros?