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Daria Werbowy (modelo): "Cuando lo que soñaste se ha hecho realidad, piensas: ¿Y ahora qué?"

Es la encarnación de la elegancia y la belleza serena. Rostro de Lancôme, la modelo canadiense, discreta y humilde vive en el campo, enamorada de un carpintero y sueña con tener hijos y llevarlos a navegar.

Daria Werbowy, la divina/Gtres

Daria Werbowy, la divina / Gtres

ANA SANTOS

Quien no pertenezca al mundo de la moda es probable que el nombre de la modelo Daria Werbowy no le diga nada. Pero en cuanto una entra en Google y contempla una imagen suya es casi imposible no exclamar algo como: "Sí, claro, ¡me encanta!". Porque, ¿quién puede olvidar esos enormes ojos rasgados entre azules y grises, ese cuerpo perfecto que llega al 1,80 y esa melena naturalmente ondulada que todas hemos tratado de conseguir alguna vez?

Pero Daria, a sus 32 años, pertenece a esa generación de modelos discretas que nada tienen que ver con las supertops de los años 90 o las hiperconectadas de la era 2.0. Tampoco forma parte del grupo de las voluptuosas adoradas por Victorias Secret, ni del de las inexpresivas fácilmente olvidables. Ella es todo lo contrario : la encarnación de la elegancia contemporánea y la belleza serena. Y su espíritu camaleónico, que le permite ser clásica y femenina o moderna y andrógina sin ni siquiera proponérselo, la convierte en digna heredera de su compatriota, la top canadiense Linda Evangelista.

Daria, medio polaca medio ucraniana, nació en Cracovia, pero a los tres años se instaló con sus padres, Daniel y Anna, ingeniero y profesora, en las afueras de Toronto. Y junto con sus dos hermanos mayores forman una familia fuertemente unida. "Mis padres vinieron a Canadá cuando tenían 30 años y sin saber una palabra de inglés. Les admiro profundamente por su valentía", reconoce. Daria era una niña adorable, de esas que no dan ningún problema: alumna aplicada de un colegio católico y buena deportista. Pero su altura y sus delicados rasgos del Este no pasaban inadvertidos para nadie.

Mis padres llegaron a Canadá con 30 años y sin saber inglés. Les admiro por su valentía.

"Ser modelo era como una sombra que me acompañaba a todas partes. Cuando tenía ocho años, la gente ya me paraba por la calle o en el supermercado y me decía : "¡Tendrías que intentarlo!". A los 14, la madre de una compañera del instituto y booker en una agencia local, la convenció de que era una gran oportunidad. "Estaba ansiosa por salir al mundo y pensé que ser modelo era lo mejor que me podía pasar. La libertad y los viajes sonaban muy glamourosos", cuenta.

Y, a partir de ahí, las cosas no salieron como en un cuento de hadas. Tras una temporada viviendo entre París, Londres y Grecia sin demasiado trabajo "fue una de las mejores épocas de mi vida; estaba siempre viajando con mi novio de entonces y conocí gente maravillosa, aunque también era un poco desesperante" el fatídico 11S frustró sus planes de debutar sobre una pasarela en Nueva York. Regresó a Canadá llorando y se matriculó en una escuela de arte, pero la insistencia paterna la animó a volver a intentarlo. A la segunda fue la vencida: consiguió un contrato con Prada y comenzó la era Werbowy.

La divina

La carrera profesional de La Divina, como la llama el diseñador Karl Lagerfeld, cuenta con varios hitos solo al alcance de unas elegidas. Entre 2003 y 2005, con apenas 20 años, realizó más de 120 desfiles al año y, desde entonces, ostenta el récord de ser la que más shows ha abierto y cerrado en una sola temporada, con un total de 12, lo que además de un honor supone un subidón en el caché.

También fue la protagonista del último reportaje realizado por el mítico fotógrafo Richard Avedon, que falleció poco después en un accidente de tráfico. "Yo estaba enferma, así que él se mantenía a tres metros de distancia. Me hizo ponerme unos pezones de goma, me tumbó en una cama llena de clavos y yo tenía que comer hierba con un tenedor. ¡ Fue una experiencia... uff!", ha reconocido la modelo.

Porque su verdadero mentor detrás de la cámara fue el neoyorquino Steven Meisel, que la retrató en sus primeras portadas y campañas publicitarias y le enseñó todos los trucos de la vieja escuela. "Cómo moverme, cómo saltar, qué cara poner frente al objetivo... Trabajar con él es como asistir a una escuela de modelos", explica.

En aquella época también consiguió algo a lo que aspiran todas las tops: convertirse en embajadora de una gran marca de belleza como Lancôme. Un acuerdo que acaba de cumplir una década y que le ha permitido poner rostro a productos míticos de la firma francesa, como los perfumes Trésor y La vie est belle, la máscara Hypnôse, las barras de labios L'Absolu Rouge o la línea de tratamiento Visionnaire.

"Ha sido un placer convertirme en una mujer de la mano de una marca que tiene una visión tan honesta y real de nosotras. Su percepción de la feminidad es elegante, sensible, generosa y nada superficial; encaja perfectamente con mi personalidad", ha declarado. Obviamente, el placer es mutuo. "Daria encarna las múltiples facetas de la belleza tal y como la concibe Lancôme: auténtica, natural y fundamentalmente moderna", explica Françoise Lehmann, directora general de Lancôme International.

La belleza según Daria:

  • "Es un concepto difícil de atrapar. Está en todas partes y adopta tantas formas y colores... Es imposible definir la belleza porque siempre está cambiando", asegura.

  • Por la mañana... "Hago yoga, luego me doy una buena ducha, hidrato bien mi piel y ¡eso es todo para el resto del día!".

  • Para salir... "Uso Teint Miracle, que es tan ligero que parece que no llevas nada pero borra cualquier imperfección. Y, por supuesto, Hypnôse Drama Mascara en las pestañas".

  • Si viajo mucho... "Procuro ponerme compresas de aceite esencial. Y me encanta la crema Hydra-Zen, de Lancôme, que calma la piel".

Más que moda

Pero que nadie espere a ver a Daria con un sofisticado maquillaje o unos tacones de 10 centímetros si no es por exigencias del guión. "La verdad es que nunca he conectado con mi lado femenino", admite. Incluso en su página de la agencia de modelos IMG la definen como un "chicazo". Porque a ella lo que realmente le gusta es hacer snow, ponerse una sudadera y transformarse en una skater y, sobre todo, navegar. De hecho en 2008 decidió descansar una larga temporada del mundo de la moda y lo primero que hizo fue embarcarse durante tres meses con su familia y unos amigos para cruzar el Atlántico y perderse por el Mediterráneo.

"Yo crecí navegando, que siempre fue la pasión de mi padre explica. El estuvo restaurando un barco durante 10 años, así que cuando terminó, salimos de Manhattan y estuvimos 24 días seguidos sin ver tierra firme. Encontramos delfines y ballenas, sufrimos olas de cinco metros y tormentas horribles, pero fue realmente maravilloso". Una experiencia que repitió poco después por Centroamérica, antes de vivir durante cuatro meses con una familia en la selva peruana ("allí volví a conectar conmigo misma, no había prisas y podía ser yo misma), o de dedicarse de lleno a la pintura y la escultura, su verdadera vocación.

"Llegó un momento en que no podía más, ni mental ni físicamente. Tienes todo lo que quieres, todo lo que soñaste se ha hecho realidad y no hay nada más que puedas comprar que te haga feliz. Es entonces cuando piensas: ¿Y ahora qué? Y tienes que irte", cuenta con sinceridad. ¿Y por qué volvió? "No lo sé realmente, pero no estaba totalmente satisfecha de mi carrera ni tenía la sensación de querer estar ya fuera de este mundillo", reconoce.

Daria nunca fue una modelo convencional. Aunque responsable y respetuosa con la industria de la moda, siempre tuvo la sensación de que la vida era mucho más que ir de una sesión de fotos a otra y le incomodaba la idea de que su trabajo fuera "demasiado superficial y un mal ejemplo para las niñas pequeñas".

La belleza y la fama son efímeras. La única forma de conservar. La cordura es mantener la distancia.

Grace Coddington, la famosa directora creativa del Vogue USA, ya lo escribió en su libro de memorias Grace (Turner). "A Daria no le gusta mucho ser modelo, pero es increíblemente guapa y tengo que "pillarla" cuando decide trabajar. Desgraciadamente, prefiere navegar y no descansa en puerto con mucha frecuencia". Su existencia siempre estuvo alejada de los focos "La belleza y la fama son efímeras; la única forma de conservar la cordura es mantenerse a cierta distancia", afirma y apenas se conocen episodios de su curriculum sentimental, salvo breves noviazgos con el actor Josh Harnett y con Kenny Jossick, asistente del fotógrafo Mario Sorrenti.

Su final feliz.

Ahora vive en la campiña irlandesa con un carpintero con el que se rumorea que se ha comprometido. "Cuando estuve en Irlanda por primera vez, hace 10 años, supe que viviría allí algún día. Me resultó un lugar muy familiar, como si volviera a casa. Tengo una conexión con ese país que no puedo explicar; solo he experimentado esa misma sensación en Botsuana". Al oeste de Cork, se dedica a leer, pintar, hacer senderismo y practicar ashtanga yoga, disciplina en la que se ha hecho una experta. Es, además, el entorno perfecto para tener hijos, algo que entra en sus planes de futuro.

"En sus primeros años de vida me los llevaría a navegar. Es muy importante que los niños dejen volar su imaginación y creen su propio mundo alejados de la televisión y de las máquinas. Si hay algo maravilloso en el tiempo que pasé cunado era pequeña en Polonia fue que siempre estaba fuera de casa inventando mis propios juegos", recuerda. Y ahora, 30 años después, ¿se atrevería a decir que es feliz? "A menudo hemos idealizado el concepto de felicidad. Para mí ha sido encontrar el equilibrio; cuando estoy a gusto conmigo misma, el resto también va bien. Sí, ahora puedo decir que soy una persona feliz".

Sus esenciales:

  • Advanced Génifique. Un suero activador de juventud para utilizar antes del maquillaje. Unifica el tono, atenúa las arrugas y aporta luminosidad (82 €).

  • Trésor la nuit. Una aroma seductor con corazón de rosa negra y vainilla, envuelto en un manto de incienso (84,50 €). A partir del 1 de marzo.

Advanced Génifique / Trésor la nuit. / D.R.

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