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Enganchadas a la solidaridad

Trabajando con mujeres en riesgo de exclusión, o dejando una vida atrás para ayudar en un hospital africano. Ellas son el vivo ejemplo de que ayudar a quienes más lo necesitan compensa.

Esther Galante y Francisca Mayoral Asociación Barrio. Fátima Delgado y Maite Ordovás Hóspital Monkole. Julia de la Peña y Ana Ibáñez Asociación NUM. Paula de la Rocha y Arantxa Garay-Gordovil Fundación ALAS. / Pedro Walter

Beatriz González
BEATRIZ GONZÁLEZ

Cada semana, Estíbaliz Arrieta se acerca al Gallinero, uno de los asentamientos chabolistas más grandes de Europa, en Madrid. Allí espera a que el autobús escolar llegue con una veintena de chavales gitanos rumanos. Pasará la tarde con ellos, organizando actividades de ocio y apoyo escolar con dos mediadores, para dar la vuelta a una realidad que habla de alto abandono escolar y matrimonios adolescentes. Su pago: cero euros y mucha satisfacción personal.

Como Estíbaliz, voluntaria de la asociación Barró, más de cuatro millones de ciudadanos dedican parte de su tiempo a la solidaridad. Y, según la Plataforma del Voluntariado, cada vez son más: entre 2015 y 2016, han pasado del 8% al 9,3% de la población. Un porcentaje que sube al 38,1% si se suma la colaboración económica. Estíbaliz entiende por qué cada vez hay más gente implicada, sobre todo desde que trabaja en El Gallinero: "Satisface tanto ver que lo que haces tiene un efecto que no puedes dejarlo", dice. Su perfil corresponde al habitual de los voluntarios: mujer (el 54,4%) y menor de 34 años.

Una de las profesionales que ha hecho posible que Estíbaliz ayude es Paloma Alfonso, la educadora más veterana de la asociación Barró. Hace 20 años, en un taller de alfabetización para mujeres gitanas, le preguntó a Dara, una niña de tres años, qué quería ser de mayor. "¡Pues Dara!", contestó. La educadora insistió: "¿Dara profesora? ¿Bailarina?". La niña respondió: "Son cosas de paya".

"Los mensajes difícilmente calaban entre ellas porque no venían de su comunidad", recuerda Paloma. Ella y otras educadoras, con trabajadoras sociales de la Compañía de María, crearon la asociación Barró. Querían ayudar a la población gitana que se estaba realojando en Vallecas y pensaron que la rueda solo podía romperse con diálogo entre iguales. Así decidieron formar mediadoras gitanas.

Arantxa Garay-Gordovil, presidenta, y Paula de la Rocha, gerente de la Fundación Alas. / Pedro Walter

Fundación Alas:

  • ¿Qué hacen? Favorecer la inclusión de adultos con discapacidad intelectual, sobre todo mujeres. Gracias a la atención a estas personas, su esperanza de vida está creciendo, lo que plantea una nueva necesidad: ofrecer calidad de vida en la vejez y la enfermedad.

  • Sus voluntarios. Ayudan en los talleres y el ocio. "Necesita-mos gente que quiera disfrutar, relacionarse y aprender de la disca-pacidad", dice Paula de la Rocha.

  • Una frase: "Ojalá dejemos de existir, eso significará que estas mujeres están incluidas en la sociedad", reflexiona Arantxa Garay-Gordovil. +Info: alasmadrid.org.

Una de ellas

Decenas de mujeres salieron de las chabolas para aprender a leer y escribir, y acabaron siendo un referente. Por eso ahora, cuando a las niñas les preguntan qué quieren ser de mayores, responden con frecuencia: "Mediadora".

"Tienen que ser personas orgullosas de su comunidad, y críticas al mismo tiempo", explica Paloma. Entre esas figuras está Francisca Mayoral, mediadora gitana. O Tudorita, vecina gitana rumana de la Cañada Real, que sorprendió a sus compañeros al entrar a cuidar el patio y el comedor del colegio San Eulogio. "Cuando ven que se entiende con los niños, empieza a cambiar su perspectiva", explica la coordinadora de proyectos de mediación de Barró.

Tudorita también convence a sus vecinas para que se hagan revisiones ginecológicas. O les explica que pueden formarse y ganarse la vida de muchas formas. "Si yo lo cuento, dirán que es muy bonito pero que ellas trabajan en el mercadillo", explica Esther Galante, que lleva 13 años y se enamoró del proyecto. "Es muy gratificante porque el resultado se ve, quizá no a corto plazo pero sí en unos años", afirma.

Francisca Mayoral, mediadora gitana, y Esther Galante, coordinadora general de Barró. / Pedro Walter

Asociación Barró:

  • ¿Qué hacen? Atender las desigualdades educativas, culturales, económicas y de género, favoreciendo la convivencia, impulsando el desarrollo personal y creando un espacio de relación intercultural que prevenga el racismo y el conflicto social.

  • Sus voluntarios. Apoyan en los proyectos de educación, sanidad, equidad de género, inclusión sociolaboral, convivencia y prevención de la desigualdad.

  • Una frase: "Cuando la gente tiene la oportunidad de conocer colectivos como el gitano, combaten prejuicios", dice Esther Galante, coordinadora general. +Info: asociacionbarro.org.

Discapacidad

En el también madrileño barrio de Moratalaz viven Mari y Mari Carmen. La primera es del Real Madrid; la segunda, del Atlético. "Pero nos llevamos bien. ¡Qué remedio, si éramos compañeras de piso!", dice Mari. Se refiere a una de las viviendas de la Fundación Alas. Allí, Mari Carmen y otras 11 compañeras se levantan cada mañana y van al centro ocupacional, donde empaquetan pijamas sanitarios, etiquetan productos de perfumería o hacen belenes.

También aprenden a usar el autobús, asisten a talleres de habilidades sociales y comunicación, aprenden a usar nuevas tecnologías y desarrollan actividades cognitivas y físicas. En su piso compartido, un educador social coordina las tareas y les da apoyo. Y es que, aunque Mari Carmen, Mari y las otras 163 usuarias de la Fundación Alas tienen discapacidad intelectual, están logrando integrarse. "Pueden hacer mucho con el apoyo necesario -explica la presidente Arantxa Garay-Gordovil-. Pero debe implicar independencia. Si hiciéramos las cosas por ellas no las ayudaríamos", asegura.

Las mediadoras gitanas han sido cruciales para sacar a otras de la chabola y el analfabetismo

Arantxa llegó con su hija Almudena, con síndrome de Down. "Una de las principales preocupaciones de las familias es qué va a pasar cuando no estemos, y crear la residencia era garantizar que iban a estar bien. Luego nació el centro ocupacional", reconoce.

Mientras habla, nos cruzamos con Mari Cruz. Lleva un cuaderno en el que ha dibujado a la mayoría de sus compañeras y educadoras. Sus retratos están por todas partes. "Voy a tener que cobrar por ellos", dice riendo. Ella fue una de las primeras usuarias de Alas, igual que Mari, y una de las integrantes del grupo que, hace 20 años, reivindicó su derecho a un contrato con nómima.

"Era una apuesta, porque suponía sacarlas de un entorno protegido, renunciar a una plaza pública -explica Paula de la Rocha, gerente de Alas-. Así nació el centro de empleo Trefemo, que se especializó en embalaje. Ellas le dan mucho valor a su trabajo porque saben que contribuyen a una cadena. Quieren desarrollar habilidades que les permitan sentir que aportan a la sociedad". Mari le debe una de esas habilidades a Pilar de la Peña, que le enseñó a cocinar. "Cuando me prejubilé, venía unas horas a la semana. Es una experiencia que llena", dice Pilar.

Ana Ibáñez, psicóloga y sexóloga, y Julia Peña, abogada de la Asociación MUM. / Pedro Walter

Hospital Monkole:

  • ¿Qué hacen? Proporcionar asistencia sanitaria, con atención al área materno infantil.

  • Sus voluntarios. Quienes tienen formación sanitaria prestan sus servicios junto a médicos y enfermeras. También se realiza voluntariado en áreas administrativas o en la logística.

  • Una frase: "Todo el mundo se merece una sanidad de calidad y digna. En Monkole intentamos ser excelentes con los medios que tenemos", dice Ordovás. +Info: ebale.org

Sanidad para todos

Hace unos meses, Fátima Delgado atravesaba la selva congoleña camino del consultorio de una aldea. Allí, los pacientes que no podían trasladarse a Kinshasa la esperaban con los brazos abiertos. Como las decenas de niños y bebés que vería cuando volviera a la capital de la República Democrática del Congo y comenzara su turno en el área de Pediatría del hospital Monkole.

Gracias a su trabajo y al de sus compañeros, dos recién nacidos al borde de la muerte pudieron salir adelante, y cientos de congoleños recibieron el tratamiento que necesitaban. Fue durante sus vacaciones estivales. "Era un sueño que tenía y la experiencia ha sido mejor de lo que imaginaba", dice esta pediatra de 29 años.

Marcharme con mi bebé a Congo me costó menos de lo que creía”.

Mayte Ordovás - Farmacéutica en el hospital Monkole

Como Fátima, la farmacéutica Mayte Ordovás también aprovechó la oportunidad que se le presentó para ayudar a otros en Kinshasa. En su caso, el viaje incluía una larga estancia y dos compañeros: su marido y su hijo recién nacido. "Cuando preparamos el viaje de novios propuse África, pero mi marido dijo que si íbamos algún día prefería que fuera para ayudar. Y así ha sido", recuerda Mayte, que asegura que renunciar a su vida no les costó demasiado.

"Nos gustaba la misión del hospital, porque es el único del país que atiende a todos los pacientes, independientemente de sus recursos. Cuando nos dijeron que buscaban un perfil como el de mi marido y una farmacéutica, decidimos embarcarnos en esta aventura que dura dos años", cuenta. Mientras habla, se escucha a su segundo hijo. Nació en España aunque llegó a Kinshasa con menos de un mes. Allí no siempre tienen luz o agua, pero "no nos falta de nada y pasamos más tiempo juntos".

El hospital recibe 80.000 visitas al año, en un país donde más del 70% de la población vive en extrema pobreza. Aunque se atienden todas las especialidades, empezó siendo materno infantil. "Anualmente, más de 30.000 mujeres y de 10.000 niños mueren en el parto o los días posteriores", afirma esta farmacéutica que aún no tiene billete de vuelta.

Mayte Ordovás, farmacéutica, y Fátima Delgado, pediatra en el hospital Monkole. / PEdro Walter

Asociación MUM :

  • ¿Qué hacen? Prevenir la violencia de género.

  • Sus voluntarios. Sus tareas van desde la atención psicológica o jurídica al acompañamiento, organización de eventos...

  • Una frase: "Educar y prevenir es la única forma de acabar con la violencia", dice Benito.Info: asociacionmum.org.

Supervivientes

Julia Peña también quería ayudar. El objetivo de esta abogada de 29 años era aportar lo que pudiera en la lucha contra la violencia de género. Así empezó a colaborar como asesora legal en la asociación Mujeres Unidas contra el Maltrato (MUM). "Mi labor incluye desde proporcionar información hasta tramitar casos, acompañar a presentar denuncias. Y si hace falta se echa una mano en lo que sea", cuenta.

Cuando llamó para colaborar, Carmen Benito, la presidenta, descolgó el teléfono. Cuando creó la asociación, uno de sus objetivos fue estar siempre disponible. Había sido víctima de maltrato y pensó que su experiencia podría ayudar a otras mujeres. "El 016 te informa, pero necesitas un psicólogo, ayuda económica, orientación legal... Eso es lo que ofrecemos", cuenta Carmen, que no ha recorrido sola el camino. La amiga que la acompañó para recibir terapia gratuita y la psicóloga que la atendió crearon con ella MUM hace 10 años.

Mientras atacaban la base del problema con talleres en colegios e institutos, desarrollaron el proyecto para el que llevan años trabajando: una ecoaldea para ocho familias. "Tienen un huerto ecológico y una pequeña granja para que puedan quedarse hasta que su proyecto -acarse el carné de conducir, terminar sus estudios, empezar a trabajar-, se pueda llevar a cabo", dice. "Aunque nadie te lo agradeciera, es muy enriquecedor -afirma la abogada-. Pero es que además las mujeres son tan agradecidas que es imposible que no te compense". Ella también da fe de que la solidaridad engancha. 

21 de marzo-19 de abril

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Como elemento de Fuego, los Aries son apasionados y aventureros. Su energía arrastra a todos a su alrededor y son capaces de levantar los ánimos a cualquiear. Se sienten empoderados y son expertos en resolver problemas. Pero son impulsivos e impacientes. Y ese exceso de seguridad en sí mismos les hace creer que siempre tienen la razón. Ver más

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