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A los 19 años era una estudiante de Filología que se encontró en uno de sus exámenes con un fragmento de Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite. Su mente hizo clic y pensó que le gustaría llegar a escribir así. Se puso manos a la obra, escribió una novela, buscó un agente y al cumplir los 22 publicó Belfondo, una historia coral ambientada en un entorno rural y aislado en el que el dueño de la fábrica controla los destinos de todos sus habitantes. Luego vinieron cuatro títulos más: El duelo y la fiesta, Madre sin hijo, Es un decir y Madre e hija. Sus historias sobre dramas íntimos y relaciones familiares la han convertido en una de las escritoras más respetadas de su generación. Ana María Matute y Carmen Martín Gaite siguen siendo dos de sus referentes.
Vicens Giménez
Es una de las voces destacadas de la nueva poesía española. Autora de Manojo de abominaciones, Night club para alumnas aplicadas, Introducción a todo, Fresa y herida y La edad de Merecer, recopila ahora sus trabajos más antiguos en Corazón tradicionalista (La Bella Varsovia, 2018), en el que encontraremos las que asegura que son las obsesiones de su poesía: “El amor romántico (y su desmitificación, o depende), la inquietud política y su tembleque, las arenas movedizas de la identidad (y de mis circunstancias agridulces: emigración, etc.), las palabras amistadas con espejos y mises en abyme, los dioses y los huecos que dejaron y cómo los vamos llenando, etc”. Lee la entrevista completa con Berta aquí.
D.R.De pequeña, su abuela le leía versos de Lorca y de San Juan de la Cruz que ella memorizaba para deleite de las visitas. Quiso ser detective gracias a Agatha Christie y, más tarde, abogada, cardiocirujana y pianista. “Volví a la literatura cuando descubrí que no tenía talento para esos oficios”. Menos mal. Aixa publicó su primera novela, Cuando fuimos los mejores, a los 19 años. Y ya van cuatro. En el último, La línea del frente, reflexiona sobre la violencia terrorista en el País Vasco y la construcción de la identidad.
D.R.
Desde que entró al cuerpo de baile de la Compañía Nacional de Danza, se ha subido a escenarios de medio mundo. Tiene todavía frescos en la memoria los aplausos cosechados en Abu Dabi, donde el ballet de Don Quijote recibió una ovación de 20 minutos con el público en pie. Antes de eso, llevaron Carmen a EE.UU. y quedó impactada por el teatro Jones Hall de Houston, de 2.912 butacas. “No logro dar con una sensación particular en escena, es probable que todas las veces hayan sido distintas”, dice.
D.R.
Las ilustraciones de Cristina Daura tienen ese sello de autenticidad que las hace claramente identificables: un estilo surrealista y personal con colores básicos (azul, amarillo, rojo, algún verde… ) y brillantes, dentro de una estructura que explica una historia. Las suyas se han publicado en fanzines, revistas culturales, portadas de discos y libros y hasta han reclamado su talento para las páginas del New York Times y The New Yorker. “El papel de las mujeres en el cómic es crucial. Poco a poco es cada vez más presente, al menos a nivel nacional aunque cuesta, pero todo es gracias también al trabajo que hace la Asociación de Autoras de Cómic”. Mira la entrevista completa a Cristina Daura aquí.
D.R.