actualidad Hablamos con la activista sueca y Premio Nobel Beatrice Fihn sobre masculinidad tóxica y geopolítica: «Ningún gobierno tiene un plan para el día después de un ataque nuclear»

Premio Nobel 2017 por su trabajo al frente de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares, su lucha es hoy más urgente. Hablamos con la activista sueca sobre la situación geopolítica y la relación entre esta amenaza y la masculinidad tóxica.

La activista sueca y Premio Nobel Beatrice Fihn / dr

Ixone Díaz Landaluce
IXONE DÍAZ LANDALUCE

Fue por accidente que Beatrice Fihn (Gotemburgo, 1982) haya dedicado su vida al desarme nuclear. «Como muchos que crecimos tras la Guerra Fría, nunca pensé en las armas nucleares, me interesaban más los derechos humanos», explica la abogada desde su casa en Ginebra. Una beca para estudiar relaciones internacionales le llevó a conocer el tema más de cerca y la injusticia asociada al arsenal nuclear le fascinó. «Hemos construido un mundo en el que se acepta que algunos países tienen esas armas y otros no. Esto no puede ser un sistema de apartheid. Necesitamos las mismas leyes», explica.

Fihn ha sido desde 2014 y hasta hace pocos días directora ejecutiva de ICAN (Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares), un movimiento internacional que aglutina a más de 400 asociaciones que defienden la causa en 100 países y cuya labor fue reconocida en 2017 con el Premio Nobel de la Paz. ¿Por qué los nueve países que controlan las 12.705 cabezas nucleares del planeta han conseguido que apenas se cuestione este sistema? Según la activista, somos víctimas de un lavado colectivo de cerebro.

Mujerhoy. ¿Qué fue lo primero que pensó cuando Vladimir Putin invadió Ucrania hace casi un año?

Beatrice Fihn. Aunque llevaba meses cocinándose, me sorprendió. Y eso es lo que más miedo me da. De alguna manera, confiábamos en Putin. Cuando se habla de armas nucleares, se confía en que estas personas actúen de manera racional. Es lo que los expertos nos dicen, que no le interesaba actuar de ese modo. Pero tampoco le interesaba invadir y lo hizo. Es obvio que no comparten nuestro análisis sobre lo que es racional o aceptable. Y esa es una gran vulnerabilidad para el resto del mundo.

MH. ¿Qué nos enseña la guerra en Ucrania sobre la amenaza nuclear?

Las armas nucleares son a la vez todo y nada en este conflicto. Se ciernen sobre todos nosotros como una especie de sombra negra, pero son irrelevantes en el terreno. Rusia no está ganando pese a sus armas nucleares y Ucrania no está disuadida de pelear solo porque Rusia sea una potencia nuclear. Y al mismo tiempo, la amenaza sigue ahí.

MH. ¿Cree que Rusia se atrevería a utilizar su arsenal?

Podría hacerlo. Podría acabar con Ucrania si quisiera. Podría iniciar una guerra mundial y terminar con la humanidad tal y como la conocemos. Es la primera vez desde los años 80 que una generación habla de manera activa de armas nucleares. Pero las armas ya estaban ahí, Putin solo lo está diciendo en voz alta. Lo que está haciendo ahora es parte de la disuasión nuclear.

MH. Quienes defienden el sistema actual afirman que aporta estabilidad geopolítica.

Estados Unidos, Reino Unido o Francia nos quieren hacer creer que la amenaza nuclear irresponsable es mala, que Rusia es el problema. Cada vez es más obvio que siempre habrá líderes que no se preocupen por los civiles ni respeten las leyes.

Y eso puede hacer cambiar la manera complaciente en la que se piensa acerca de las armas nucleares como generadoras de paz y seguridad. Hasta que alguien decida hacer algo estúpido y diabólico. ¿Quién dice que China no lo hará con Taiwán? O que Trump no lo hubiera hecho si le hubiese parecido necesario o si es reelegido.

La activista sueca y Premio Nobel Beatrice Fihn / getty

MH. ¿Por qué considera que abolirlas es la única solución posible?

Si dejamos que existan, antes o después se usarán. El riesgo no es cero. También puede ocurrir un accidente. No sabemos cuándo ni cómo, pero sí que sus consecuencias serán catastróficas. Si mañana Putin y Biden deciden empezar una guerra nuclear, morirá gente en África, el Pacífico o América Latina. ¿Quién les da derecho? Es una amenaza directa a cada persona del planeta, no un asunto de seguridad nacional. Para evitar que eso ocurra, hay que prohibirlas y eliminarlas.

MH. ¿Y por qué algo en apariencia razonable es tan difícil de llevar a cabo?

Pese a que todos los estudios demuestran que si tienes un arma en casa, tienes más posibilidades de que te disparen, en EE.UU. mucha gente se siente segura teniéndolas. Esto es parecido. Las armas nucleares son como una manta de seguridad radiactiva. También tiene que ver con el prestigio y el poder: quienes las tienen se sienten poderosos y no las quieren ceder.

Pero cuando se hacen ejercicios de disuasión nuclear, lo que realmente se ensaya son asesinatos de civiles en masa, la destrucción de ciudades, el envenenamiento de poblaciones. Nunca hablamos de lo que pasaría inmediatamente después.

MH. Usted sostiene que además nos han lavado el cerebro. ¿Por qué?

Se presenta como un asunto muy académico: hablan con números, con acrónimos, de doctrinas, de geopolítica... Y nunca hablan de cáncer, por ejemplo. O de lo que pasará después: de la falta de asistencia sanitaria, de la hambruna global porque nada crecerá en 10 años, del impacto desproporcionado en las mujeres o de cómo afectará al sistema reproductor de las niñas, que sufrirán abortos o esterilización.

No saben qué harán con los enfermos de radiación, con la falta de transfusiones de sangre y nadie ha pensado quién enterrará 100.000 cadáveres. Hace 15 años, un estudio de Cruz Roja señaló que lo único que podrían hacer en ese escenario sería evacuar a sus trabajadores tan rápido como fuera posible. Ningún gobierno tiene un plan.

MH. Se habla mucho de las armas nucleares tácticas como si fueran un mal menor...

Se trata de racionalizar la idea de las armas nucleares. El problema es que hablamos de armas de entre 10 y 100 kilotones. La de Hiroshima, que mató a 140.000 personas, era de 15 kilotones. Son armas de destrucción masiva.

MH. ¿Por qué España no ha firmado el tratado de prohibición?

Los miembros de la OTAN reciben mucha presión de EE.UU., Reino Unido y Francia. Sé que cuando se formó el Gobierno de coalición hubo negociaciones sobre la firma del tratado, así que hay cierto apoyo político. No hay nada en el tratado de la OTAN que impida que un país se sume a la prohibición. Nosotros hemos hecho sondeos y está claro que los españoles están a favor de prohibirlas. España podría liderar esa lucha.

MH. El Papa Francisco les apoya. ¿Por qué no hay más figuras relevantes implicadas en esta lucha?

El apoyo del Papa Francisco es muy importante por su carga ética y el cambio de posición de la Iglesia católica, que ahora ya no solo dice que usar armas nucleares es inmoral, sino que la estrategia de disuasión nuclear también lo es. Mucha gente se siente intimidada, parece que solo puedes hablar de esto si tienes un doctorado en relaciones internacionales. Este año eso ha cambiado.

MH. ¿Cuánto influye el estilo de liderazgo en este tema?

En países como EE.UU. o Rusia la decisión de usar un arma nuclear depende únicamente del presidente. Ahora se ha sabido que, durante el asalto al Capitolio, Nancy Pelosi llamó a un comandante del ejército para que le asegurara que aunque Trump lo ordenara no se lanzarían armas nucleares, pero esa orden solo depende del presidente.

No podemos confiar en que líderes como Trump o Putin sean siempre racionales. Es aterrador pensar que nueve hombres, porque ahora mismo son todos hombres, podrían terminar con el mundo en 30 o 40 minutos.

MH. Afirma que existe una relación directa entre las armas nucleares y la masculinidad tóxica.

La teoría de la disuasión, que implica responder con represalias, es muy «macho». «Si no me salgo con la mía, arraso con todo». Son líderes utilizando a sus ciudadanos como escudos humanos. Resulta frustrante cuando se nos acusa de ser ingenuos, cuando no hay nada más naïf que confiar en gente como Putin. Es una estrategia de seguridad absurda.

MH. Ha estado en Hiroshima y Nagasaki. ¿Qué imagenes le quedaron grabadas?

La gente deja botellas de agua a los pies de los monumentos porque, tras la detonación, todo el mundo buscaba desesperadamente agua entre las cenizas y la oscuridad de la nube. También te das cuenta de que son ciudades preciosas en las que sigue viviendo gente. Y no lo digo como una forma de minimizar la tragedia. Hay gente que piensa: «¿Qué más da? Si se usan, todo habrá terminado». No es verdad. Habrá supervivientes y convivirán con las consecuencias.

MH. La ansiedad nuclear es una carga añadida a nuestra salud mental. ¿Cómo la gestiona?

Me paso el día hablando de armas de destrucción masiva. Puede ser deprimente y agotador, y es normal tener miedo pero, al mismo tiempo, veo que estamos realizando progresos significativos. Hemos logrado que 68 países ratifiquen y 91 firmen el tratado de prohibición. Hemos cambiado la ley internacional con pocos fondos y sin llevar grandes movilizaciones a las calles. Imagina lo que podríamos hacer con más.

MH. A ver si logramos terminar esta entrevista con cierto optimismo. ¿Qué indicios apuntan a un futuro sin armas nucleares?

Es muy difícil cambiar las cosas y convencer a los gobiernos durante una guerra. Pero ya ha ocurrido: tras la Crisis de los Misiles de 1962, se alcanzó el primer acuerdo sobre armas nucleares de la historia, el de no-proliferación. Después de la gran tensión entre EE.UU. y la Unión Soviética de los años 80, hubo un movimiento masivo contra las armas nucleares y Reagan y Gorbachov negociaron una reducción del 75% de su arsenal.

Si sobrevivimos a este conflicto sin que se usen, creo que tenemos una gran oportunidad. Después de la Segunda Guerra Mundial, se crearon las Naciones Unidas, la Unión Europea, se redactó la Declaración Universal de los Derechos Humanos... Una guerra como esta puede agitar las conciencias.

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