Celso Arango: «Se puede combatir el suicidio. Algo sencillo como poner barreras en los sitios donde se suicida la gente ya ayuda»

Los trastornos mentales ya no son invisibles y silenciosos. Para el prestigioso psiquiatra, el próximo reto es acabar con el estigma social que hasta ahora arrastraban. ¿La receta? Más inversión y cuidados, y el fin de la psiquiatrización.

Celso Arango es presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, jefe del servicio de Psiquiatría del Niño y del Adolescente del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, y catedrático en tres universidades. / Juan Carlos DE MARCOS

Elena Castelló
ELENA CASTELLÓ

En palabras de Celso Arango (Palma de Mallorca, 1968), como en su día sucedió con el cáncer o el sida, la salud mental «ha salido del armario». La suya es una de las voces más autorizadas para hablar de un tema que ya está en boca de todos. Presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, jefe del servicio de Psiquiatría del Niño y del Adolescente del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, y catedrático en tres universidades -Complutense, Maryland y California San Diego-, considera que estamos empezando a hablar de la salud mental, con libertad y naturalidad de algo que era un tabú. «Que haya personas conocidas visibilizándolo es muy importante; hay que acabar con el estigma que supone el silencio», reflexiona.

Mujerhoy. ¿Qué balance hace de cómo nos ha afectado la pandemia?

CELSO ARANGO. Lo que ha pasado es que, ante una situación estresante, que se considera una amenaza, el ser humano ha respondido como se espera: con tensión, irritabilidad, miedo, problemas de sueño, aislándose, protegiéndose... Pero todo eso no es un trastorno mental, ni una enfermedad médica. No hay que psiquiatrizar.

Usted vivió los atentados del 11 de marzo en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid. ¿Hay paralelismos entre una urgencia así y una pandemia que se alarga dos años?

Es lo mismo que comparar una carrera de 100 metros con un maratón. En la de 100 metros uno lo da todo, durante todo el tiempo, corre a la máxima velocidad que puede. Esta pandemia es un maratón. El mensaje que mandamos desde el principio a los sanitarios es que era fundamental que no se quemaran, que debían descansar, ver a sus familias... Si se vienen abajo no pueden seguir respondiendo a la pandemia.

¿Quiénes han sido los más vulnerables?

Probablemente las personas jóvenes, los niños y los adolescentes. No es lo mismo que un trauma te afecte en un momento de la vida en que tienes ya una personalidad hecha, más capacidad de proyectarte en el futuro, que en una etapa que rompe la formación de la personalidad. De hecho, estamos comprobando que hay un incremento mucho más importante de trastornos mentales en adolescentes que en adultos.

¿Y cuáles son en concreto las que se han disparado durante este periodo?

Los trastornos de conducta alimentaria, los trastornos afectivos y la ideación suicida en adolescentes, y los trastornos del sueño y de ansiedad. ¿Por qué los trastornos alimenticios? No lo sabemos. La hipótesis es la necesidad de rebeldía, que no se ha visto satisfecha durante meses.

¿Es solo atribuible a un fenómeno extraordinario, o también se ha visto favorecido por un modelo de sociedad?

Las autolesiones, por ejemplo, estaban ya en aumento, y la pandemia no ha hecho más que acelerarlo. Que se estén quebrando los menores debe hacernos pensar sobre el tipo de educación y valores que están recibiendo. Es importante una inversión en prevención, enseñar desde muy pequeños a los niños cómo afrontar los traumas, las malas noticias, cómo tener una mayor resiliencia, gestionar el fracaso, tener empatía, detectar que alguno de tus compañeros está sufriendo, respetar la diversidad... Una inversión en estos aspectos probablemente haga que, cuando vengan situaciones de estrés, haya generaciones mejor preparadas para afrontarlas que las nuestras.

¿Ha aumentado la incidencia de suicidios, o simplemente ahora se habla más de ello?

Han aumentado, aunque España no es de los países que más suicidios tiene en Europa. El suicidio no es ni más ni menos que un fracaso global de la persona, que llega a la conclusión errónea de que es la única salida. La mayor parte de las veces (más de un 90% de los casos) se debe a un trastorno mental. Se puede combatir, aunque España no tiene un plan nacional de prevención del suicidio, como sí tienen otros países. Dinamarca ha reducido en un 50% la tasa de suicidios. Algo tan sencillo como poner barreras en los sitios donde se suicida la gente ya ayuda. En los 30 minutos que pasan mientras se busca otro lugar, esa persona ya ha decidido no suicidarse.

¿Estamos bien medicados o hay un abuso de los fármacos?

Es cierto que, en ocasiones, se utilizan fármacos cuando se podrían utilizar medidas preventivas o de higiene, pero decir que otras enfermedades se pueden tratar con medicamentos y los trastornos psiquiátricos no, es una manera de estigmatizar. No se puede medicar sin saber escuchar. Si no se sabe escuchar, no se sabe medicar. No hay dos personas iguales en un trastorno mental. Cada persona viene con su mochila.

¿Qué diferencia hay entre hombres y mujeres en la incidencia de trastornos mentales?

Los trastornos mentales de causa biológica ante sufrimientos fetales o durante el embarazo son mucho más frecuentes en hombres que en mujeres. El autismo, los trastornos de conducta en la infancia, los trastornos por déficit de atención, de hiperactividad... Hay múltiples razones fisiológicas que propician una mayor protección del cerebro femenino. Pero también sabemos que las mujeres son más proclives a pedir ayuda.

¿Qué medidas son urgentes para dar respuesta a estos problemas en España?

¿Cuántos psiquiatras tenemos por cada 100.000 habitantes? ¿Cuántos psicólogos clínicos? Muchos menos que en la media de la Unión Europea. De cada 100 -que en España se invierten en Sanidad, que ya es menos que en nuestros países vecinos-, a la salud mental se destina un 5%, mientras que en Europa es un 7%. Ese 2% es muchísimo, es casi un 50% menos. Son datos objetivos. Habría que llegar a cifras más parecidas a las europeas, con 14 psiquiatras por cada 100.000 habitantes, en lugar de los 10 que en la actualidad hay en España. Eso ya supondría un aumento del 30%.

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