Kyle Wiens, el creador de iFixit que lucha contra las corporaciones convirtiendo consumidores en manitas

Reparar cosas era su pasión y quiere que sea un derecho. Kyle Wiens lucha contra las corporaciones con una plataforma global que recicla a consumidores en auténticos manitas.

D.R.

BRENDA CHÁVEZ

Viste jeans, camisas de cuadros y gafas con montura de acero, como un pope de Silicon Valley. Pero a sus 37 años, Kyle Wiens es un divulgador y activista del derecho a reparar en Estados Unidos, defiende el diseño sostenible y visibiliza los efectos del consumo acrítico de tecnología, así como la realidad de los residuos electrónicos que este 2021 han supuesto 57,4 millones de toneladas, más de lo que pesa la Gran Muralla China, según el WEEE Forum.

Además, Wiens es cofundador y director ejecutivo de iFixit, «la guía de reparación de todo escrita por todos», una plataforma global on-line que ayuda a arreglar gratis, paso a paso, desde un iPhone a una tostadora, sin registrarse y sin publicidad. Su biblioteca de más de 77.000 manuales y 179.000 soluciones, cubre más de 34.000 dispositivos. La empresa ha sido incluida cinco veces en el Inc. 5000, el ranking anual de las empresas de capital privado con más crecimiento de Estados Unidos y Europa. «He visto que los problemas con la basura electrónica se expanden de manera global. No creo que debamos fabricar algo que no se pueda arreglar», afirma.

Wiens creó iFixit con Luke Soules. Ambos habían crecido en Oregón y se conocieron en 2003 en la Universidad Politécnica de California, cuyo lema es: «Aprender haciendo». Cuando el iBook G3 de Wiens se rompió, buscó infructuosamente un manual de reparación y descubrió que Apple no comparte esa información con sus clientes. De aquella carencia, y de su indignación, nació la idea de su compañía. Están juntos desde entonces, como amigos, compañeros de kayak y socios comerciales al 50%. Parten de la convicción de que al desarmar algo, y entenderlo para arreglarlo, se pasa de ser un consumidor a un participante.

Ahora comparten sus manuales de reparación –su especialidad son los portátiles y móviles de Apple–, venden piezas de ingeniería inversa y kits con los que reemplazar pantallas o baterías. También ofrecen instrucciones «curiosas» para desatascar la trituradora de papel, poner suelas a los zapatos, encender fuego sin cerillas o rellenar el rasguño de una lente. Obtienen el 90% de sus ingresos de la venta de piezas y herramientas, el resto procede de la licencia del software desarrollada para escribir manuales de manera colaborativa y de capacitar a decenas de miles técnicos de reparación independientes en EE.UU. La firma deportiva Patagonia se asoció con iFixit para cumplir con su garantía de por vida.

Y la tecnológica Dell y la red solidaria de tiendas de segunda mano Goodwill también colaboran con ellos. Intentan que la tecnología adquirida resulte más asequible, fomentan los talleres de reparación y contribuyen a reducir los residuos aprovechando materiales. Al principio, vivían juntos en el campus y dormían en literas para dejar espacio al inventario. Luego, se mudaron a un apartamento, y de ahí a una casa con garaje que usaron como almacén. Cuando Wiens, cristiano devoto, anunció que se iba a casar –conoció a su mujer, Jen, en clases de Biblia–, sus amigos bromeaban diciendo que primero debía divorciarse de Soules.

Actualmente, iFixit, con sede en San Luis Obispo (California), tiene más de 150 empleados. El primer día reciben su escritorio por piezas para ensamblarlo ellos mismos y 400 dólares para comprar una bicicleta. Wiens, un excelente estratega, es la cara pública de la compañía. Soules supervisa las operaciones y la cadena de suministro. Lo que comenzó como un trabajo a tiempo parcial, se convirtió en un negocio rentable que pagó la universidad y la entrada para su primera sede. Podrían ganar más dinero si ese fuera su objetivo, pero solo una fracción de las visitas a su web reporta ingresos.

Algunas empresas codiciosas usan la obsolescencia programada para obligarnos a comprar productos nuevos

De hecho, dejaron de solicitar su inclusión en Inc. 5000 hace años porque no querían escuchar a más inversores potenciales y temían crecer más y tener que ganar dinero a toda costa. Wiens ha aplaudido que la Unión Europea aprobase la entrada en vigor este año del derecho a reparar, que obliga a las empresas a facilitar la reparación de sus aparatos: «Muchas compañías quieren fabricar artículos de calidad y la gente prefiere que las cosas duren. Pero algunas empresas codiciosas usan la obsolescencia programada para forzar a adquirir productos nuevos, incluso sabotean a los talleres locales manteniendo sus manuales de reparación en secreto. Cada año los fabricantes extraen más recursos, creando más residuos para obtener menos materias primas: el cobre es menos puro que hace 100 años; los rendimientos del oro han disminuido un 23% en seis años; y los microchips (en computadoras, coches, electrodomésticos...) cuestan más de lo que imaginamos. Fabricar uno requiere más de 31 litros de agua y cientos de químicos, incluido arsénico. Un móvil contiene docenas de microchips», explica.

En EE.UU., varios estados se mostraron a favor de una legislación sobre el derecho a reparar en 2018, pero aún no ha sido aprobada. «El lobby ha sido intenso, pero la marea comienza a cambiar: aunque Apple y John Deere siguen comprometidos a luchar contra sus consumidores –dice, irónico–, Motorola acordó comenzar a vender repuestos y Microsoft está cambiando de tono. Posiblemente se sumen más».

En octubre Microsoft, uno de los mayores opositores al derecho a reparar, atendió la petición de As you sow, una entidad sin ánimo de lucro en defensa de los accionistas, para que los consumidores puedan reparar sus dispositivos por personas ajenas a su red autorizada. Asimismo, hará accesibles nuevas piezas y documentación a finales de 2022. Actualmente, muchas corporaciones tecnológicas se apuntan a la economía circular, que aboga por reducir los residuos optimizando los recursos.

Pero Wiens considera que son empresas pequeñas y nuevas, como FairPhone o Frame.work, quienes están liderando esa tendencia. «Existen muchas oportunidades para modelos de negocio más circulares: vender un producto una vez y ganar dinero con las piezas, las actualizaciones o los servicios; recuperar el producto, re-fabricarlo y revenderlo. Los artículos duraderos reparables son mejores para los consumidores pero tamién para el planeta; es solo una cuestión de sentido común», asegura.

Wiens es un «manitas» y un «hombre de acción» como su abuelo, que manejó un portaaviones en la II Guerra Mundial, fue ingeniero en Corea y trabajó durante la Guerra Fría en un centro de investigación nuclear clasificada, pero también en IBM, donde ahorró para comprar un rancho en Powell Butte, Oregón. Las líneas eléctricas que conducen al nuevo centro de datos de Facebook recorren esas tierras, donde la madre de Wiens jugaba de niña. Aunque su abuelo conocía la Ley de la entropía –la segunda ley de la termodinámica, que garantiza que todo eventualmente se desgastará–, nunca dejó de arreglar y construir. Cuando eran pequeños, les llevaba a él y a su hermano a comprar aparatos rotos, desmontarlos y explorarlos.

Cuando fue a la universidad, le regaló una caja de herramientas y un soldador. Aunque a su abuelo no le entusiasmaba la expansión digital, a Wiens le gusta pensar que la misma determinación de luchar contra la entropía impulsa ahora su plataforma.

21 de marzo-19 de abril

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