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¿Blanco facial?

El negocio de las cremas blanqueadoras domina el mercado cosmético en África y mueve cifras millonarias, aún poniendo en riesgo la salud de miles de mujeres

Las calles de Acra, en Ghana, tomados por los carteles publicitarios que anuncian cremas blanqueadoras / d. r.

HELEN COOPER

En medio de una calle de Acra, la capital de Ghana, bajo un fuerte sol de mediodía, Semiratu Zakaru me explica por qué no va a tener éxito la nueva legislación que prohíbe algunas cremas blanqueadoras en su país. Mientras habla, su amigo Desmond se acerca con aire juguetón y la interrumpe: "Lo que tienes que hacer es dejar de blanquearte", le dice. Para Zakaru, que es peluquera y tiene 23 años, el consejo de su amigo es una sandez, por una razón: "Todas mis amigas son de piel clara". Por eso dice que no va a dejar de usar las cremas que durante año y medio han aclarado su piel -originalmente de color chocolate con leche- varios tonos.

Aquí, en el corazón de la industria multimillonaria que surte a África Occidental de productos para aclarar la piel, los mensajes son contradictorios. A las mujeres se les dice que está mal, e incluso que es ilegal, hacerlo, pero al mismo tiempo, las bombardean con mensajes -nada subliminales- que les dicen que lo blanco es "bello". En agosto pasado, la autoridad de seguridad alimentaria y farmacéutica de Ghana prohibió la venta de una serie de productos que incluyen la hidroquinona en su composición.

En algunas zonas, el 70% de las mujeres usan estas cremas y se teme un repunte del cáncer de piel

Este ingrediente es el que interrumpe la síntesis y la producción de la melanina, un pigmento que ayuda a proteger la piel de la radiación solar. Se estima que, en algunas zonas de la región, la proporción de mujeres que utilizan cremas blanqueadoras llega al 70% y algunos funcionarios de salud pública temen que se produzca un fuerte repunte de los casos de cáncer de piel. Sin embargo, la prohibición no ha afectado a los innumerables carteles publicitarios que indican cómo conseguir una piel "perfectamente blanca". Y las cremas y las lociones todavía siguen estando a la venta en las tiendas.

El escuadrón lejía

En el mercado de Makola, un sinfín de comercios tienen las estanterías repletas de pociones blanqueadoras. Algunas incluso ofrecen fotografías del "antes y el después". La foto de "antes" muestra unas piernas cruzadas de color marrón claro; la de "después", unas piernas totalmente blancas. Los hombres tampoco abandonan su dilatada "querencia" por las mujeres de piel clara. La mayoría no lo dice abiertamente, pero aquí, desde hace mucho tiempo, cuanto más elevado es el lugar que ocupa un hombre en la sociedad -empresarios, jugadores de fútbol, presidentes-, mayor es la probabilidad de que su esposa o su novia tengan la piel clara.

"Por suerte, mi hija es más clara que yo", dice el político encargado de explicar la prohibición"

En Acra, una de las representantes enviadas por las autoridades para comentar la prohibición con la prensa provocó la hilaridad de los periodistas, porque, según ellos, su propia piel parecía artificialmente blanqueada. Poco después, el funcionario del Gobierno ghanés encargado de supervisar la aplicación de la prohibición afirmó, en una entrevista, sentirse aliviado de que la piel de su hija de tres años no fuera tan oscura como la suya. "Afortunadamente -dijo Emmanuel Nkrumah-, es más clara que yo". Al expresar su alivio, capturó, con una palabra, el conflicto inherente que subyace en la acción del Gobierno: mientras se prohíben productos que blanquean la piel, persiste el mensaje que la sociedad -incluso desde las instituciones- envía a las mujeres: la piel más clara es mejor.

El político dijo "afortunadamente" porque su hija tendrá menos posibilidades de que le digan que su piel es demasiado oscura para ser bella. "Afortunadamente", porque su hija no se preguntará, al ver los carteles en las calles de Acra, por qué ninguna de esas mujeres se parece a ella. Lo que se le escapó a él fue, en suma, el reconocimiento de un hecho sin el filtro de lo políticamente correcto. Durante la investigación para este reportaje, me acompañan una colega ghanesa, Eugenia Tekorang, y la fotógrafa Jane Hahn. Tras varias entrevistas acabamos llamándonos a nosotras mismas en broma "el escuadrón lejía". ¿El motivo? Cada vez que hacemos una entrevista nuestros entrevistados acaban hablando, y opinando, sobre nuestros tonos de piel.

Jane, norteamericana de origen coreano, vive habitualmente en Senegal, así que su tono de piel está más bronceado que el de las mujeres de Seúl, muchas de las cuales utilizan blanqueador. Pero en el África Oriental, Jane es percibida como blanca. Yo nací en Liberia, pero desciendo de los esclavos americanos liberados que colonizaron el país en 1822 y que se mezclaron en algún momento con blancos de Norteamérica; así que soy más bien "café con leche", y se me considera de piel clara según los estándares.

Eugenia, que proviene de la región de Larteh, en el este de Ghana, tiene un tono oscuro como la corteza de chocolate. Llama mucho la atención. Y, sin embargo, a las tres nos decían constantemente que Jane y yo teníamos el color de piel deseado. "Nosotras usamos las cremas para estar guapas como vosotras", nos dice, por ejemplo, Beatrice Lampty, una comerciante del barrio de Jamestown. "Cuando tuve a una chica de piel clara trabajando como secretaria la gente hacía cola en la oficina", recuerda Edmund Nminyem Delle, un dermatólogo que lleva tres décadas haciendo campaña contra el blanqueamiento.

Abajo los anuncios sobre las bondades de la piel clara, y arriba, campaña del Gobierno ghanés defendiendo el color natural... / d. r.

El color de una Barbie

"Le ruego que me perdone por lo que le voy a decir -se disculpó Nkrumah el funcionario, ante Eugenia cuando fuimos a entrevistarle (y dirigiendo la mirada a Jane y a mí)-, pero, si hablan con 10 hombres, solo encontrarán a uno que les diga que usted le resulta más atractiva que estas dos señoras". Eugenia, que no se blanquea, dice no sentirse afectada por estos estereotipos: "He aprendido a quererme". Lamentablemente no todas las mujeres en Ghana tienen un sentido innato de la autoestima como ella.

Los intentos de Barbie por representar una imagen diversa no son suficientes: las niñas negras aún prefieren a las Barbies blancas. / d. r.

"Mis hermanas pequeñas tenían la piel clara y yo era oscura -relata Comfort Arthur, una realizadora de cine de animación y actriz de 31 años-. Durante toda nuestra infancia, la gente decía lo guapas que eran". Cuando su madre le dio una muñeca Barbie negra, recuerda que se echó a llorar y le dijo: "Quiero la blanca". Durante años, se le quedaron grabadas las comparaciones constantes con sus hermanas. A los 23 empezó a blanquearse la piel y se le aclaró considerablemente, hasta que una buena amiga la sentó y le dio una charla.

"Solo entonces me di cuenta de que tenía la autoestima baja", dijo. Lo cual es absurdo: además de tener una belleza natural, Arthur cuenta con dos masters. Su piel tardó un año en volver a su matiz natural de color chocolate y desde entonces la cineasta ha estado esforzándose por aceptar cómo se ve a sí misma. Escribió el guión de una película de animación titulada Black Barbie en la que aborda la experiencia de su infancia.

Es cierto que en todas partes del mundo hay quien quiere blanquearse la piel pero... ¿también en África? Si no puedes tener la piel oscura en África, entonces ¿dónde? El porqué tiene un origen que se remonta varios siglos y dice mucho sobre los efectos lacerantes de la colonización que aún colea. Cuando los europeos colonizaron el continente africano se trajeron consigo la creencia secular en su superioridad racial, y establecieron una estructura de clases que sigue existiendo aún hoy, 50 años después del proceso de independencia colonial africana. En muchos países del África Occidental, en el nivel superior de esa estructura de clases se sitúan los expatriados blancos, ya se trate de diplomáticos europeos residentes en barrios acomodados o del personal de la embajada de EE.UU.

Y no son exclusivamente las mujeres quienes desean disponer de una crema blanqueadora. Braimah Kamoko, el boxeador de peso pesado de Acra conocido como Bukom Banku, provocó un gran revuelo en 2016 cuando confirmó a los periodistas que estaba blanqueando. En pocos meses, Kamoko pasó de tener una piel marrón oscura a un tono amarillento,

gracias, según declaró, a un ungüento. "Me estoy blanqueando la piel porque, cuando John Mahama gane las elecciones de 2016, me nombrará embajador en Alemania", dijo Kamoko a la emisora Radio Gold, en referencia al presidente de Ghana [que perdió finalmente los comicios]. Tener una piel más clara, en opinión del deportista, "hará que el pueblo alemán sepa que los alemanes y yo somos uno". El boxeador fue objeto de numerosas burlas cuando hizo esas declaraciones, y para cuando Eugenia, Jane y yo dimos con él en los alrededores de su casa del barrio de Jamestown, ya había dejado, aparentemente, de blanquearse la piel y había recuperado su tono oscuro. Según él, la prohibición del Gobierno no conseguiría acabar con la práctica.

Es, ciertamente, difícil imaginar cómo va a aplicar el Gobierno la prohibición sin abordar al mismo tiempo la publicidad. Acra, al igual que Lome, Monrovia y Lagos, está salpicadas de anuncios que muestran la belleza como una característica asociada a la piel clara. No son solo los anuncios de cremas blanqueadoras, de los que hay en abundancia; uno de ellos, situado en la carretera de la Liberación, a menos de un kilómetro del aeropuerto de Acra en dirección al centro, tiene como lema Perfect White (Blanco Perfecto), y lo ilustra la imagen de una modelo sonriente, de piel clara y adornada con una coleta. "Tus sueños pueden hacerse realidad", promete el anuncio.

Con las manchas

Lo mismo ocurre en anuncios de ordenadores o ropa, donde aparecen mujeres de piel clara mostrándose "frescas" (otro eufemismo para "piel clara"). De hecho, si fuera por los carteles de Acra, sería difícil creer que haya gente de piel oscura en este país. "Me rompe el corazón -dice la actriz Ama K. Abebrese-. No pasa un día sin que llegue a una ciudad y vea un anuncio que me diga que necesito una piel blanca. Estamos en un país africano, y eso es como si te golpearan en el estómago".

Espectáculo en blanco y negro

  • El blanquemaiento de piel no es exclusivo de África. Ni del malogrado Michael Jackson. En Estados Unidos, a principios de 2016, la estrella del rap norteamericana Lil´ Kim publicó unas fotos en las que aparecía irreconociblemente... blanca. La piel de Sammy Sosa, estrella del béisbol, también se volvió más clara después de usar una crema blanqueadora. La llegada de Trump a la Presidencia, además, invita al pesimismo. La escritora Toni Morrison, premio Nobel de Literatura, escribió, tras la victoria del magnate, un artículo titulado "Llanto por la blancura", en el que reflexionaba acerca de este tema. Morrison ponía como ejemplo una serie de cosas que los blancos dan por hecho (y que para los negros no son comunes): "El no ser observado con desconfianza en unos grandes almacenes", por ejemplo.

Nkrumah reconoce que la prohibición es un (pequeñísimo) primer paso, y que tendrán que hacerse cambios en materia de educación para cambiar la forma en que la sociedad percibe la piel negra. Pero su labor como funcionario de la agencia de seguridad farmacéutica consiste, dice, en intentar proteger a la gente de los efectos perniciosos de los blanqueadores de piel y la exposición solar. "En esta parte del mundo siempre brilla el sol, así que hay más cáncer de piel", dice.

En Jamestown, Lydia Neequaye, una vendedora de galletas de 46 años que comenzó a blanquearse la piel a los 21, dice estar contenta con la prohibición. "¿Qué he conseguido?", se preguntaba. Cuando dejó de blanquearse hace pocos años, algunas zonas de su piel recuperaron el tono natural. Pero sigue teniendo manchas blancas.

21 de marzo-19 de abril

Aries

Como elemento de Fuego, los Aries son apasionados y aventureros. Su energía arrastra a todos a su alrededor y son capaces de levantar los ánimos a cualquiera. Se sienten empoderados y son expertos en resolver problemas. Pero son impulsivos e impacientes. Y ese exceso de seguridad en sí mismos les hace creer que siempre tienen la razón. Ver más

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