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Nos colamos en las cocinas de 'Masterchef'

Nos colamos en las cocinas de ‘MasterChef’ para ver a los concursantes en acción y hablar con los jueces y la presentadora sobre el éxito de un formato pionero en nuestro país.

Samantha Vallejo-Nágera, Loles León, Eva González, la chef María José San Román, Pepe Rodríguez, el actor Fernando Tejero y Jordi González. / Masterchef

Miriam Rubio
MIRIAM RUBIO

Encender los fogones que ocupan el plató de 'MasterChef' es el sueño de muchos aspirantes a cocineros. Y no es un deseo fácil de cumplir. Más de 20.000 personas se presentaron al casting este año. Solo 16 lograron cruzar las puertas y convertirse oficialmente en concursantes de 'MasterChef 5'. Durante los siete primeros programas han caído ocho concursantes. A estas alturas del concurso la tensión es máxima. Quieren ser el mejor. Esa tensión del concurso se mezcla con el buen ambiente del equipo y se transmite cuando cruzamos la puerta del plató para pasar un día entre ellos viendo en vivo y en directo cómo se cocina uno de los programas de más éxito de la televisión.

Buena parte del mérito de ese triunfo lo tienen su presentadora, Eva González, y los tres jueces: Samantha Vallejo-Nágera, Pepe Rodríguez y Jordi Cruz. Ellos llevan trabajando con los concursantes desde hace cuatro años. En ese tiempo se han enfrentado a las cinco ediciones de MasterChef, pero también a las cuatro de la versión infantil y a la de celebrities que ganó el actor Miguel Ángel Muñoz.

Jurado por un día

Precisamente en aquella temporada, la que llevó a los famosos a las cocinas, aparecieron dos actores que dieron mucho que hablar: Fernando Tejero y Loles León. Uno, competitivo, esforzándose al máximo; la otra, vivaracha y en ocasiones lenguaraz. Juntos, prepararon algunos platos más que deliciosos, pero también dieron espectáculo televisivo del bueno. De paso, establecieron una estupenda relación con el equipo, especialmente con los jueces. Ellos son los invitados sorpresa del programa al que asistimos. Les toca controlar y valorar el cocinado de la prueba. Y el asunto no deja de tener su intríngulis. También su guasa, porque el ingrediente que pone en jaque a los concursantes es el arroz, un alimento con el que Loles tuvo sus más y sus menos. «A mí se me quemó el más grande que hice», reconoce la actriz. Pero la metedura de pata no fue en vano. «Aprendí a conocer los distintos tipos», nos cuenta mientras esperamos a ver a los concursantes en acción. En este programa tendrá que pasearse de puesto en puesto revisando los pasos que dan. Una vez que acaben, serán los jueces quienes, acompañados por la chef María José San Román, que ostenta una estrella michelin y es toda una experta en este ingrediente, catarán las creaciones de los concursantes, un momento que a Samantha le gusta particularmente.

Sabores y calidad

«Me encanta probar los platos», dice Vallejo-Nágera. Aunque reconoce que no todo lo que prueban les gusta. «Hay veces que no está pagado», comenta entre risas. «Cuando está bueno nos lo comemos entero, pero a veces digo: ‘Mira, esto no me lo tomo’». Este año tienen suerte en eso, el nivel está alto. Mucho. «Cada año es superior. Empezamos con gente que no sabía a lo que venía y ahora se preparan las pruebas, sabe cómo somos, lo que buscamos… nos conocen mejor. Hay quien me ha dicho que se está preparando para presentarse el año que viene». Su compañero, Pepe Rodríguez opina: «Es diferente a anteriores ediciones. Cocinan muy bien y es de las veces que mejor les he visto hacerlo. Quizá es que siempre buscamos a la crème de la crème».

Mientras charlamos con ellos, los concursantes preparan sus recetas en los fogones y el aroma se esparce por el plató. Es mediodía y a todo el equipo se le hace la boca agua. A la hora del aperitivo las cocinas están a todo gas, pero los únicos que probarán los platos son los jueces. Su experiencia les ha hecho ganarse el puesto a pulso. Y Jordi no consiente que nadie se lo tome a cachondeo. «Paso muchas horas en el tren y no tengo ni un minuto libre a nivel personal para venir, así que me gusta que lo respeten y que lo aprovechen». Como ven, tan implacable como siempre.

«Sacrifico mi descanso para hacer MasterChef», confiesa el chef catalán, que asegura también que su prioridad es estar en su restaurante, Abac, y su labor creativa. Trabaja hasta cuando viaja de Madrid a Barcelona. «Durante las horas de tren también estoy cocinando. Mi gran valor, aparte de la gestión, es la creatividad y eso lo puedo hacer desde cualquier parte», confiesa. Así compagina el trabajo que le ha dado fama con su papel en este formato. Lo mismo hacen Samantha y Pepe, que gestionan sus negocios –ella el catering Samantha de España y él el restaurante El Bohío– a la par que graban aquí y allí programas de 'MasterChef'.

«Un gran cocinero francés, cuando le preguntaban quién cocinaba en su casa cuando él no estaba, respondía: “Los mismos que cuando estoy”», nos cuenta Pepe. «Yo soy el primero que sufre por no estar en mi cocina, pero sé que me puedo ir porque tengo un equipo». Eso ha hecho que las cosas cambien. «Cuando era pequeño y mi madre se ponía mala, cerrábamos el restaurante porque estaba sola. Hoy tengo 15 personas en la cocina», dice.

Juez, no concursante

Por eso puede embarcarse en proyectos como MasterChef, un concurso en el que es feliz como juez, pero al que nunca se hubiera presentado como concursante. «Muy en mis inicios me tendría que haber pillado», reflexiona antes de contarnos: «Cuando llevaba un año en esto me empujaron a apuntarme a un concurso de cocina en Toledo, era el campeonato provincial y lo hice fatal. No estaba preparado. Hice la cosa más mala del mundo. Y me dije que jamás me presentaría a un concurso de cocina».

Ahora muchos intentan hacerse un hueco en la gastronomía presentándose al programa, pero el camino es largo y pedregoso. Exige mucho sacrificio. Así lo retratan los tres jueces mientras esperan a que les toque probar los arroces. Ellos tienen claro que su pasado, su presente y su futuro inmediato están ligados a la gastronomía. Aunque no siempre fue así para todos. «Yo caí en una cocina profesional a los 18 años por una apuesta», cuenta Samantha. «Fue con el dueño del restaurante Horcher, que era amigo de mis padres». Recuerda divertida que él la retó a trabajar. «Me dijo que al día siguiente me quería ver en Horcher y yo fui. Entonces estudiaba paisajismo pero fui para la apuesta y me quedé dos años».

Después se marchó a Londres, más tarde a Lyon y después recaló en Nueva York. «Me compré una paella para 30 personas y la gente me llamaba para que cocinara en su casa. Yo iba con mis patines a la compra y de ahí a casa del cliente». Luego vino el catering que le ha dado fama y años más tarde, su encuentro con MasterChef, donde ya se siente como en casa.

Aunque bromeen con que las grabaciones son tan intensas que luego no quieran verse, son un grupo muy unido. Por eso cada vez que salen a una prueba de exteriores fuera de Madrid, buscan un lugar para cenar en amor y compañía y allí van los tres a seguir paladeando con Eva González, que en el programa se queda con las ganas, al menos ante las cámaras.

Ritmo frenético

Durante nuestra visita, apartados del plató a la fuerza para que la cata sea a ciegas, van y vienen por los pasillos. Hablan con el equipo y bromean. Llevan ya unas horas de grabación y les quedan otras tantas pero se lo toman con humor. Al día siguiente, para la prueba de exteriores, visitarán a Dani García en Bibo, el restaurante que el chef ha abierto en el madrileño paseo de la Castellana.

Tras eso, vuelta al plató para la prueba final, que tendrá dos protagonistas: la repostería y la diseñadora de tartas Patricia Schmidt. Como ven el ritmo en incesante, pero las satisfacciones, también son muchas. Entre ellas saber que han puesto su granito de arena para democratizar y poner en el mapa un mundo que antes no se conocía. Han logrado que cuando se apagan los focos del programa la gente siga pensando en la gastronomía no solo como parte del ocio, también como un lugar donde pasar el futuro.

21 de marzo-19 de abril

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