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“Mi padre fue valiente en los toros, pero cobarde para abrazarme”

Charlamos con el torero de su infancia, su familia y su inexistente relación con su padre, el diestro Manuel Benítez, 'el Cordobés. También de de su hermano Julio Benítez, convaleciente tras un accidente de motocicleta.

Manuel Díaz posa durante el Land Rover Discovery Challenge. / jaguar land rover.

Beatriz Cortázar
BEATRIZ CORTÁZAR

En plena temporada taurina, Manuel Díaz, 'el Cordobés'(48), se ha sumado a la VIII edición del Land Rover Discovery Challenge, demostrando que la aventura es una de sus pasiones. Un accidente impidió que compitiera con su hermano, Julio Benítez. Más sincero que nunca, el diestro habla de sus pasiones, su familia y de la última desgracia en los ruedos. Como para no quererle.

  • Corazón Se embarcó en la gran aventura de la Land Rover Discovery Challenge con la pena de la muerte en el ruedo de su compañero Iván Fandiño. ¿Se nos ha olvidado que los toreros se juegan la vida en la plaza? Manuel Díaz Me enteré de su muerte en el callejón de la plaza de Torrejón, donde se estaba lidiando el último toro. Y nos quedamos helados. Cuando llegué a casa me encontré mal, estaba abstraído de todo. Hablé con mi familia y les expliqué que lo que había pasado no era normal, ya que no podemos normalizar que nos jugamos la vida. Estamos habituados a salir de casa para ir a torear con una despedida al uso, pero perdemos la noción de que un toro te puede quitar la vida. Sin duda, ha sido una pérdida muy dolorosa. Conocía a Iván. Era un chaval con mucho pundonor, un luchador, padre de una niña… El único consuelo que puede quedar es que ha muerto haciendo lo que quería. Que Dios lo tenga en su gloria. A su familia solo puedo decirle que aquí están el mundo del toro y sus compañeros para lo que necesiten.

  • C. ¿No se plantea dejar los ruedos cuando piensa esos riesgos? M.D. Claro que lo piensas. Por suerte tengo una vida mejor de lo que hubiera podido imaginar, pero reconozco que, cuando me visto de torero, siento algo especial, algo que supera a todo. Tienes tantas ganas de estar frente al toro, que esa felicidad puede con el resto. Soy consciente y sé lo que me juego, pero no lo pienso.

  • C. ¿Cuándo sale de su casa no se despide pensando que puede ser la última vez que los vea? M.D. No. Si pensara de esa manera no viviría. Sería un trauma. Me preparo, me cuido, entreno… Pero una cornada en un sitio malo puede acabar con todo. Iván se arrimaba mucho. En el mundo del toro todo es muy real y esa es su grandeza, que el torero da su vida por defender la continuidad del toro bravo.

  • C. Un discurso que solo los taurinos comparten, porque hay un sector radical de antitaurinos que no lo ven así. M.D. Hay una falta de respeto en las redes sociales que, estoy seguro, hasta las madres de los que han dicho esas burradas se tienen que horrorizar. Torear es legal en este país. Además de una profesión, es una suma de arte, cultura e historia que no tienen esas personas, porque solo se basan en el odio. Otra cosa es que cada uno defienda sus puntos de vista, pero desde el respeto. Yo respeto a todos, cosa que no sucede a la inversa. Lo peor de todo es que muchos son chavales que no saben ni lo que están reivindicando. Les cuentan cuatro cosas y van a las protestas sin entender nada. Una vez, presentando un libro, me topé con un grupo de chavales antitaurinos que acabaron pidiéndome autógrafos. Sin embargo, los que les mandan están escondidos.

  • C. Lleva una temporada muy buena en la que, además, ha compartido muchas tardes con su hermano Julio Benítez. ¿Ha empezado a cuajar el sentimiento fraternal o solo son dos toreros que comparten cartel? M.D. Hay una mezcla de sentimientos. El artífice de todo lo que nos ha pasado fue mi hermano Chema, que ha sido quien ha estado en medio. Siempre he tenido interés en conocer a Julio y ni él ni yo nos hemos escondido. Cada uno tiene que vivir su vida como le toca, pero ya depende de ti hacer que tu vida sea bonita o fea. Eso es lo único a lo que tienes acceso. Recuerdo el primer día que nos vimos en una cafetería junto a Chema y un banderillero de Julio. Antes de salir de casa estaba vistiéndome con mi mujer y ella me tranquilizaba, porque estaba nervioso, ya que no sabía lo que iba a sentir. Nada más verme con Julio, lo primero que noté fue respeto y admiración, y sentí que tenía interés en mi carrera. Estuvimos más de dos horas hablando y de esa conversación surgió la idea de torear juntos. Se lo comenté, le pregunté si él tenía algún problema y así surgió todo. Fue una primera vez a solas con la naturalidad con la que, creo, hay que hacer estas cosas. Después de ese momento presentamos nuestra primera corrida y hemos mantenido el contacto. Hemos salido juntos en bicicleta por Marbella, hemos tenido almuerzos, cenas...

Puede que Julio vuelva a los ruedos en agosto. Es su deseo"

  • C. ¿Lo siente como un hermano? M.D. Seguimos con un contacto fluido, hablamos y estamos pendientes el uno del otro. Está empezando algo más de lo que pueda notar con otro compañero. Ha estado en mi casa y conoce a mis hijos, que le llaman tito Julio. De la misma manera que nuestras mujeres han estado juntas. Ante algo así, nadie puede frivolizar con la relación y, cuando nos enteramos del accidente que tuvo con la moto, decidí que no podía anteponer mis deseos a los de su familia. Por eso opté por no ir a verle al hospital, porque no quería incomodar ni crear tensiones. No iba a llegar allí llamándole hermano delante del resto de la familia, porque iba a parecer un chalado. Estuve informado de todo por su pareja, pero uno, en cada situación, debe de saber cuál es su sitio.

  • C. Tenían citas en los ruedos que se han tenido que suspender. ¿Podrá salvar la temporada? M.D. Es posible que vuelva a los ruedos en agosto. El otro día hablamos por teléfono y ese es su deseo. Es una pena que no haya podido estar en el Land Rover Discovery Challenge y no veas la pena que ha sentido por perdérselo.

  • C. ¿Cree que los toreros deben montar en moto? M.D. Julio salía de comer con su madre y un coche se saltó un stop. Sí podemos ir en moto, pero no hacer locuras. Días atrás íbamos los dos en bici y me caí yo por un barranco. El pobre Julio se quedó blanco y me dijo que había estado a punto de perderme la temporada. Por suerte no me pasó nada. Es el destino. Dentro de lo malo que le ha pasado, en dos meses va a estar bien. Le he dicho que se cuide, que entrene, que no coma mucho que la ansiedad es muy mala y que vuelva en cuanto pueda. Reconozco que estoy feliz a su lado, porque creo que él también lo es. Es un chaval con gran respeto. En nuestra primera conversación le dije que iba a ser normal a su lado, que no pensaba remover heridas, porque soy consciente de los asuntos que no quiero tocar. El día que necesitemos hablar, lo haremos entre los dos. Es mejor que fluya el tiempo entre nosotros.

  • C. ¿Y de su padre qué sabe? M.D. No sé nada de él. Cuando tenía 12 años mi madre me llevó a ver a mi padre. Todas las noches nos parábamos en el portal de su casa de Córdoba y me quedaba jugando en la escalera con un muñeco. Pasábamos horas allí. Mi madre llevaba un bocadillo y agua. Así estuvimos muchos días, hasta que, por fin, paró un coche y mi madre me dijo que ahí estaba mi padre. Salí corriendo y me agarré a la ventanilla del coche para llamarle papá y solo vi un hombre que me miró y que le indicó al conductor que arrancara. Me quedé mirando a mi madre, que empezó a llorar. Esa imagen se me ha quedado grabada. Ahí se me encendió una llama con la misión de encontrar a mi padre. Ahí empezó mi lucha. Al ver a mi madre desolada con las manos en la cara en medio de una calle, con un coche que aceleraba, tuve la sensación de que el mundo se hundía.

  • C. Una situación, sin duda, muy dura. Tanto para su madre como para usted. M.D. A mi madre siempre le agradeceré que, en esta lucha, nunca me hablara mal de mi padre. Jamás. Todo lo contrario. Mi abuela me decía que era el mejor torero y, por eso, era un Dios para nosotros. Crecí queriéndole, hasta el punto de que un día quise seguir su profesión. Mi madre siempre me ayudó y consiguió que entrara en la escuela taurina que, para colmo, llevaba su nombre. Cuando saltó la noticia fue un boom, pero mi madre siempre se mantuvo en un segundo plano. Y eso que no veas la ruina que había en mi casa, porque las cosas no iban bien. Pero a los 18 años salí de mi casa para quedarme en Córdoba. Mi único objetivo era encontrarme con mi padre y saber por qué me abandonó. Así he seguido durante todos estos años. Llegó un día en el que hablé de ello con mi madre, porque mis hijos preguntaban por el abuelo. Un día vi en la televisión a un abogado que era un fenómeno en asuntos de paternidad y decidí llamarle. Le dije cuál era mi necesidad, porque no quería permitir que mi madre se fuera sin que se reconociera su verdad. Era mi último cartucho.

  • C. ¿Con esto quiere decir que no le sorprende la última reacción de su padre? M.D. Yo puedo cambiar mi vida, pero no obligar a nadie a que me quiera. Aunque eso no me impide querer a mí a mi manera.

  • C. ¿Le molesta que su padre diga que las corridas con su hermano son un tema comercial? M.D. Julio y yo hemos hablado de esto y sabemos lo que cada uno hemos sufrido. Si hubiera querido destrozar a mi padre... Me he guardado mil cosas que podía haber usado contra él, pero que se irán a la tumba conmigo. Jamás he querido hacer sangre y no he usado a mi madre. Respeto su reacción.

  • C. ¿Aun espera ese abrazo? M.D. Más por él que por mí, porque pienso que se lo merece. En el fondo de su corazón lo necesita, porque sería sanar un error que cometió en la vida. Fue muy valiente con los toros, pero un cobarde en algo tan sencillo como abrazar a un chiquillo. Para que descanse en paz y vea que la vida no es tan mala. Yo tengo a mi madre, mi mujer y mis hijos y solo pienso en mi vida y los cimientos que hemos construido.

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