En el mismo momento en el que ensayaba el evento de la entrevista a unos de los artífices del pensamiento por la paz contemporáneo, la noticia de la aparición del cuerpo del pequeño Gabriel se iluminada telegráficamente en la pantalla de mi móvil. Un escalofrío me recorrió el cuerpo en forma de hilo infinito que llegaba desde Almería, recorriendo toda la geografía y cargando emociones demasiado densas. La entrevista a Prem Rawat, escritor, pensador y orador indio afincado en Estados Unidos, ha congregado a más de tres mil personas en la Caja Mágica de Madrid y otros muchos miles vía streaming, deseosos de escuchar su mensaje.
Un hombre que ha hablado ante grandes mandatarios y lleva su mensaje de paz como responsabilidad de cada ser humano desde la sede de Naciones Unidas hasta el último rincón remoto de África. Un contador de historias que remueve almas y sonsaca sonrisas ante la evidencia de las cosas sencillas que nos muestran el camino.
Ha llegado a España para presentar su último libro, Cuando el desierto florece, con relatos cortos llenos de reflexión. Historias que cuenta desde muy corta edad, con una oratoria muy sencilla heredada al fallecer su padre, del que aprendió el mensaje pacificador. Rawat imprime quietud y sonrisa a su presencia cuando le saludo y una vez en el escenario, no puedo evitar seguir su discurso, que atrapa por la hipnosis de la evidencia simple al llevarnos a la moraleja del cuento.
Era un 11 de marzo y, como hacían los alumnos de Krishnamurti en sus discursos transcritos en algunos libros, no pude evitar abordar el tema del sufrimiento humano. ¿Cómo hacer para afrontar el dolor para acompañar a las personas que han vivido la violencia de cerca?
El pequeño gran hombre que tenía sentado ante mí respiró profundo y cerró los ojos por una milésima de segundo asintiendo y entendiendo lo que le planteaba. Con una pequeña y generosa sonrisa me dijo, "no hay que afrontarlo, está ahí". No es necesario hacer frente a algo que solo te causará más dolor si lo miras desde ese foco. Qué quieres hacer con esto que te acaba de suceder y en qué quieres convertirlo, depende de ti. Habló mucho más el sabio señor y todos escuchamos haciendo nuestra propia interpretación de sus palabras.
Hoy sigo pensando en esa gestión del sufrimiento al ver a la madre de Gabriel hablar de la lectura que debemos hacer de los sentimientos de unión y afecto creados por el triste fallecimiento de su hijo. El aplomo con el que Patricia pide recordar a su hijo con armonía y amor hacia la "gente buena que hay en el mundo", no evita que me venga a la memoria la imagen de un bebé recién nacido en brazos de la mujer que hoy nos da una lección tan grande como el mensaje de Rawat.
¿Qué queremos hacer con el dolor que nos causa algo tan atroz? Reconocer la capacidad infinita de amar y transformar la rabia en mensaje ejemplar es más fácil que practicarlo cuando la muerte de tu ser más querido te estalla en el alma como una granada para dejarte destrozado. Pero nos ayuda a entender que el humano es bueno por naturaleza y que un niño, un hombre sabio, unos padres abatidos de dolor o nosotros mismos podemos ser nuestros propios maestros si miramos desde otro prisma.
Es la gran verdad que queda como lectura de estos días convulsos pero que invitan a atender a nuestro compromiso con aquello que (nos) sucede.
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