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Salen a la luz los diarios secretos del biógrafo de Isabel de Inglaterra

Kenneth Rose, cronista de la corte británica, escribió unos diarios personales con todo aquello que no podía contar de la familia real. Ahora se han publicado y no dejan en buen lugar a la reina Isabel II.

Isabel de Inglaterra en una de sus últimas apariciones públicas. / Gtres

HUGO DE LUCAS

Cuando pasas 40 años dedicado a conocer la intimidad de la familia real británica, sin duda se llega a acumular un material muy jugoso. Sin embargo, Kenneth Rose apenas desveló una pequeña parte de lo que pudo averiguar. Precisamente su discreción permitió a este periodista y biógrafo, fallecido hace cinco años, acceder al entorno de palacio y trabar una estrecha relación con el trono.

El material más escabroso lo guardó en sus diarios personales, que ahora ven la luz para incomodidad de la reina, cansada de soportar una vez más que sus miserias familiares se conviertan en motivo de tertulia de bar. Juzguen si no.

En diferentes capítulos de sus diarios, Rose hace referencia al carácter de Isabel II, a la que llega a describir como un ser solitario, poco emotivo pero maternal, aunque solo con sus perros: " Estamos de acuerdo en que la reina es buena con los ministros, embajadores y representantes de la Commonwealth, pero no con sus hijos ni con otras muchas personas".

No es casual que junto a esta anotación incluya la confidencia que le hizo una decoradora que, además de trabajar para la reina, le enviaba cartas a menudo: "La única vez que me respondió fue cuando le mandé un mensaje de cariño después de la muerte de uno de sus perros a causa de una pelea con otro can de Clarence House. Escribió seis páginas dedicadas a su recuerdo".

Tampoco parece una abuela entregada. El duque de Kent, primo de la reina, reveló a Rose que en la comida de Navidad ella siempre ordenaba que los niños comiesen en otra habitación distinta a donde se reunían los adultos. Cuando consideraba que había acabado, permitía abrir las puertas del comedor para que entrase lo que describía como «la horda» infantil.

Todos contra Diana

La princesa de Gales adquiere un gran protagonismo en estas memorias íntimas y, a través de ella, también su esposo. En 1981 Rose escribía esto: "Duke Hussey [futuro presidente de la BBC] ha estado alojado en [el palacio de] Balmoral. Cuenta que los rumores sobre el aburrimiento de la princesa Diana son exactos: el príncipe sale a las nueve para cazar o pescar y ella no lo vuelve a ver hasta las siete. Dukie se pregunta si será un rey lo bastante bueno: no lo cree. El príncipe es demasiado inmaduro y el contraste con el estilo firme de la reina le perjudicará".

El periodista consideraba a Lady Di poco menos que una estúpida. Certifica que el príncipe Carlos la llegó a aborrecer y que la respuesta de ella fue hacer todo lo posible para ensuciar su imagen y que no llegara al trono.

Sin embargo, el episodio más sorprendente de esa relación fue precisamente su final, según se relata en los diarios: "La princesa de Gales pidió ver a la reina antes de la cena para decirle que quería separarse de Carlos. La reina tenía prisa por vestirse, así que le dijo que la conversación tendría que reanudarse al final de la noche. Luego, la reina se sentó a cenar con los primeros ministros e incluso habló conmigo. Es increíble cómo, en esas circunstancias, se mantuvo tan tranquila y alegre. En comparación, los príncipes tenían la cara roja y agitada".

Pocas simpatías concitaba Diana dentro de palacio. Margarita, la hermana de Isabel II, le mostraba una inquina especial, hasta el punto de confesar a Rose, pocos meses antes del accidente mortal, que a la familia le gustaría ver a la princesa y a Sarah Ferguson desaparecer para siempre de sus vidas.

No le mostró compasión ni siquiera tras su fallecimiento (1997): Margarita fue una de las familiares que rechazó la propuesta de levantar un monumento a su memoria en el palacio de Kensington. Rose le preguntó si era verdad que se oponía, y ella le contestó: " Por supuesto que no lo queremos. Al fin y al cabo, ella vivía en la parte trasera de la casa".

La Reina Isabel de Ingalterra, Felipe de Edimburgo y los duques de York, el príncipe Andrés y Sarah Ferguson en 1991. / Gtres

Un fantasma en Sandringham

Rose incluye esta anotación en enero de 2001: "Prue Penn [la dama de honor de la Reina Madre] me cuenta que en Sandringham, en verano, la Reina la invitó a asistir a un pequeño servicio religioso oficiado por el párroco local en una de las habitaciones. La Reina Madre también estuvo presente. Algunos de los criados se habían quejado de que la habitación estaba embrujada y no querían trabajar en ella. […] El párroco dijo que la atmósfera opresiva y perturbadora que detectó allí podría deberse a la princesa Diana: sabía que esas cosas pasaban cuando alguien sufría una muerte violenta".

La querida Sarah

La relación del periodista con Sarah Ferguson fue mucho más cordial que con Diana. De hecho, Rose llegó a ser uno de sus confidentes. Por eso conoció de primera mano la tensa relación de la exmujer del príncipe Andrés con el que fue su suegro, Felipe de Edimburgo. Sarah guardaba una carta en la que el consorte real le exponía "con crueldad", en palabras de Rose, lo que opinaba de ella. Le decía que había decepcionado a la familia y asemejaba su comportamiento al de Edwina Mountbatten, conocida por su promiscuidad siendo una mujer casada.

"Sarah sabe que ha cometido errores –se lee en los diarios–, incluso reconoce que es una mujer vulgar. ‘Pero si resulto chillona y ruidosa es porque soy insegura’, me ha dicho". Quizá esa falta de confianza le hizo sentirse rechazada por todos, excepto por la reina a la que, según parece, le resultaba divertida.

El heredero malcriado

En los diarios hay una mención llamativa al príncipe Guillermo. Fue en 1995, cuando el futuro heredero tenía 13 años: "El príncipe es tedioso. Siempre intenta atraer la atención de los demás. No es de extrañar al estar tan mimado por el tira y afloja de sus padres y por estar rodeado de cortesanos, sirvientes y guardaespaldas". Por fortuna, dicen que ya no queda nada de aquel niño insoportable.

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