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Mako y Kako: las nuevas princesas del pueblo

Estudiantes aplicadas, bellas y discretas. Las hermanas del futuro emperador de Japón son la nueva imagen de una institución que busca modernizarse. Acostúmbrense a sus rostros porque desde ahora las verán muy a menudo.

Las princesas Mako y Kako en una imagen de enero de 2015. / Gtres

CARL LEIBAR madrid

Los últimos años han perturbado la aparente armonía del Trono del Crisantemo. La depresión crónica de la princesa Masako, esposa del príncipe heredero Naruhito, fue el comienzo de una atención mediática que logró asaltar los impenetrables muros del Palacio Imperial para exponer los rigores extremos de una institución en la que los hombres acaparan poder y visibilidad. La única hija del heredero, Aiko, nació sin derecho al trono por su condición femenina. Y la princesa Sayako, hija del emperador Akihito, tuvo que renunciar a sus derechos dinásticos por casarse con un funcionario. Ese inmovilismo contrasta con el esfuerzo de modernización de otras realezas, que en gran medida están capitalizando las mujeres.

Era necesario afrontar un cambio, aunque fuera solo estético, para ofrecer una imagen renovada del trono. Eso explica el inusual protagonismo que han adquirido las princesas Mako (24 años) y Kako (21), hijas del príncipe Akishino, segundo hijo del emperador y padre también del futuro heredero, Hisahito (9). Nunca unas jóvenes de la familia imperial habían acaparado tanta atención de los medios. Las siguen en actos públicos, comentan sus estilismos y buscan similitudes con Catalina de Cambridge.

La campaña de imagen no es solo de cara a los japoneses

La campaña de imagen no es solo para consumo doméstico. El objetivo es que las hermanas del futuro emperador tengan una presencia relevante tanto en encuentros oficiales como en las portadas de la prensa Occidental. A finales de diciembre de 2014 Kako alcanzaba la mayoría de edad, que en Japón es a los 20 años, y aparecía por primera vez junto a su familia en las celebraciones del Año Nuevo, como tres años antes lo había hecho su hermana. La imagen de las princesas en el balcón de palacio fue su puesta de largo internacional: los dos nuevos pétalos del Crisantemo Imperial mostrando una belleza sobria adornada con un estilo demasiado vintage.

Hacia el siglo XXI

Unos meses después, Kako posaba ante la prensa de forma algo más natural, con el pelo suelto y un traje de chaqueta que parecía inspirado en un uniforme escolar. Fue en la ceremonia de ingreso a la Universidad Cristina Internacional (UCI), en la que estudia Artes Liberales y donde ya cuenta, como si fuera una estrella pop, con un club de fanes oficial entre los estudiantes. Sus compañeros ya saben que tienen que mostrar un trato exquisito hacia ella: nada de familiaridades ni de fotos en redes sociales si no quieren tener graves problemas con los abogados de la Casa Imperial.

Mako ya ha dejado sus años universitarios atrás. Licenciada en Arte y Cultura también por la UCI, hasta el pasado verano estuvo estudiando un posgrado sobre Museología en la Universidad de Leicester, en Reino Unido. "Ha sido como cualquier otra estudiante. Es educada, entusiasta y generosa. Fue un placer darle clase", comentó su tutor en ese centro, al que regresará en enero para recibir el título, otra circunstancia propicia en la que mostrar al mundo el nuevo rostro dulce y competente de la hermética institución.

Con ese mismo motivo se organizó el primer viaje oficial de Mako, quien a comienzos de diciembre visitó El Salvador y Honduras. No hubo lugar a gestos espontáneos ni para lucir estilismos que no encajasen con la mesura que se supone a una princesa imperial: colores suaves, faldas por debajo de las rodillas, medias tupidas y zapatos sin demasiado tacón. No se trata, como es evidente, de acaparar reportajes en las revistas de moda, sino de lograr un peculiar equilibrio entre notoriedad y discreción.

Sin embargo, los esfuerzos porque Mako y Kako parezcan dos jóvenes del siglo XXI combinan mal con los valores tradicionales en los que han crecido. Su padre, el príncipe Akishino, representa el ala menos aperturista de la Casa Imperial y su madre, la princesa Kiko, hubiera sido un modelo de feminidad para cualquiera de sus antepasados.

La esperanza futura

Aun así, las dos hermanas han tenido una referencia distinta en su tía Sayako, quien se atrevió a abandonar una clausura dorada para vivir su matrimonio en libertad. Además, ambas se sienten muy unidas a la que llaman su "hermana mayor". Tal vez el ejemplo de Sayako hizo que cuando preguntaron a Kako cómo sería su hombre ideal, se limitara a contestar: "Alguien que me dé tranquilidad".

Lo dijo durante un encuentro con la prensa tras la ceremonia por su mayoría de edad, una de las escasísimas ocasiones en las que ha hablado en público: "Debo cumplir con mis deberes y poner esmero en cada tarea que me es encomendada en lugar de centrarme en si estoy interesada en ella".

Tengo el mismo defecto que mi padre: ambos tenemos poco aguante"

Kako

Acompañó esa declaración institucional con una perla fuera de protocolo: "Tengo el mismo defecto que mi padre: ambos tenemos poco aguante, así que en casa es normal que haya discusiones por cosas insignificantes". Mako tiene una percepción parecida del príncipe Akhisino: "Es refunfuñón. Se podría decir que tiene genio, aunque últimamente se le ha suavizado bastante".

Esos pequeños gestos también sirven para aproximar a la familia imperial a una nación que todavía les venera, pero que demanda una renovación. Mako y Kako podrían ser, ellas sí, la generación de un cambio que habrá madurado para el gran acontecimiento de los JJ.OO. os de Tokio 2020, cuando las discretas nietas del emperador se hayan convertido en las bellas princesas del pueblo.

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