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Carolina de Mónaco, la abuela más carismáticade Europa

La hija mayor de Grace Kelly fue la joven más bella de la ‘jet set’. Hoy, recién cumplidos los 59 años, ya es la más carismática de las abuelas. con motivo de su cumpleaños y en el momento más apacible de su vida, analizamos cómo comienza su otoño vital.

Los monegascos dicen de ella que es la abuela más carismática del viejo continente./gtres

Los monegascos dicen de ella que es la abuela más carismática del viejo continente. / gtres

ANDRÉS GUERRA

Carolina sigue reinando en Mónaco. Sin corona, serena e involuntariamente. Pero su carismática presencia se deja sentir en el principado, aun viviendo en el lógico segundo plano al que la desplazó la boda de Alberto II con Charlene Wittstock. Desde el enlace real, celebrado en 2011, el papel oficial de primera dama le corresponde a la exatleta sudafricana, soberana consorte de Mónaco. Más recientemente, en diciembre de 2014, el nacimiento de Jacques y Gabriella, aseguraba la sucesión Grimaldi por línea troncal, apartando así el linaje de los hermanos Casiraghi, aparcados ya en la colateralidad. Solo una fatal carambola del destino –una concatenación de tres hechos luctuosos– podría llevar a la hija mayor de Grace Kelly y Rainiero III a ocupar el trono del pequeño reino y sin embargo…

De alguna manera, Carolina siempre ha ostentado un aura regia. Es cierto que Charlene no lo ha tenido fácil. "Creo que necesitaré un poco de tiempo para instalarme y adaptarme. No me pongo ninguna presión, [el embarazo] llegará cuando tenga que llegar", decía la esposa de Alberto II en una entrevista concedida a 'Sunday World'.

Carolina vs. Charlene

La plebeya Charlene entró en palacio cuando muchos habían perdido toda esperanza. Su perenne mirada triste y la actitud lánguida –matizadas tras el nacimiento de los mellizos– no ayudaron a granjearse la confianza de muchos súbditos. Ahora existen en Mónaco dos grandes damas, la de siempre y la que siempre está sometida a examen.

¿Conseguirá algún día Charlene eclipsar a Carolina en el imaginario duelo por ser la única primera dama de Mónaco? Nos tememos que no. Quizá tampoco lo pretenda a juzgar por sus actos: mientras Charlene desaparece cuando menos lo esperan –no asistió en octubre pasado a la entrega de unos premios que llevan su nombre y nadie dio una explicación plausible que justificase su paradero–, Carolina encarna a Mónaco adonde quiera que vaya.

El principal efecto de la llegada de Charlene al principado, además de interferir en la feliz línea sucesoria que podría llevar –siempre en un plano hipotético– al antaño díscolo Andrea a convertirse en soberano, fue el paulatino adelgazamiento de los compromisos de su cuñada.

Actualmente, la princesa Carolina cubre una media de tres eventos sociales al mes, cuatro en temporada alta (noviembre), y no son muchos, teniendo en cuenta que el principado es un lugar en el que continuamente están ocurriendo cosas. En el último año la hemos visto asistiendo a la gala benéfica anual de la asociación antisida que preside su hermana; en el desfile Chanel Métiers d’Art junto a su hija Alejandra en Roma; saludando a los súbditos desde el balcón de palacio el día nacional de Mónaco (y arropando así la presentación pública de su nueva nuera, Beatrice Borromeo); en viaje a La Habana para amadrinar el debut del Ballet de Montecarlo acompañada de su hijo Pierre y Beatrice; otorgando condecoraciones al mérito cultural; en un simposio como presidenta de la Asociación Mundial de los Amigos de la Infancia (AMADE) y reuniéndose con miembros de la fundación Príncipe Pierre. Todo bastante sosegado. Y todo relacionado con las actividades que la hacen feliz: cultura, moda y filantropía.

Causas solidarias

Carolina las escogió hace muchos años. Fue de las primeras princesas europeas en involucrarse activamente en el trabajo de fundaciones benéficas, si bien su hermana llegó más lejos al escoger cuidar a elefantes enfermos. Pero Estefanía siempre fue distinta. En 1981 Carolina fundó la asociación Jeune J’écoute, una suerte de teléfono de la esperanza para jóvenes atribulados que encontrarían consuelo en la voz de distintos expertos según cada problema.

Desde entonces, viene sucediéndose un rosario de actividades de corte social –patrocina hasta un servicio de paseos en barca para discapacitados en Londres– que la han llevado a ser embajadora de la UNESCO. En paralelo a las benéficas están sus actividades de tipo artístico: Carolina anunció en rueda de prensa, allá por 1985, la creación del Ballet de Mónaco y hace apenas un año supervisó la exposición Princesa Gracia sobre el armario que vistió su madre, una joint venture entre el Nouveau Musée National de Mónaco, Pringle of Scotland y la prestigiosa universidad Central Saint Martin de Londres.

Carolina es hoy, sobre todo, una abuela dedicada a sus tres nietos

Igual de apacible es su vida sentimental: Carolina es hoy, sobre todo, una abuela dedicada a sus tres nietos, a quienes gusta de recibir en casa. La princesa disfruta de varios inmuebles, principalmente, una finca en Saint Remy, en la Provenza (Francia), que compró con Stefano Casiraghi en 1990, poco antes de morir él; un piso en París, junto a Champs-de-Mars, muy cerca de la Torre Eiffel; el palacete de tres plantas conocido como La Vigie, en Montecarlo, que compró a Karl Lagerfeld estando casada con Ernesto de Hannover y, finalmente, la villa Clos Saint-Pierre, regalo de su padre, Rainiero III, también en Mónaco.

Allí celebró el 'baby shower' su hija Carlota y allí, la abuela Carolina mima a Sacha, hijo de Andrea y Tatiana Santo Domingo, de tres años; Rafael, hijo de Carlota y Gad Elmaleh, de dos, e India, la segunda de Andrea y Tatiana, que nació el 12 abril de 2015. Algunas revistas francesas apuntan a que se vuelca tanto en los pequeños porque ella misma estuvo muy unida a su abuela paterna, Charlotte, a quien llamaba Mamou. Pero el papel de Carolina como gran elemento unificador familiar va más lejos. Existen testimonios gráficos del cariño que profesa a sus cinco sobrinos: Luis y Pauline Ducruet y Camille Gottlieb, de Estefanía, y los mellizos Jaime y Gabriela, de Alberto. La princesa ha presidido las bodas de sus hijos varones, Andrea y Pierre. Solo Carlota se resiste a pasar por el altar y parece querer emular la alocada juventud de su madre. Hasta casarse con el difunto Casiraghi, Carolina vivió una juventud loca en el París de los 70: bailes por todo lo alto, boda con un playboy (Philippe Junot) ante la oposición paterna, divorcio, amores con el cineasta Roberto Rossellini y el tenista Guillermo Vilas…

Carolina se mueve en el mundo de la moda y el arte; es íntima del diseñador Karl Lagerfeld y de la exmodelo Inés de la Fressange, el interiorista Jaques Grange, el coreógrafo Jean Cristophe Maillot y el relaciones públicas Stéphane Bern. Desde que enviudó de Casiraghi solo ha habido un hombre importante en su vida, Ernesto de Hannover, cuyo matrimonio acabó hecho trizas por las continuas salidas de tono del noble.

El útlimo marido

Sin embargo, la sensatez y recta conducta de la hija mayor de Grace y Rainiero han permanecido incólumes. No ha generado jamás habladurías y mucho menos un escándalo. En octubre pasado, el incombustible Hannover rompió con su pareja, una exbailarina de pasado turbio y de quien solo conocemos el nombre de pila, Simona.

La revista Bunte especulaba que Ernesto echaba de menos a Carolina pero nos tememos que ella solo quiere de su ex el rancio título germano: separados desde 2009 pero nunca divorciados, ella sigue firmando tarjetones como Su Alteza Real la princesa de Hannover, una de las casas nobiliarias más antiguas de Europa.

Así la ven los monegascos

“Somos unos 6.000 monegascos y disfrutamos de una vida privilegiada. La familia real ha sido siempre cercana y no tenemos nada que reprocharles. Cada año, como tantos niños, recibía los regalos de Carolina, Alberto y Estefanía. No creo que muchos pequeños en España hayan podido aparcar su trineo en palacio y que el Rey Juan Carlos les haya hecho una broma. A nosotros nos ha ocurrido a la mayoría”, nos cuenta Celine Panizzi, una monegasca afincada en Barcelona.

"Carolina Fue la joven más bella de Europa y ahora es la abuela más carismática. Me encanta este perfil humano, cercano y familiar que ha desarrollado con el nacimiento de sus nietos", añade.

Por su parte, la publicista Carlota Casades se adentró en el Principado y pudo analizar su selecta sociedad: "La familia real está por encima de todo: es la encarnación de la perfección. A Carolina la adoran, hay una devoción absoluta y medio país lleva su nombre: calles, plazas, pabellones…".

Ramón Xicola, profesional del marketing es uno de los mayores admiradores de Carolina. "Conocí el principado porque estaba enamorado de ella. Era 1987 y decidí ir a ver si el destino ayudaba a que nos cruzásemos. El caso es que me eché novia monegasca y durante ocho años viví a caballo entre Barcelona y Montecarlo. Ya entonces Carolina era respetadísima y con el nombramiento de Alberto ha sabido pasar a un segundo lugar. Es más carismática que su hermano. Y cercana: he coincidido con ella en la Ópera, en el Hotel Miramar y comprando en el súper del distrito de Fontvielle".

Por último, Paloma Victoria García es una arquitecta residente en Niza (Francia). Cruza la frontera a diario para trabajar en Mónaco. Ella también destaca la naturalidad de Carolina: "Es fácil cruzarse con ella en Carrefour comprando como una consumidora cualquiera". Los ‘paparazzi’ la han captado llenando su carrito y así sabemos que le gusta la comida texmex, el camembert y el agua con gas.

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