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Máxima de Holanda, entre el glamur y la polémica

Aprendió un idioma complejo, dejó su país y a los suyos, aceptó que su padre no estuviera presente en las dos ceremonias más importantes de su vida. Lo ha hecho todo para ganarse el favor de los holandeses, pero parece que la controversia la persigue.

Máxima de Holanda durante uno de los actos que ha atendido en su viaje a las Antípodas. / gtres,

ANDRÉS GUERRA

Hace 400 años el explorador holandés Kirk Harton pisó por primera vez suelo australiano. Y hace unos días, con motivo de este aniversario, se descubrió una placa en el Museo Marítimo de Freemantle (Perth). ¿Y quién mejor para hacer los honores que los reyes de los Países Bajos?

Hasta allí se desplazaron Guillermo y Máxima en un viaje oficial de varios días en el que la soberana dio una nueva masterclass de elegancia en Australia y Nueva Zelanda. Su simpatía y su eterna sonrisa hicieron lo demás para convertir esta visita en un nuevo éxito para la reina.

Pero no es glamur todo lo que reluce. Desde que la casa de Orange-Nassau anunció, en marzo de 2001, que Guillermo, príncipe heredero, se había prometido con la plebeya, católica y trasatlántica hija de un exministro y miembro de la junta militar del dictador argentino Jorge Videla, los muy civilizados holandeses se encontraron en un brete. Se vieron en la disyuntiva de aceptarla sin ambages para no faltar a su bien merecida fama de país liberal o, en un ejercicio de prudencia, poner en cuarentena a la joven candidata.

Por imperativo real

Máxima se puso manos a la obra e hizo todo cuanto estuvo en su mano para conquistar a los holandeses. Desde aceptar que su padre no asistiese a su boda con Guillermo –tampoco estuvo en la ceremonia de coronación– por imperativo real a aprender el intrincado idioma al nivel de ser capaz de hacer chistes en la lengua en la que maldecía Rembrandt. También nadó en las gélidas aguas de un canal de Amsterdam, embutida en neopreno, por una cuestación benéfica. Otro de sus grandes talentos fue y es la naturalidad.

Han van Bree, historiador especialista en la familia real holandesa, apunta que Máxima "es exótica, tiene pasión y chispa y no trata de mantenerse distante, como la reina Beatriz. Con ella, la gente puede sentir la autenticidad". Esto se llama hacer de la necesidad virtud.

Durante los últimos 15 años, Máxima de Holanda ha sido un ejemplo vivo para cualquier plebeya aprendiz de reina. No solo ha cumplido todos sus cometidos con la profesionalidad que apunta su nombre de pila, sino que también ha hecho del glamur su vitola creando un sello propio: la elegancia clásica unida a la moda más audaz hacen de cada una de sus apariciones una muestra magnífica del Máxima style.

Los nubarrones

Pero, pese a su tesón por ser merecedora del cariño de sus súbditos y una irreprochable conducta invulnerable a titulares gruesos, algo sigue rechinando. Periódica, pero invariablemente, hechos aislados entre sí vienen a ensombrecer su esfuerzo. Diríase que Máxima no disfruta de la suerte que se ha esforzado en merecer y su sonrisa disimula, a veces con dificultad, que su aventura en el país de los tulipanes no es un cuento de hadas. La última polémica que la aflige ni siquiera tiene que ver con ella sino con las leyes aprobadas en el parlamento.

Les ilustramos: ¿en qué puede gastar una jovencita de 18 años un millón y medio de euros anuales? Amalia, de 12 años, comenzará a ingresar ese dineral en cuanto cumpla los 18. La medida fue aprobada en 2008 y varios partidos quieren revisarla a la baja.

Otro de los nubarrones que dificultan la tranquilidad de Máxima vuelve a sonar a tango. En febrero pasado, el nuevo presidente argentino, Mauricio Macri, fichaba a una de sus cuatro hermanas, Inés, sin que la joven cumpliese con los requisitos para un alto puesto. Inés fue investida –de modo arbitrario y excepcional– directora de Despacho y Mesa de Entradas de la Dirección General de Administración de la Secretaría Ejecutiva de Presidencia, según recogía el diario ABC, con un sueldo neto de 2.700 euros al mes. Un fichaje aun más controvertido cuando el nuevo gobierno venía de ejecutar cientos de despidos.

¿Es Máxima responsable en algún sentido? Nadie lo cree, pero el trato de privilegio tan descarado a un familiar, aun allende los mares, volvió a poner su nombre en titulares que no la favorecían. La embajada de Holanda en Argentina se vio obligada a emitir un comunicado desvinculando a la reina del nombramiento.

Algunas de las nubes que le han oscurecido el horizonte sí pueden atribuírsele exclusivamente a ella. ¿A quién si no achacar la torpeza de presentarse en Alemania con un abrigo cuya pedrería recordaba cruces esvásticas la misma tarde que tenía programado un recorrido por Nuremberg, donde los responsables del III Reich hicieron de esa cruz su símbolo?

Por otra parte, el pasado 8 de julio, Máxima aparecía radiante para el tradicional saludo de verano que la familia real holandesa grababa en Villa Elkenhorst. Su presencia no era del todo segura. Después del posado, la reina asistió al almuerzo oficial en el Palacio Noordeinde. Los médicos dijeron que le convenía cancelar otros compromisos menores y retirarse a descansar. Le dolía la cabeza. El día 1 había sufrido una caída que le provocó una conmoción, calificada de leve por palacio. Qué motivó la caída no llegó a ser revelado, pero el parte médico sí admitía que la reina se había llevado un buen golpe.

Problemas de salud

En octubre de 2015 el percance también fue serio: una infección de riñón la obligó a cancelar su presencia en el viaje oficial a China que había emprendido con su marido. Aguantó lo que pudo y disimuló la fiebre durante el banquete ofrecido por el presidente Xi Jinping hasta que fue insufrible. Un avión oficial la trasladó al hospital Bronovo de La Haya, donde fue tratada de pielitis y Guillermo terminó solo la gira.

Ese mismo verano, el de 2015, los tabloides ingleses afilaron cuchillos para ensañarse con lo meramente opinable: la prominencia de sus clavículas. El 'Daily Mail' firmó un significado combo al insultar a dos reinas por el mismo precio, 60 peniques. "¿Pretende Máxima seguir los pasos de Letizia?".

Máxima asistía a una cena para el cuerpo diplomático holandés y escogió un vestido con los hombros y buena parte de la espalda al descubierto. En el texto se preguntaban si la reina se había apuntado al club de las flacas. Sin embargo, haciendo caso omiso a las críticas, ha vuelto a lucir en Nueva Zelanda el mismo traje. Esta y las recientes polémicas han hecho que algunos neerlandeses miren con nostalgia a los plácidos tiempos de la reina Beatriz y su discreto consorte.

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