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La salud de Isabel II reabre el debate de la sucesión

El preocupante estado de la soberana ha provocado que resurja con fuerza la controversia en Reino Unido: ¿cuál es el rey que necesita y merece el pueblo inglés? ¿El eterno heredero o el nieto ejemplar de la monarca?

De izquierda a derecha, Camila Parker, duquesa de Cornualles, el príncipe Carlos de Inglaterra, la reina Isabel II, su marido, el príncipe Felipe de Edimburgo, y el príncipe Guillermo con su mujer, la duquesa Catalina de Cambridge. / Gtres

ANDRÉS GUERRA

La reina Isabel II ha roto todos los récords imaginables. Es la monarca más longeva del mundo y ya ha superado a la legendaria Victoria en ser la soberana que más tiempo ha ocupado el trono de Inglaterra. Aun así y, pese a que ha demostrado ser fuerte como un roble inglés, su estado de salud actualmente preocupa y mucho. Por primera vez, ha faltado a dos citas ineludibles: la misa de Navidad en la finca de Sandringham –ella y su marido, Felipe de Edimburgo, tuvieron que retrasar el viaje– y la misa de Año Nuevo, que se celebra en Norfolk.

La explicación del palacio de Buckingham, que estaba convaleciente por un fuerte resfriado, parece insuficiente y el ruido de despachos suena en Reino Unido. La reina tiene 90 años cumplidos y ha ido despidiendo, una por una, a varias de sus amigas más queridas: Lady Elizabeth Longman y su prima, Margaret Rhodes, fallecidas ambas en las últimas semanas.

De las ocho damas de honor que le asistieron en su boda, quedan vivas dos, de 80 y 87 años, ambas más jóvenes que ella. Si sumamos que la reina anunció que abandonaba la presidencia de honor de 25 instituciones benéficas, la sucesión es ya un tema de debate. Y esa cuestión no es de claridad meridiana: hay quien cree que el heredero podría verse sobrepasado por su propio hijo. O bien reinar brevemente, en un período casi de regencia. ¿Podrá Guillermo, duque de Cambridge, reinar en lugar de Carlos, príncipe de Gales?

Lo mejor del príncipe Carlos

A primeros de diciembre de 2012, Carlos de Inglaterra se lamentaba en una entrevista celebrada durante una visita oficial a Dumfries House (Escocia) sobre su condición de eterno heredero «¿Qué si estoy impaciente? ¡Menuda sugerencia! Sí, por supuesto que lo estoy. Pronto se me acabará el tiempo. Lo habré consumido si no tengo cuidado».

Su franqueza resultó sorprendente: era la primera vez que se mostraba preocupado en público por un trono cuyo horizonte parecía entonces tan lejano. Desde 2008, Carlos de Inglaterra es el heredero británico que lleva más tiempo en el banquillo, que se tenga constancia: 64 años y 11 meses esperando.

Una encuesta de Ipsos MORI para el King’s College, realizada en abril de 2016, muestra que el 60% de los monárquicos –tres de cada cuatro británicos– cree que el príncipe Carlos será un buen rey. Y en otra, realizada antes por YouGov para la revista 'Prospect', el dato indicaba que solo la mitad de los británicos deseaban probar a Carlos como rey antes de que llegue el turno de Guillermo.

¿Una buena opción?

Algunas señales hablan a favor de Carlos, como que cerró 2015 con 527 compromisos oficiales en su agenda, lo que convierte su labor en casi una corregencia, y que en junio pasado la reina elevó a la duquesa de Cornualles al Consejo Privado, principalmente para que pueda estar al lado de su marido en el Consejo de Adhesión cuando se convierta en rey.

Sea como fuere, Carlos será rey automáticamente en el instante en que su madre deje de respirar: el trono no puede estar vacante. El príncipe Carlos está lejos de los niveles de aprobación que logró al inicio de la década de 1990, cuando el 82% creía que sería un buen rey.

Su turbulenta separación de Diana de Gales, en 1992, hizo que la popularidad del heredero se descalabrase y todos odiasen a Camila Parker-Bowles. Aunque en los últimos tiempos la aversión por la duquesa de Cornualles se ha ido mitigando, el cariño por Carlos nunca se restableció completamente.

No le beneficia su perfil como activista ecológico –muchos intereses industriales están en juego–, pero menos que haya pretendido interferir en los asuntos políticos: en 2015 se publicaron unas notas suyas expresando su punto de vista a distintos ministros del Gobierno en una injerencia que jamás vimos en la reina. «Sabemos demasiado sobre sus debilidades y errores del pasado para reverenciarlo como a su madre», zanja Allison Pearson, columnista del Daily Mail.

Guillermo de Inglaterra, el intachable

Si las actuales encuestas son buenas para su padre, para Guillermo son magníficas. El mismo sondeo de Ipsos MORI dice que el príncipe goza de una tasa de aprobación del 79% –19 puntos por encima de su padre–. No ha dado jamás un escándalo, todo un mérito para un Windsor. Y la duquesa de Cambridge ha cumplido con su agenda de modo competente y le ha dado dos herederos más a la monarquía.

Guillermo se granjeó fama de héroe en verano de 2012, cuando rescató a bordo del helicóptero que pilotaba como capitán de la RAF a dos adolescentes en alta mar frente a las costas de Anglesey, donde él estaba destinado. Además, el año anterior salvó a dos tripulantes de un mercante ruso en las mismas aguas.

Una señal externa habla en su favor: ha trascendido que los duques de Cambridge están pensando en regresar de la campiña al palacio de Kensington, en Londres, y no pocos analistas han visto en ello una petición de la reina.

La trayectoria del duque de Cambridge se ha visto empañada por las costosas vacaciones –Mustique en febrero, Maldivas en marzo–, gastos superfluos como desplazarse a la finca de Sandringham o a Norfolk en helicóptero, la remodelación del palacio de Kensington, que se disparó a cuatro millones de libras, y por el hecho de que se haya acomodado en aquel trabajo de héroe de salvamento, una ocupación de apenas 20 horas semanales.

21 de marzo-19 de abril

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