CEREMONIA EXCÉNTRICA
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La historia de amor entre la modelo casi adolescente Nina Dyer y uno de los barones más ricos de la nobleza europea, el marido de Tita Thyssen, recuperó la faceta más excéntrica de la nobleza europea en un entorno exótico: la de la boda que protagonizaron ambos en Sri Lanka en 1954. ¿Pero quiénes fueron los protagonistas de la boda en la que no faltó ni una manada de elefantes?
La novia, Nina Sheila Dyer, había nacido en 1930 en el país donde se celebró la boda en cuestión. En aquel entonces Sri Lanka se llamaba Ceylán y formaba parte del imperio británico. Su padre, de hecho, era inglés y su madre india. Nina se crió con todos los privilegios que tenía al alcance la hija de un propietario de una plantación de té y en 1950 se mudó a Londres donde demostró su mejor habilidad: gastar grandes cantidades de dinero en tiendas de lujo.
La joven consiguió en apenas un par de años acabar con la paciencia y los ahorros paternos, pero la experiencia londinense le hizo darse cuenta de que su aspecto exótico era su mejor baza para conseguir el nivel de vida del que deseaba disfrutar. Soñaba con abrigos de pieles, vestidos de diseño exclusivo y joyas y convertirse en la modelo favorita de Balmain y el resto de diseñadores de la Costa Azul francesa la colocó muy cerca de lograr ese objetivo.
Gracias a que se transformó en una codiciada modelo en un tiempo récord, apenas llegó a su hotel en La Croisette en 1952 se encontró con un regalo sorpresa esperándola en su habitación: un ramo de orquídeas con una tarjeta de admiración firmada por uno de los hombres más ricos del planeta, Hans Heinrich Thyssen.
En aquel entonces, Nina estaba rodeada de hombres poderosos dispuestos a todo con tal de disfrutar de la compañía de la mujer a la que los medios estadounidenses describían como «la mejor amiga que un bikini puede tener». Hombres como Nicolás Franco, hermano mayor del dictador, que fue sorprendido por los paparazzis de la prensa italiana comiéndose con los ojos a la modelo.
Para complicar aún más el asunto, cuando el barón Thyssen escribió aquella nota y envió aquellas flores, era un hombre casado, para más inri, con una princesa: Teresa de Lippe-Weissenfeld. Pero a Heini le dio todo igual, porque estaba más que dispuesto de darlo todo por aquella mujer «salvaje» por la que había sentido un flechazo y así se lo demostró cuando volvieron a coincidir en París en 1953.
Un año más tarde, con los papeles del divorcio ya firmados y una pulsera de pedida con 60 diamantes y 110 zafiros engastados, la novia y el novio partieron rumbo a la tierra natal de Nina dispuestos a seguir dando de qué al unirse en matrimonio en una boda loquísima. Muchos advirtieron al barón que se equivocaba en su elección, pero él no les escuchó. «Sé que se dijo de ella, cuando supo que yo era el multimillonario barón Thyssen, que decidió, sin más, seducirme. En aquel momento me hubiera dado lo mismo. Hacer el amor con ella era maravilloso», confesó años después en su libro de memorias.
La ceremonia que los unió como marido y mujer fue lo opuesto a la vivida con la católica Teresa de Lippe. La unión se celebró en Colombo, la capital de la actual Sri Lanka, y afirman los medios de la época que nadie en el país aisático recordaba algo tan fastuoso.
La revista Garbo hizo años después un repaso de la «dote» que recibió Nina en aquel enlace: además de joyas valoradas en varios centenares de millones de francos de la época (se calcula que 400 millones), consiguió una granja, un rebaño de elefantes, un solitario único en el mundo, un costoso collar de perlas negras y dos panteras del mismo color.
Antes de la ceremonia el barón en persona se había encargado de «desvalijar» las casas de alta costura de París y de viajar hasta Chicago para que le confeccionaran a Nina un valioso abrigo de piel de chinchilla del que sólo existían cinco modelos iguales en todo el planeta. Tras el exceso la pareja retornó a la Costa Azul sólo para pasear con sus panteras, que por supuesto tenían sus propios collares de diamantes, y sus perritos pequineses Soy y Souky que estaban asegurados en tres millones de francos.
El despilfarro posterior a la ceremonia no evitó que en cuatro meses después de la boda el barón sorprendiera a su esposa del brazo de otro en un bar parisino. A pesar de que Heini le regaló una isla privada a Nina el día de San Valentín, el corazón de la modelo ya pertenecía a un actor francés.
Para las arcas de los Thyssen la separación de Nina no fue menos cara que su boda. El día que el barón le presentó los papeles del divorcio la modelo gastó varios millones de francos en Balenciaga. A las joyas y modelos exclusivos Heini añadió en la compensación por el divorcio una villa en las afueras de París y un cuadro de El Greco.
Apenas un año después de separarse formalmente de Thyssen, Nina ya encontró otro hombre con el que casarse y que también le regalaría dos panteras, esta vez, de Cartier: al Aga Khan. Por su parte, el barón también se casaría después de aquel divorcio, pero con la lección aprendida: nunca volvería a perder la cabeza y la fortuna financiando una boda.
HORÓSCOPO
Como signo de Fuego, los Sagitario son honestos, optimistas, ingeniosos, independientes y muy avetureros. Disfrutan al máximo de los viajes y de la vida al aire libre. Son deportistas por naturaleza y no les falla nunca la energía. Aunque a veces llevan su autonomía demasiado lejos y acaban resultando incosistentes, incrontrolables y un poco egoístas.