Por qué no se casó Irene de Grecia: el rey Juan Carlos impidió que se comprometiera con Gonzalo de Borbón y con Jesús Aguirre, el jesuita que se casaría con Cayetana de Alba, (y por eso dejó de hablarle)

La vida sentimental de Irene de Grecia, la inseparable hermana soltera de la reina Sofía, guarda sorpresas inesperadas. Pudo casarse con un vividor, Gonzalo de Borbón, y con un ex sacerdote jesuita, Jesús Aguirre. Lo impidió el rey Juan Carlos.

La princesa Irene de Grecia y Dinamarca, fotografiada junto a su madre, Federica de Grecia, en 1964. / getty images

Elena de los Ríos
ELENA DE LOS RÍOS

Como una silenciosa sombra, Irene de Grecia ha acompañado a su hermana, la reina Sofía, en su aventura española. La tentación de convertirla en una mero apéndice de la emérita es fuerte y, probablemente, esté propiciada por la misma Irene, mucho más cómoda como personaje al fondo de la escena que como protagonista.

Sería una injusticia, sin embargo, relegar a la intrascendencia a esta mujer menuda y discreta que se ha atrevido a cometer la rebeldía más reprochada a las princesas y aristócratas: quedarsesoltera. Su madre, la reina Federica, y su cuñado, el rey Juan Carlos, tuvieron bastante que ver.

Era y es el destino esperado de las mujeres con apellido y fortuna que legar: tener hijos. Y, de hecho, Irene de Grecia y Dinamarca (80 años) confesó a su biógrafa autorizada, Eva Celada, que sí hubiera querido tener familiar. Lo cierto es que jamás se casó, pero a cambio ha llevado una vida impropia de una princesa e inmensamente rica en experiencias. ¿Tuvo pretendientes? Sí. Aunque quizá no los que esperaba su madre, la reina Federica, ni los que se merecía ella.

Irene fue, desde su mismo nacimiento, una niña peculiar. De hecho, sus sobrinos la llaman tía Pecu precisamente por eso: ella misma se define como «excéntrica». No nació en Atenas sino en Sudáfrica, donde la familia real griega vivía su exilio. Su exilio en India junto a su madre en los años 70 la marcó de manera indeleble, aunque hace décadas que está cómodamente instalada en Zarzuela y tiene desde 2018 nacionalidad española. La pobreza que vio en el país asiático se convirtió en su preocupación y la inspiró para fundar una ONG, Mundo en Armonía, a la que ha donado todo su dinero.

En los años 60, sin embargo, Irene de Grecia era una princesa casadera más y cumplía con los ritos de las aristócratas solteras de la época. Estuvo en el famoso crucero del amor que su madre, la reina Federica, fletó en 1954 para que sus hijos encontraran pareja a su altura y fue dama de honor en la boda de su hermano, Constantino, con Ana María de Dinamarca, en 1964. Las fotos de aquellos eventos le hacen justicia: ya entonces tenía una belleza interesantísima. Y era una consumada pianista.

En la biografía que escribió sobre ella Eva Celada, oportunamente titulada «La princesa rebelde», Irene de Grecia admite: «Es imposible vivir conmigo». Sin embargo, tuvo al menos dos amores de juventud fallidos y cuatro pretendientes que, más o menos enamorados de ella, sí quisieron emparentar con la familia real griega y española, con todo lo que ello conlleva.

Irene y Sofía de Grecia en el Teatro Real de Madrid, en 1968. / getty images

Parece que la ambición de la reina Federica, deseosa de casar a Irene también con un futuro rey, impidió a la joven oficializar alguno de sus primeros flechazos. Hablamos de su primo, Mauricio de Hesse, quien finalmente se casaría con la princesa Tatiana de Sayn-Wittgenstein-Berlebutg; y del príncipe Miguel de Orléans, casado más tarde con la popular relaciones públicas de Dior Beatriz de Orleans. Parece que el rey Olav V de Noruega tenía esperanzas de casar a su hijo Harald, actual rey, con Irene de Grecia, pero tampoco pudo ser. Quiso desposarse con Sonja Haraldsen, la primera plebeya que accedió a un trono europeo.

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Pero nos interesa más lo que sucedió en la década de los 70, justo después de que Federica e Irene de Grecia partieran hacia Madrás. Acuciadas por su situación económica, las dos mujeres dejaron Europa en 1960 y retornaron en 1974, momento en el que ya se puede advertir cierta transformación en la aún joven princesa. Retornó fuertemente comprometida con la lucha contra la pobreza y vistiendo saris y otras prendas típicas de la cultura hindú. Prescindió de joyas y cardados.

Por qué el rey Juan Carlos espantó a dos pretendientes de su cuñada, Irene de Grecia

Su compasión debió impresionar bastante al rey Juan Carlos, que ya la trataba como a una hermana. De hecho, se convirtió, de alguna manera, en su protector. No hay que perder de vista que Irene de Grecia volvía a una España en la que los nuevos aires de libertad, encarnados perfectamente en la cultura del destape, promovían cierto culto al señor truhán y hasta al aristócrata carismático y golfo, capaz de encantar a una serpiente. ¿Acaso no era Irene de Grecia una presa fácil en la alta sociedad madrileña? Sin duda. Pero el rey Juan Carlos conocía perfectamente el género al que se enfrentaba.

Lo sabemos gracias a la prodigiosa memoria y mejores fuentes de Pilar Eyre, la periodista que ha recordado cómo el rey emérito Juan Carlos impidió que Irene de Grecia, todo bondad, cayera en los brazos de su polémico primo, Gonzalo de Borbón. «Juan Carlos lo cogió por banda y le dijo que, si aquello continuaba adelante, lo expulsaría de España», recuerda Eyre. «Gonzalo, al que tampoco le debería gustar mucho la princesita griega, obedeció sin rechistar».

La reina Federica y sus hijas, Sofía e Irene de Grecia, a su llegada a Madrid en 1960, un año antes de la boda de Sofía y Juan Carlos. (FOTO: Gtres).

Cuando Gonzalo cortejaba a Irene de Grecia ya había escandalizado a la alta sociedad española con su primera salida de tiesto: una hija secreta nacida en 1968 de su relación con la modelo estadounidense Sandra Lee Landry, una niña llamada Estefanía que la familia Borbón y Dampierre jamás quiso reconocer. Al final, el conocido juerguista se casó tres veces: con la periodista Carmen Harto, la modelo Mercedes Licer y la millonaria genovesa de origen aristocrático Emanuela Maria Pratolongo.

El segundo candidato espantado por el rey Juan Carlos poseía aparentemente otro perfil, pero tampoco fue considerado idóneo para Irene de Grecia. Se trata de Jesús Aguirre el ex sacerdote jesuita que más tarde se casaría con Cayetana de Alba. Cuenta Pilar Eyre que Aguirre le escribía poemas y llamaba incesantemente a la princesa griega, con la que compartía su pasión por la música clásica (entonces, él era director general de Música). Todo marchaba, hasta que el enamorado recibió una llamada de teléfono del emérito que cortó toda comunicación.

Por qué Irene de Grecia dejó de hablar al rey emérito Juan Carlos

«Oye, tú, deja en paz a mi cuñada, que es una inocente y todo se lo cree... No la enredes, no quiero que vuelvas a llamarla». La recreación de la conversación del rey Juan Carlos con Jesús Aguirre que realiza Pilar Eyre es brutal. De hecho, parece que Irene de Grecia se disgustó muchísimo, hasta el punto de dejar de dirigirle la palabra a su entrometido cuñado.

Jamás sabremos qué habría pasado si el intelectual y muy espiritual Aguirre se hubiera casado con Irene de Grecia. Y, sobre todo, cuál hubiera sido el destino sentimental de Cayetana de Alba.

Tras este cortejo tan deseado por Irene de Grecia, solo se tiene noticia de un breve apunte sentimental protagonizado por Guido Brunner, entonces embajador de Alemania. «Es una princesa de verdad, preocupada por la humanidad en lugar de gastar su tiempo en desfiles de moda», dijo de ella entonces.

Pero este romance tampoco pudo prosperar: Brunner fue relacionado con varios casos de corrupción y llegó a ser llamado a testificar ante un juez en un caso de comisiones ilegales relacionado con la empresa Seat.

Existe un último amor, siempre sin confirmación oficial, que en su momento destapó el controvertido periodista y amigo del rey Juan Carlos, Jaime Peñafiel. Peñafiel cita a Alfonso Escámez, presidente del Banco Central, posteriormente convertido en Banco Central Hispano Americano, como posible pretendiente de Irene de Grecia ya entrados los años 90. De hecho, parece que Escámez pagaba la oficina desde la que la princesa Irene gestionaba su ONG en aquellos años y allí recibió la hermana de la reina Sofía a su biógrafa, Eva Celada.

Irene no quiso hablar de sus romances. «Pregúnteme lo que quiera, pero no por mis relaciones amorosas», le dijo a Celada. «Implican a terceras personas y no deseo perjudicar a nadie». Sea como fuere, Peñafiel añade a Escámez a su historial amoroso. «Hubo incluso rumores de noviazgo después del fallecimiento de su esposa Auro,cuando preparaban sus bodas de oro», recordó recientemente el periodista. «La soledad de su mansión en la Moraleja le pesaba mucho. El banquero la llevó, incluso, de visita a Águilas, el pueblo donde él había nacido. Pero el noviazgo no cuajó».

21 de marzo-19 de abril

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