El castillo con una leyenda que recuerda a Rapunzel y en el que puedes alojarte con las mejores vistas al Pirineo catalán
A poco más de una hora en coche de Barcelona se encuentra el Parador de Cardona, un majestuoso castillo medieval donde refugiarte tras la vuelta a la rutina.
En lo alto de una montaña, en pleno corazón de Cardona (Cataluña), se erige una impresionante fortaleza del siglo IX que ejerce como guardiana del paso del tiempo. Este antiguo castillo medieval, que ahora alberga el Parador de Cardona, bien parece el escenario de esas historias que encandilan, desde los cuentos de la infancia a las series de ficción en las que los dragones son parte inherente de la trama.
Murallas, arcos góticos y fosos en su imponente arquitectura, acogen un interior de cuento, con camas de dosel e impresionantes salones en los que sentirte como una princesa. Todo ello, con unas vistas privilegiadas al Pirineo catalán, envuelto por una naturaleza que emana paz y sosiego.
Pero el Castillo de Cardona no fue un castillo cualquiera, sino que entre sus muros tuvo lugar una historia de amor frustrado reconvertida en leyenda. El resultado del abrazo entre el presente y el futuro es un alojamiento con una atmósfera mágica que se nos antoja como la escapada ideal para refugiarte tras la atropellada vuelta a la rutina después del estío.
Un refugio lejos del mundanal ruido
Cada vez está más en boga tomarse unas vacaciones de las vacaciones. Los viajes de verano suelen ser frenéticos, con itinerarios abarrotados de visitas y experiencias para exprimir al máximo esos días libres de responsabilidades en lo laboral. Por ello, cuando aterrizamos de nuevo en la rutina resulta frecuente que nos encontremos con la sensación de no haber descansado de verdad. En este sentido, las escapadas otoñales marcadas por el relax son la opción perfecta para cargar pilas.
Y dado que buscamos tranquilidad, tan relevante es el destino como el alojamiento. Por ello, ¿qué mejor que hospedarte en esta fortaleza medieval en la que el tiempo parece detenerse? Tanto si quieres sentirte como Daenerys Targaryen o si eres más del equipo princesas Disney, este es tu sitio.
El castillo de Cardona fue uno de los enclaves fundamentales de la nobleza de Cataluña. En ella vivieron los duques de Cardona, conocidos como los “reyes sin corona”, dado que su riqueza –obtenida de la famosa mina de sal, ahora reclamo turístico de la zona– superaba la de los reyes de la Península. Pertenecían a una de las más antiguas y poderosas casas nobiliarias de Cataluña y esto queda patente en el castillo que pasó a ser Parador en 1976.
Como muestra de su gran influencia política, los duques de Cardona fueron acreedores del conde Ramón Berenguer IV, Alfonso I y Jaime I. Además, fueron los hombres de confianza del emperador Carlos I y recibieron la distinción más importante que otorga la monarquía española: el Toisón de Oro. Sus lazos familiares llegaban hasta las opulentas casas reales de Castilla, Portugal, Sicilia, Nápoles y Aragón. Claro que también protagonizaron una leyenda que sobrevuela los altos e impertérritos muros de piedra del castillo.
Historia de un amor imposible
Dentro de la impresionante arquitectura románica y gótica del castillo de Cardona, lo más llamativo es la Torre de la Minyona, cuya traducción del catalán al castellano es ‘torre de la criada’. En su momento presentaba unas dimensiones mucho más elevadas que los 10 metros de altitud que tiene la actualidad, pues fue rebajada en el siglo XVIII, a fin de evitar que hiciera del castillo un blanco fácil para la artillería en sus frecuentes asedios. Se trata de una construcción circular que era tanto símbolo de poder como puesto de vigilancia y defensa, pero su finalidad terminó siendo otra.
Adalés era la hija menor del señor de Cardona y se enamoró de un príncipe musulmán. Por aquel entonces imperaba la enemistad entre cristianos y musulmanes, por lo que tal romance era inconcebible. Así pues, el padre de Adalés tomó la cruel decisión de encerrarla en la Torre de la Minyona a modo de castigo, condenándola a pasar allí el resto de su vida. Cuenta la leyenda que un sirviente ciego y mudo se encargaba de llevarle el sustento a la joven, exclusivamente pan y agua. Finalmente, Adalés murió de pena en lo alto de la torre. Una historia que resuena, inevitablemente, al cuento de Rapunzel, quien lanzaba su larga melena a su amado para que pudiera escalar hasta su encuentro.
Esta leyenda no hace sino ensalzar el aura mística y fantasiosa del castillo, que además es un notable ejemplo de la arquitectura medieval catalana. El Parador preserva de forma magistral el recuerdo de la época, con un mobiliario que congenia la inspiración medieval y la elegancia moderna. Materiales de madera robusta, intrincados tapices y diversos cuadros se extienden por los rincones del Parador. En cuanto a sus habitaciones, suman a favor de la experiencia señorial e invitan a soñar despierto, gracias a camas con dosel, una exquisita combinación de texturas y colores y un meticuloso cuidado por cada detalle.
El Parador de Cardona ha reabierto tras un periodo de obras, amén de las cuales ha adoptado mejoras en cuanto a su eficiencia energética, conectividad, seguridad y accesibilidad. Pero, más allá de estas implementaciones, también han llevado a cabo una redecoración integral de los espacios, tanto habitaciones como zonas comunes. Ahora, las estancias abrazan una estética más actual, aunque mantiene el respeto por el rico patrimonio artístico y cultural del edificio, sin perder ni un ápice de su esencia.
A modo de curiosidad, el Parador de Cardona fue una de las localizaciones escogidas para rodar un spot promocional de Heineken protagonizado por Daniel Craig y su icónico personaje James Bond. Durante la grabación, reservaron todo el Parador y Craig se hospedó allí junto a su equipo.
Deleita tus sentidos durante tu estancia en el Parador de Cardona
Aunque cada rincón del Parador de Cardona invita a sumergirte en un buen libro o refugiarte en una película de época, este paraje ofrece otros muchos divertimentos. Para empezar, el Parador cuenta con un gimnasio en el que puedes sudar todo el estrés para después dedicarte un rato de autocuidado en la sauna.
Anexa al Parador se encuentra la Colegiata de Sant Vicenç (Colegiata de San Vicente), considerada una joya del románico catalán. Su interior alberga una cripta única con un efecto de quietud y silencio que la convierte en una visita obligada.
Siguiendo por la vía del turismo, el director del Parador, Joan Oliver Morey, recomienda pasar un día en Barcelona. “Es una suerte estar a poco más de una hora en coche de la ciudad condal, porque merece mucho la pena”, promete. Una oferta irresistible: dejarte seducir por los atractivos urbanitas de Barna y refugiarte después en la calma que brinda el Parador.
Para los amantes de la naturaleza, subraya Joan Oliver que “no puedes perderte el Montserrat ni la Vall de Lord, un auténtico valle natural donde podemos ver el nacimiento del río Cardener”. Y los adeptos al turismo gastronómico encontrarán especialmente apetecible un paseo por las bodegas de la zona, que cuenta con su propia Denominación de Origen Protegida y “se están haciendo vinos magníficos”.
Claro que, hablando de gastronomía, no podemos hablar del Parador de Cardona sin detenernos a alabar su restaurante. Un majestuoso comedor medieval con arcos ojivales de piedra donde se rinde homenaje a la cocina tradicional catalana, de la que el chef Jordi Servalls se confiesa fanático junto a la asiática. Recuerda el cocinero, a este respecto, que “el primer libro sobre gastronomía redactado en Europa está en lengua catalana”.
“Para mí, la cocina es producto”, dice Servalls y añade que su visón sobre la cocina es "absolutamente pasional y es lo que trato de transmitir en cada plato y en el menú: una representación de la cocina catalana y productos de la comarca, que pasan por embutidos típicos, quesos o conseguir que cada nombre de la carta exprese con honestidad aquello que el comensal va a degustar”.
Califica la paletilla de cordero como un “plato inexcusable de la zona”, como también lo son el foie al vino rancio o el brioche de brandada de bacalao. “Lo que más me gusta es la paletilla, pero el lenguado con tirabeques y salsa de ibéricos consigue manifestar la finura de la gastronomía catalana”, prosigue. Como nota dulce, su postre de cabecera es el clásico ‘postre de músico’: “Es muy típico, pero aquí lo hacemos con almendra y una mousse de chocolate blanco y moscatel”. Sin duda, una guinda al pastel que supone una escapada de ensueño.





















