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Dolce & Gabbana: "Para nosotros la moda es, ante todo, extravagancia"

En su Sicilia imaginaria (y erotizada) todas las mujeres son princesas. Hablamos con los creadores que han seducido a Melania Trump y a las Millennials.

Flores en el asfalto: El 'horror vacui', marca distintiva de la casa, se plasma esta temporada en aplicaciones florales que colonizan hasta transparencias. / getty

ANNA MURPHY

Es domingo por la mañana. Estoy en el hall de un edificio cualquiera de una calle cualquiera del oeste de Londres. El escenario es anodino, pero a mi lado se sientan tres chicas jóvenes que, indolentes, toman café en vasos de cartón. Una de ellas lleva un vestido de princesa y un tocado 'caravaggiesco' a base de flores y frutas; la otra, un vestido negro tipo corsé (con vocación de ropa interior) y una tiara; mientras que la tercera está envuelta en una gasa rosácea de dimensiones épicas y lleva una corona XL. Los italianos Dolce & Gabbana acaban de aterrizar en Londres, de eso no hay duda. ¿Qué otra casa de modas sigue creyendo de manera tan ferviente que más es siempre más?

Hace poco, Domenico Dolce y Stefano Gabbana cortaron la cinta de su última bacanal de la moda con el encendido del árbol de Navidad y, sobre todo, con la inauguración de su mercadillo en los míticos almacenes Harrods de la capital inglesa, donde se venden desde zapatos infantiles D&G o fundas para móviles hasta prendas y complementos de edición limitada.

' Por encima de Harrods solo está la Reina', exclama un emocionado Stefano Gabbana, de 54 años, cuando voy a su encuentro en los probadores, donde Domenico Dolce, de 59 -sonrojado de emoción- acicala a su ejército de sensuales modelos.

Es imposible imaginar una marca más representativa de la quintaesencia de lo italiano que Dolce & Gabbana, nacida de la reinvención y erotización de la estética de la Sicilia que Domenico vivió en su infancia. Pensemos en encajes negros, cortes entallados y cruces; añadamos escotes, elásticos y algo de sexo. Así se construyó una megafirma de lujo. Sus precios nos parecerán astronómicos, a menos que sepamos lo que estamos comprando. Y así lo piensan muchas mujeres en el mundo, ya que su volumen de facturación durante el año financiero cerrado en marzo de 2017 se incrementó en un 9% hasta alcanzar los 1.296 millones de euros.

Flores en el asfalto: El 'horror vacui', marca distintiva de la casa, se plasma esta temporada en aplicaciones florales que colonizan hasta transparencias. / getty

Mujeres 'reales'

Quien tenga la ocasión de pasar un rato en el mundo de Dolce & Gabbana - 'Dolce' para los amigos- se dará cuenta de que a estos diseñadores italianos no les interesa tanto vestir novias como engalanar reinas. En Dolcelandia, hasta los bebés llevan tiaras. En el desfile, la inspiración 'monárquica' resulta evidente. Hay esclavinas dignas de una monarca, cazadoras de motero, trajes de brocado que parecen confeccionados con las cortinas del comedor de una casa señorial y -¿lo he dicho ya?- coronas por doquier. 'Para nosotros la moda es ante todo extravagancia, nos gusta la mezcla, la locura. Partimos del buen gusto italiano, pero con una mirada más excéntrica', asegura Stefano Gabbana.

Por debajo de tanta floritura se esconden prendas femeninas que favorecen la silueta y sientan como un guante. Sí, Dolce & Gabbana fabrica ropa. Esto, que puede parecer lógico, es cualquier cosa menos una obviedad, pues el mundo del lujo está lleno de marcas de complementos que lanzan sus líneas de prendas, por lo general, poco 'ponibles'.

Sin embargo, hay diseñadores que piensan en el cuerpo de la mujer y que entienden todo lo que comporta vestirla, sea cual sea su talla. Dolce, hijo de sastre, empezó a coser a los siete años. En el negocio de la moda, nadie como él es capaz de armonizar las formas del cuerpo femenino, ya sea envolviéndolo con uno de esos vestiditos negros que son marca de la casa o bien embutiéndolo en sus cortes entallados.

'Melania Trump era clienta mucho antes de casarse con el ahora presidente. Pero no quiero hablar de política, sino de belleza'.

De nuevo, parece evidente afirmar que los creadores de moda femenina diseñan prendas para mujeres. Pero no lo es. ' Muchos tienen una enorme estrechez de miras -dice Gabbana-. Solo les interesa vestir a un tipo de cuerpo determinado. Seguramente, porque su fantasía tiene una forma muy concreta. A nosotros también nos gusta fantasear, pero lo que imaginamos tiene que hacerse realidad. Queremos vestir a mujeres normales, ya sean delgadas o con curvas.'

Últimamente hay una mujer que ha dado bastante eco a la marca: Melania Trump. Hoy, Domenico Dolce lleva una camiseta con la leyenda ' #boycottDolceGabbana', una respuesta muy suya a las críticas que ha recibido la casa italiana por vestir a la primera dama norteamericana. 'Melania era cliente de Dolce & Gabbana mucho antes de contraer matrimonio con el presidente de Estados Unidos, y cuando me enteré de que pensaba llevar nuestras prendas en actos oficiales fui consciente de que se podía montar. Pero no quiero hablar de política. Quiero hablar de belleza. Yo disfruto vistiendo a mujeres hermosas. No es mi intención apoyar a Trump. No podría hacerlo: soy italiano'.

Stefano Gabbana nunca se ha mordido la lengua; más bien, parece deleitarse con toda la maledicencia que provocan sus palabras. Como cuando la pareja describió a los bebés concebidos por fecundación 'in vitro' como 'sintéticos' y famosos como Elton John respondieron promoviendo un boicot contra la marca. ' Libertad es que cada uno pueda decir lo que quiera', eso es todo lo que Gabbana tiene que alegar por ahora. 'No tienes que estar de acuerdo con lo que digo. Domenico y yo estamos en desacuerdo constantemente, pero no por eso se me ocurre golpearle ni sabotearle', añade entre risas.

La suya es una extraordinaria historia de amor que ya ha dejado de ser tal historia, o que sigue siéndolo pero en un sentido distinto. Fueron pareja durante dos décadas, hasta el año 2001. Pero a pesar de la ruptura, siguieron juntos en el negocio. De hecho, no contaron a nadie lo que había ocurrido hasta pasados cuatro años. 'Cuando nos separamos sufrimos mucho -dice Gabbana-. Pero continuamos trabajando juntos. Incluso ahora nos preguntamos cómo fuimos capaces de hacerlo. No fue algo planeado, surgió de manera espontánea. Pero que una aventura amorosa acabe no es motivo para poner una bomba y hacer que todo salte por los aires. Creo que siempre nos hemos tenido un enorme respeto mutuo. Antes lo compartíamos todo, hasta el sexo. Ahora tenemos una relación platónica y, en cierto sentido, más sofisticada'.

Pareja de hecho. Aunque dejaron de tener relación sentimental en 2001, Domenico Dolce y Stefano Gabbana siguen combinando sus talentos y la fórmula funciona. / getty

"Cuando nos separamos como pareja sufrimos mucho, pero de algún modo fuimos capaces de seguir creando juntos".

Se conocieron en un local de Milán. Gabbana tenía 19 años y trataba de abrirse paso en el mundo de la moda. Había conseguido el número de teléfono de una firma milanesa hoy olvidada y logró hablar con el primer ayudante de la casa, que lo invitó a una fiesta que estaba organizando para el grupo de pop Imagination. 'Le dije a ese ayudante, que era Domenico: '¿Cómo te reconoceré?'. Y él respondió: ' Soy pequeñito y voy vestido como un cura. Me lo compro todo en tiendas de ropa eclesiástica'. Yo pensé que aquello era una broma. Cuando llegué a la fiesta, lo identifiqué inmediatamente, todo vestido de negro salvo por una camisa gris y un collar de perro'. ¿Y qué llevaba puesto Gabbana? 'Un jersey de Benetton y unos vaqueros. No iba muy a la moda, la verdad'.

Dolce consiguió un empleo para Gabbana, le enseñó a hacer bocetos y cinco años después -ya convertidos en pareja- lanzaron su propia marca. Si saltamos hasta 1992, les veremos rodeados de supermodelos encantadas de contonearse por sus pasarelas a cambio de alguna prenda. Un año más tarde recibirían el encargo de diseñar el vestuario de Madonna para su gira 'Girlie Show'.

El hecho de haber mantenido el control de su negocio les permite seguir, en palabras de Gabbana, ' contando nuestra propia historia'. Son sus clientes quienes juzgan su trabajo, no sus accionistas. Transmiten su personal, inimitable e inmediatamente reconocible estética, no la de ningún otro. 'Esto es poco habitual en la moda actual. Mira por ejemplo la Paris Fashion Week. Parece la semana de los diseñadores muertos: Saint Laurent, Balenciaga, Dior...'.

Sarah Jessica Parker / getty

Mucho más que dos

Dolce & Gabbana es, en efecto, una de las escasas marcas líderes que siguen estando en manos de sus fundadores. ' No nos metimos en esto para ganar dinero ni para hacernos famosos -asegura Gabbana-. Tampoco puedes entrar en el mundo de la moda solo porque estés deseando amasar una fortuna. Nuestro punto de partida es siempre la colección: lo demás viene después. La moda no tiene nada que ver con el mercado ni con los negocios. Sí, se puede hacer de ella un negocio, pero no empezar por ahí'.

A diferencia de muchos de sus compañeros de profesión, Dolce y Gabbana tienen línea directa con su clientela. Viajan a lo largo y ancho del mundo, cual dos Phileas Fogg de la moda, organizando desfiles y encuentros para los que ellos llaman la ' #dgfamily'. Y la presentación de la colección de verano de alta costura de Dolce & Gabbana es una celebración por todo lo alto que tiene lugar cada año en una ciudad de Italia (la última sede elegida fue Palermo), en la que los vestidos con seis cifras en la etiqueta son objeto de compra y posterior exhibición por parte de las clientas. Aquí no hay sitio para el esnobismo estirado de la alta costura parisina. Por eso no sorprende que la pareja sea un poderoso imán para el dinero de los nuevos ricos.

¿Cómo sería el mundo de la moda sin Dolce & Gabbana? Bastante menos animado, desde luego, porque consiguen que el resto de la industria de la moda parezca de lo más aburrido. ¿Y dónde estaría Stefano Gabbana sin aquel primer encuentro? 'Tuve mucha suerte de cruzarme con Domenico -reconoce-. Somos totalmente distintos, pero aterrizamos en el mismo punto. Si un día, paseando por la calle, me fijo en una lámpara preciosa colocada en un escaparate, sé que luego, cuando me encuentre con él, apenas empiece a decirle: 'Pues iba por la calle y....', él me va a cortar con un: '¡Calla! ¡No lo digas! ¡La lámpara!'. Y reflexiona: 'Tenemos algo, no sé lo qué, pero lo tenemos. Discutimos, pero tras la pelea, aquello en lo que estamos trabajando se convierte en Dolce & Gabbana. No solo Dolce. No solo Gabbana".

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