La tigresa y la acróbata

El circo me hacía llorar. Aún hoy, solo con ver los carteles, se me encoge el corazón por esa solemne majestuosidad de las criaturas humilladas por la ridícula estupidez humana.

SUSANNA TAMARÓ MAdrid

El circo es un espectáculo donde los tigres, entre rugidos, deben hacer equilibrios sobre sus propias heces, con sus patas perfectamente alineadas por el silbido del látigo. Tanta energía, tanto poder y tanta belleza solo para demostrar que pueden saltar dentro de un círculo de fuego.

¿Y qué decir de los elefantes? Su antigua y venerable sabiduría se reduce a dar vueltas con un penacho en la cabeza y a poner una pata sobre el adiestrador sin aplastarlo. Me daban ganas de echar a correr hacia la pista para abrazarlos y rociar con mis lágrimas su piel rugosa, implorándoles: "¡Perdonadnos, hermanos elefantes!". También los payasos me hacían llorar. Mientras todo el mundo se reía, a mí se me revolvía el estómago y tenía que hacer un esfuerzo terrible para no estallar en sollozos. El dolor de los animales y la tristeza de esos hombres obligados a hacer reír a los demás me zarandeaban con la fuerza de un tsunami.

Qué maravillosa es esa capacidad del ser humano para dar un paso más en la perfección.

Sentía cierto alivio cuando aparecían los acróbatas, los malabaristas, los equilibristas. Asistía embobada a aquel vuelo de platos en el aire, a las caminatas sobre la cuerda, a las volteretas de esos cuerpos entre trapecios. ¡Qué maravillosa es esa capacidad del ser humano para dar un paso más en la perfección, para alcanzar, mediante el trabajo y el esfuerzo, lo que parece totalmente inalcanzable!

Ya en casa, me pasaba varios días lidiando con sentimientos encontrados. Era consciente de que todo lo que había visto me concernía directamente. Sabía que dentro de mí había una tigresa al acecho, solo transitoriamente intimidada por el látigo. Pero no solo había una tigresa sino también una acróbata, con una firme voluntad y un férreo deseo de elevarse del suelo y hacer cabriolas en el aire, ingrávida, sin esfuerzo, suspendida por un instante en la gracia.

21 de marzo-19 de abril

Aries

Como elemento de Fuego, los Aries son apasionados y aventureros. Su energía arrastra a todos a su alrededor y son capaces de levantar los ánimos a cualquiear. Se sienten empoderados y son expertos en resolver problemas. Pero son impulsivos e impacientes. Y ese exceso de seguridad en sí mismos les hace creer que siempre tienen la razón. Ver más

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