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Isabella Rossellini: "La edad te hace libre"

Su imagen, de una fortaleza melancólica, es uno de los iconos de nuestro tiempo. La actriz nunca se fue del todo. Pero hoy, en plena madurez, vuelve como embajadora de Lancôme y con su esencia intacta: la inteligencia teñida de sentido del humor.

Isabella Rossellini / Alexi Lubomirski

ELENA CASTELLÓ

Isabella Rossellini estaba a punto de cumplir 44 años y llevaba 14 como embajadora e imagen de Lancôme, cuando la emblemática casa francesa de cosmética decidió cambiar de imagen. La elegida fue otra actriz de rasgos muy similares a los suyos, morena, de pómulos altos, facciones exquisitas y aura intelectual, solo que 12 años más joven: Juliette Binoche. ¿La razón? No había mujeres de la edad de Isabella haciendo publicidad en esa época. Corría el año 1996 y la belleza de supermodelos inalcanzables (y veinteañeras) como Claudia Schiffer y Christy Turlington, era el canon establecido en el que la actriz no encajaba.

Rossellini manejó el adiós con elegancia. Y, como si se tratara de una de esas escenas míticas, mezcla de fragilidad y fuerza en mitad del desastre que fueron el sello de su madre -la actriz Ingrid Bergman-, mantuvo muy alta la cabeza y siguió adelante. Interpretó películas -casi 70 hasta la fecha-, escribió y dirigió monólogos y documentales, y lanzó su propia marca de cosméticos -Manifesto-, una de las primeras que surgió en el mercado dirigida a las mujeres de todas las edades y todas las etnias. Pero, sobre todo, afrontó el paso del tiempo fiel a sí misma, sin perder la luminosidad prodigiosa que la había convertido en la modelo mejor pagada y en la musa del cine independiente más innovador de los años 80. Sin un solo retoque, sin una sola inyección. Con la única arma de su sonrisa y su capacidad para contar un mundo en su mirada, que siguen intactas hoy, a sus 64 años.

En uno de esos raros círculos que, a veces, el destino reserva a ciertas vidas excepcionales, Lancôme volvió a llamarla, hace un año, después de 20, para que fuera, de nuevo, una de sus embajadoras. "Isabelle encarna la idea de la belleza completa", explicó la marca. Ahora que los 60 son los nuevos 50 y los 50 los nuevos 40, Rossellini vuelve a una industria que tiene más en cuenta que nunca a la mujer madura y que no pretende transformarla sino cuidar lo mejor de ella.

Isabella Rossellini / Alexi lubomirski

Complejidad y matices

Y es que si hay una actriz y modelo que sepa bien lo que significa ser ella misma y, al tiempo, tenga la capacidad de ser todas las mujeres, encarnando su complejidad y sus contradicciones, tanto en lo físico como en lo interior, esa es ella. Mucho antes de la aparición de la moda andrógina, Isabella ya la practicaba con su corta melena garçon, que sigue conservando, y materializaba, a la vez, la carnalidad más voluptuosa ante la lente de Mapplethorpe, o se convertía en travesti para un videoclip de Madonna. Es una mujer de maneras suaves, nada dada al escándalo, pero rompe con lo establecido y, sobre todo, va contra los cánones. "Porque crecí en una familia de artistas", explica con naturalidad.

Ella, su gemela Issota y su hermano Robertino nacieron de uno de los romances más escandalosos de los años 50: el de un mito de Hollywood, Ingrid Bergman, casada y madre de una niña de 10 años, y el director de cine europeo Roberto Rossellini, que quería contar sin rodeos el sufrimiento de un continente roto por la guerra. Ingrid quedó fascinada cuando vio Roma, ciudad abierta, y escribió a Rossellini para declararle su admiración y ofrecerse como actriz. Rodaron juntos 'Strómboli' y Bergman ya estaba embarazada de Robertino al terminarla. La actriz perdió la custodia de su hija y hasta el Senado de Estados Unidos dijo que era "un horrible ejemplo de feminidad". La Iglesia excomulgó a la pareja.

Isabella empezó en el cine a los 24 años con un pequeño papel en una película de su madre, el musical Nina, dirigido por Vincente Minnelli. Sin embargo, no tenía ninguna intención de ser actriz, aunque en 1980 su interpretación en la película Il prato le valió el premio a la actriz revelación del cine italiano. Tenía miedo a las comparaciones, pero también quería ser independiente.

Pasó la infancia entre Roma y París, y estudió en el Finch College de Nueva York. Allí empezó a trabajar como traductora para la radiotelevisión italiana y, más tarde, como reportera. Fue así, haciéndole una entrevista, como conoció a Martin Scorsese, su primer marido. Y como empezó a ser fotografiada por los paparazzi en los ambientes cinéfilos y nocturnos de Manhattan y a recibir sus primeras ofertas para posar como modelo. "Tenía 28 años cuando Bruce Weber me hizo mi primera foto para la portada de la edición británica de Vogue", contaba en Portrait d´une femme, un monográfico editado sobre su carrera en 1988. "Dos semanas después, estaba trabajando con Bill King para la edición americana y poco después, con Richard Avedon. Fue un comienzo fulgurante, por decirlo suavemente, y no pude evitar enamorarme de la profesión".

El regreso de la primera

  • "Estoy muy emocionada de volver a Lancôme", explica Isabella Rossellini. "Nuestra colaboración significó mucho en mi vida. Soy consciente también de que esta decisión es otro paso en este siglo marcado por la emancipación de las mujeres". Aquel diagnóstico suyo sobre la belleza de las mujeres, b la independencia y la singularidad, se ha convertido hoy en el lema de la casa: las mujeres son bellas, porque son dueñas de sí mismas, cada una en su estilo. Penélope Cruz, Julia Roberts, Lupita Nyong´o o Kate Winslet, casi todas por encima de los 40 -la más joven de sus embajadoras, Alma Jodorowsky, tiene 24-. "Isabella Rossellini será una de nuestras portavoces, compartirá los secretos de su felicidad y su opinión sobre cómo conseguir la belleza genuina", anunció Lancôme tras su vuelta. La actriz y la marca volvían a hacer historia: su primer contrato fue uno de los más largos y estables en el mundo de la belleza y uno de los primeros de este tipo entre una firma y una celebrity.

De Scorsese a Lynch

Rossellini trabajó con todos los grandes -Norman Parkinson, Eve Arnold, Francesco Scavullo, Annie Leibovitz, Robert Mapplethorpe- y se convirtió en la modelo mejor pagada del momento. "La profesión de modelo formaba parte de mi mundo y me dio la oportunidad de sentir que podía atreverme a hacer otras cosas". Por ejemplo, actuar. Entonces apareció Dorothy Vallens, la cantante de The Slow Club, de labios mal pintados, párpados azul chillón y peluca barata, maltratada en una relación sadomasoquista por Denis Hopper. La película se llamaba Blue Velvet y el director, David Lynch, quería originalmente a Helen Mirren para el papel, pero Rossellini, que le había conocido fugazmente en un restaurante, le insistió tanto que acabó convenciéndole para que le diera el papel.

"Mucha gente me advirtió de que podía ser el fin de mi carrera, pero prefería hacer una película que de verdad entendiera y correr el riesgo", explicaba en el Festival de Cannes. "No puedo dejar de ser quien soy para conseguir el éxito. Eso me haría muy desgraciada". Blue Velvet le valió un Independent Spirit Award en 1986. Rossellini y David Lynch se convirtieron en la pareja del momento: ella era la musa de una generación; él, el maestro del cine independiente de los 80. Estuvieron juntos seis años.

Su carrera cuenta hoy con casi 70 películas y más de una docena de producciones para televisión, entre ellas un documental de culto (Green Porno), que relata con inusitado sentido del humor y precisión zoológica la vida sexual de los animales (y que más tarde se convirtió en montaje teatral protagonizado por ella misma). También ha escrito e interpretado monólogos, un documental sobre su madre y otro sobre su padre, interpretado teatro en Broadway o un divertido cameo en Friends. Compró una granja orgánica en Long Island y entrena perros guía, además de participar en movimientos conservacionistas,y estudiar Etología. Uno de sus últimos papeles ha sido el de una vidente en la serie Shut Eye, estrenada en diciembre en la plataforma Hulu.

Sus imprescindibles

Fondo de maquillaje Teint Idole Ultra Wear de Lamcôme. / alexi lubomirski

¿Cuál es hoy la rutina de belleza de Isabella Rosellini?

  • "¡Disfrutar de las cremas y del maquillaje! -explica-. Afortunadamente, hoy todas las marcas saben que las mujeres sentimos placer con el solo gesto de pintarnos los labios o ponernos maquillaje, aunque salgamos a comer con nuestra hermana. Y eso es lo que recomiendo a todas, tengan la edad que tengan. Barra de labios, ejercicio, comer sano, vestir bien... Todo se añade a lo positivo".

A vueltas con la edad

"La edad me ha dado tiempo para hacer lo que siempre he querido hacer -explica-. Me siento más libre, más segura, sin tener que agradar a los demás. Mi padre siempre alentó en nosotros la curiosidad y nos animó a salir al mundo. Para mí, eso es la felicidad". Y, sin duda, ahí radican el magnetismo y la vivacidad que continúa desprendiendo Rossellini.

"Soy mayor: este es el aspecto que tiene una mujer a los 64 años. Algunas mañanas, al levantarme, pienso: "Hay nuevas técnicas, ¿y si me opero?". Pero, la mayor parte del tiempo, me digo: "No, porque es como la nueva forma de vendarnos los pies de la antigua China, es la manera de decirnos que somos feas, y el problema de fondo es la misoginia. Es una meta tan perfecta que es imposible cumplirla. Si me operara, podría aparentar 53, pero cuando tuviese 73, aparentaría 63... Es como ganar una batalla, pero perder la guerra". Difícil no estar de acuerdo una vez más en que la belleza tiene más que ver con la inteligencia que con las arrugas.

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