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¿Por qué me siento una impostora (pese a todo)?

Has llegado a lo más alto, pero estás seguro de que ha sido un error y pronto todos se darán cuenta. Tranquila, se trata del "síndrome del impostor", una "dolencia" habitual (no solo entre muejeres), que tiene cura

Lena Dunham: "Cuídate o no conseguirás nada", recomienda la creadora de Girls. / d. r.

CARMEN G. DE LA CUEVA

¿Sientes que no te mereces tu éxito profesional y que todo lo que has logrado en tu carrera ha sido cuestión de suerte? ¿Te angustia la idea de que un día tu jefe o tus compañeros acaben descubriendo que eres un enorme fraude y hay muchas personas más cualificadas que tú para hacer tu trabajo? ¿Crees que te falta preparación? Tranquila, lo que sufres se llama "síndrome del impostor" y, como el feminismo, no es solo cosa de mujeres. La impostura es algo que padece gente tan exitosa y, aparentemente segura de sí misma como la actriz Emma Watson, que la noche antes de dar una conferencia en Naciones Unidas estaba tan aterrorizada que creyó que todos se acabarían dando cuenta de que era un auténtico fraude (el eterno "¿por qué yo?") y se quedaría muda. Sin embargo, cuando llegó el momento levantó la cabeza y habló (solo ella dudaba de que así sería) de manera tan serena como brillante.

El término se acuñó en 1978, gracias a las investigaciones de Pauline Clance y Suzanne Imes, dos psicólogas estadounidenses de la Universidad Estatal de Georgia. Clance relató que, cada vez que hacía un examen importante, tenía un miedo terrible de haber suspendido. "Mis amigos se cansaron de mis constantes preocupaciones, así que decidí guardarme los miedos para mí". El "síndrome del impostor" les sirvió a estas dos investigadoras para describir lo que ellas y otras muchas mujeres sentían a pesar de haber conseguido el éxito en sus carreras laborales: una sensación constante de inseguridad y miedo al no sentirse a la altura de lo que se esperaba de ellas.

Son perfeccionistas autocríticas, exigentes y lo pasan fatal fingiendo que no lo son

Algo parecido le ocurrió a la actriz y escritora Tina Fey, que se definió como impostora patológica: "Lo que tiene de bueno el "síndrome del impostor" es que oscilas entre una egolatría extrema y un absoluto sentimiento de "¡soy un fraude!, ¡me van a pillar!". De modo que te limitas a tratar de disfrutar de la egolatría cuando llega y a pasar lo mejor que puedes a través de la idea de fraude". Las "impostoras" son perfeccionistas, autocríticas y exigentes, sobre todo, con ellas mismas. Además, lo pasan realmente mal intentando fingir que no lo son. Así que... ¡son doblemente impostoras!

Emma Watson. Intelegente, exitosa... y aterrorizada antes de un discurso / d. r.

El psicólogo Miquel Lorente (y exdelegado del Gobierno para la violencia de género) afirma que "sienten que no se merecen lo que tienen y que cualquier persona puede llegar mucho más lejos que ellas". Sin embargo, cuando se le pregunta si es algo que afecta mayoritariamente a las mujeres, Lorente puntualiza que mujeres y hombres lo sufren de manera similar. "Un dato que nos informa de que los estereotipos sexuales acerca de la "mujer histérica, insegura e inestable" son falsos. Si bien durante décadas los contextos laborales y profesionales no han favorecido -ni favorecen- el reco-nocimiento de las mujeres en múltiples ámbitos, las causas del síndrome parecen estar alejadas de las evidentes presiones laborales y exigencias a las que hoy se ven sometidas muchas mujeres".

Los niños crecen aprendiendo a alardear; las niñas apagando su voz

El miedo está dentro y es algo psicológico que se encuentra en la raíz de muchas de las barreras que las mujeres se ponen a sí mismas. Como si no fuera suficiente vivir en un mundo gobernado en su mayoría por los hombres, hacerlo se hace más difícil todavía al dejar de confiar en las capacidades y el talento propios. Y es que quizá lo de sentirse como una impostora no esté directamente relacionado con las exigencias laborales y familiares, pero sí con el hecho de que la voz de las mujeres siga sin escucharse.

En su ensayo autobiográfico Vayamos adelante (Conecta, 2013), Sheryl Sandberg, directora de operaciones de Facebook, se declara incapaz de asumir sus éxitos como propios. En agosto de 2011, la revista Forbes la eligió como una de las 100 mujeres más poderosas del mundo y se sintió conmocionada y horrorizada al saber que en la lista estaba por encima, incluso, que Michelle Obama. "Lejos de sentirme poderosa, me sentí avergonzada y vulnerable", explicó.

En su libro cuenta cómo, cuando sus compañeros de Facebook la paraban por los pasillos para felicitarla, ella calificaba la lista de "ridícula". Hasta pidió a sus amigos que no publicaran el enlace en Facebook. A todo aquel que le preguntaba, le decía que era absurdo que alguien como ella -que estudió en un colegio público de Miami y fue a Harvard, donde tardó un semestre en aprender a escribir redacciones de cinco páginas- tuviera algún poder. Fue su asistente ejecutiva quien le hizo ver que estaba gestionando muy mal el asunto, revelando así todas sus inseguridades, y que lo que debía hacer era creérselo y limitarse a decir gracias".

Lo sufres si...

  • Dudas de tus propias capacidades.

  • Te sientes incompetente.

  • Te comparas constantemente con otras personas.

  • Sufres la ansiedad de que se descubra que no mereces tu puesto en realidad.

  • Tienes miedo a actuar y hacer cosas nuevas.

  • Te cuesta aceptar los elogios.

  • Eres incapaz de disfrutar de tus logros profesionales y siempre piensas en lo que te falta o en lo que te salió mal (o regular).

El péndulo de la autoestima

Pero no hace falta ser famosa y ocupar posiciones tan visibles como las de Watson, Fey y Sandberg para sentirse un fraude. Muchas mujeres viven con la sensación constante de ser impostoras. Estíbaliz Espejo-Saavedra, profesora de Lengua y Literatura y madre, afirma que, a pesar de llevar a cabo una investigación pionera sobre la presencia de las mujeres en el currículo de Literatura de Bachillerato, no se atrevería a hacer un doctorado, "porque siento que no sé investigar". María Folguera, trabajadora en un teatro municipal de Madrid, confiesa que muchas veces se ha preguntado: "¿Qué hago yo aquí? ¿Debería estar sentada en esta mesa? ¿Qué pensarán de mí los demás? Seguro que opinan que no debería ocupar este puesto".

"¿Qué harías si no tuvieras miedo? ¡Hazlo!", aconseja Sherly Sandberg

En Vayamos adelante, Sandberg cuenta que organizó hace algunos años un desayuno informal en Facebook, para 15 ejecutivos de Silicon Valley. Los invitados, la mayoría de ellos hombres, llenaron sus platos en el bufé y se sentaron en torno a la mesa de la sala de juntas. Las mujeres fueron las últimas en servirse y se sentaron en unas sillas situadas en un lado de la habitación. Sandberg intentó que acercaran sus sillas a la mesa, pero ellas se mostraron reticentes y durante toda la reunión parecían espectadoras en lugar de participantes. En ese momento, la directiva de Facebook se dio cuenta de que "además de enfrentarse a los obstáculos institucionales, las mujeres se ven obligadas a librar una batalla en su interior".

Ese lugar callado, reservado, casi invisible por el que optaron estas mujeres es el lugar en el que se las ha apartado históricamente. No es extraño que a muchas les cueste creer en sí mismas, tener confianza, pensar que no hay nada malo en ser ambiciosas... Porque cuando, de niñas, intentaron liderar su clase, se las calificó de "mandonas". ¿Cuántas veces recibe un chico ese apelativo? El poder en manos de los niños, de los jóvenes o de los hombres no sorprende ni asusta. En manos de las mujeres, ofende. Y hemos asumido esa situación como universal. En el libro The secret thoughts of succesful women, la escritora Valerie Young explica cómo los niños crecen aprendiendo a alardear de sus logros y conquistas, mientras que las niñas lo hacen apagando su voz y educándose para silenciarla.

Para dejarlo atrás...

  • Aprende a reconocer tu éxito: estás ahí porque te lo has ganado.

  • Acepta con orgullo los cumplidos acerca de tu trabajo y talento.

  • Los fracasos laborales son parte del camino. Intenta tenerlos presentes y asumirlos, así sabrás que has logrado lo que tienes a través del esfuerzo.

  • Que no te paralice el miedo a lo que piensen los demás. Atrévete a hacer lo que de verdad deseas.

  • Sé siempre sincera contigo misma y recuérdate cada día todo lo que has trabajado para estar ahí: nadie te ha regalado nada.

Hay vida al otro lado

¿Cuál es la solución? Lena Dunham dijo en una entrevista que el consejo que le daría a cualquier mujer con "síndrome del impostor" sería: "No conseguirás nada si no te cuidas". Sandberg cree que hay que confiar en mujeres que, contando su experiencia, nos dan la voz que necesitamos. Una de esas líderes inspiradoras es la historiadora Mary Beard, premio Princesa de Asturias, que, en su artículo La voz pública de las mujeres hace un recorrido por esos momentos de la historia y la literatura en los que los hombres han dicho a las mujeres que no tenían nada importante que decir. Uno de los primeros fue en la Odisea, cuando Telémaco hace callar a Penélope, su madre, así: "La palabra debe ser cosa de hombres, de todos, y sobre todo de mí, de quien es el poder en este palacio".

Durante milenios, ser una mujer implicada callarse. Hoy todavía no interiorizamos

Durante milenios, convertirse en hombre consistía en reclamar el derecho a hablar. Ser mujer implicaba callarse. Y todavía hoy las mujeres interiorizamos desde niñas las indirectas sociales sobre el comportamiento que debe ser adecuado para nuestro género: callarse, quitarse importancia, no reconocer el talento ni el mérito, sentirse culpables.

Mujeres como Sheryl Sandberg, Lena Dunham, Emma Watson o Mary Beard comenzaron a sentarse a la mesa al lado de los hombres, levantaron la mano para hacer preguntas y creyeron en sí mismas y su talento. El "síndrome de la impostora" no es algo permanente. Puede ponérsele fin en este preciso momento al seguir el consejo de Sandberg: "Pregúntate a ti misma: ¿Qué harías si no tuvieras miedo? Y, a continuación, ve y hazlo".

21 de marzo-19 de abril

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