Altinay Baibekova nació en Kirguistán hace 35 años pero desde 2004 vive en España. "Me vine por amor: mi marido es español", explica. Alti, como la llaman sus amigos, conoció a su pareja mientras estudiaba segundo de Filología Inglesa en la Universidad de Biskek. "Luis vino con un grupo de voluntarios para construir una granja en un orfanato y que los niños pudieran tener carne y leche. Yo les hice de traductora". La pareja inició un noviazgo hasta que ella acabó la carrera y él le propuso matrimonio. Sin embargo, sus planes casi se truncan. Normalmente, al llegar a la Universidad, el riesgo de secuestros para casarse disminuye, porque los novios y sus familias no quieren tener que pagar la carrera de las chicas.
Sin embargo, en su caso no fue así. Como sus padres vivían en Issyk-ata, una zona rural, ella iba a verles cada dos semanas. En uno de esos fines de semana, el amigo de un vecino la vio y decidió que sería su esposa. "Un día me dirigía a la parada de autobús, cuando apareció mi tío muy alterado. Me explicó que se había enterado de que un chico me quería secuestrar. Me llevó en su coche para mostrármelo. Allí estaba en la parada del bus, con sus amigos, esperándome. Aquel día, mi tío me salvó", recuerda. "Tengo tres hermanas. La mayor pactó un secuestro con su novio para ahorrarse la dote. La siguiente, que me lleva seis años, se casó con un chico ruso, donde no tienen esta tradición", enumera. La menor se ha venido con ella a España para estudiar.
De sus 12 compañeras de clase de Alti, solo cuatro, con ella, no fueron secuestradas. Las que fueron víctimas de esta "tradición", ahora dicen ser felices. Algunas le aseguran que están enamoradas. "Yo pienso que tienen síndrome de Estocolmo".
El rechazo paterno
"El ala-kachuu es una degradación para la mujer y una forma de esclavitud", asegura Alti. Ella también condena la actitud de los padres que rechazan a las jóvenes que vuelven a casa porque les parecen mancilladas. "Me parecen más crueles incluso que los secuestradores", subraya. Para ella, en Kirguistán a las mujeres no se las toma en serio. "La madre es lo más sagrado, la respetan tanto que parece un matriarcado. Pero mientras no eres madre, no eres nada".
Mi tío me avisó de que me esperaban en la parada del autobús. Aquel día, me salvó."
Altinay Baibekova
De su intento de secuestro, recuerda la rabia que sintió. "Me gustaría que los hombres vivieran esa experiencia en sus pieles para que entendieran el horror que supone. Te sientes humillada porque te parece como si fueras una cosa, no una persona". Para dar fe, cuenta que un primo de una amiga suya fue a secuestrar a la chica con la que quería casarse pero esta logró escapar porque la habían advertido.
Como la familia de él ya había preparado su fiesta y matado un cordero y un caballo, no podía volver con las manos vacías deshonrado. Así que dieron vueltas hasta que localizaron a otra chica a la que raptar. "Esa chica tenía 25 años, ya una solterona en Kirguistán y tenía problemas de habla, así que a él le pareció que estaba defectuosa y a las semanas se divorció. Es una salvajada que demuestra el poco valor que le dan a las mujeres". Lo malo es que el secuestro se ha puesto de moda: "Lo justifican como una tradición milenaria, pero es solo una forma de enmascarar el abuso a la mujer".
Sin embargo, no quiere dar solo una mala imagen de su país, del que tanto añora sus altas montañas. De hecho, ella y su marido crearon en el año 2005 la Asociación hispana-kirguís SUMALAK, para dar a conocer Kirguistán y colaborar con proyectos humanitarios allí. A Alti le encanta mostrar su país. "En 2014 llevamos a mis suegros y a 15 amigos. ¡Les encantó! Mi suegra se sorprendió de que la gente fuera "como nosotros". Yo también pienso que tenemos mucho en común y creo que a los españoles os gustaría mucho mi país. Somos cariñosos, alegres y hospitalarios. Pero tenemos que acabar con la costumbre del rapto de la novia".
Alti y su marido están ahora embarcados en Sumolok (www.sumolok.com), un nuevo proyecto también relacionado con Kirguistán, un blog centrado en organizar viajes a Kirguistán para conocer la realidad y la cultura del país, combinarlo con estudios en España y vender productos de artesanos de aquel país.