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Donald Trump: sexo, mentiras y contratos de confidencialidad

Ni Rusia, ni Corea, ni la guerra comercial con China... El hombre que creó un concurso de belleza (y hoy dirige los Estados Unidos) está sufriendo más desgaste por sus escándalos sexuales que por sus decisiones polí­ticas. ¿Será su relación con las mujeres la bomba de relojería de esta presidencia?

El presidente y la primera dama, Melania Trumo. El lenguaje no verbal de la pareja es gélido y la prensa habla de divorcio. / getty

IXONE DÍAZ

Su matrimonio está en el punto de mira, pero la consigna en la Casa Blanca es, ante todo y pese a todo, aparentar normalidad. Por eso, en las últimas semanas los Trump se han paseado cogidos de la mano camino de la misa de Pascua o del helicóptero presidencial. Las escenas, perfectamente orquestadas y representadas ante auténticos batallones de fotógrafos, apenas duran unos segundos. El problema es que, en su caso, los gestos de afecto son todo menos el reflejo de la normalidad. Su falta de quí­mica es un hecho desde que llegaron a la Casa Blanca y su lenguaje corporal habla más de lo que ellos quisieran sobre una relación que, al menos mediáticamente, atraviesa su momento más delicado y controvertido. Porque la realidad es que nada es normal en la Casa Blanca. Controversias políticas aparte (que hay muchas y muy variadas), la vida personal del presidente se ha convertido en un asunto de interés nacional en Estados Unidos y en una gran fábrica de escándalos sexuales y titulares explosivos. Por eso, su relación con su mujer, y hasta la posibilidad de un divorcio durante su mandato, están en el epicentro del debate público. Pero Melania no es la única. Las otras mujeres de su vida están dejando de ser un apoyo incondicional para el presidente. Y algunas de las mujeres de su pasado podrían costarle, incluso, la presidencia.

Las infidelidades simultáneas

Todo sucedió, presuntamente, en 2006. Hací­a un año que Donald Trump se habí­a casado con su tercera mujer, Melania. Su hijo, Barron, apenas tenía unos meses. Y sin embargo, el magnate estaba viviendo varias aventuras simultáneas con diferentes mujeres. Los detalles sonrojarán a cualquiera, pero para el presidente de Estados Unidos son una auténtica bomba de relojería a punto de estallar. Trump se dejó azotar con un ejemplar de la revista Forbes, se ofreció a pagar después de mantener relaciones sexuales, nunca mencionaba a su mujer delante de sus amantes, pero en cambio las comparaba constantemente con su hija, Ivanka Trump. Sus infidelidades se han hecho públicas después de que se desvelara que uno de sus abogados pagó 130.000 dólares por comprar el silencio de la estrella del porno Stormy Daniels poco antes de las elecciones presidenciales de 2016. Un acuerdo parecido se utilizó para mantener alejada de los medios a la exmodelo de Playboy Karen McDougal. Ahora, ambas han concedido entrevistas contando todos aquellos detalles (y algunos más) y desafiando abiertamente sus contratos de confidencialidad.

Aunque los portavoces del presidente y de la primera dama han negado categóricamente las acusaciones, hay varios hechos irrefutables: el primer matrimonio del empresario se rompió por una infidelidad, más de 16 mujeres le acusan de acoso sexual y él mismo presumió de ello estando ya casado con Melania Trump. De hecho, el periodista Michael Wolff, en su polémico libro Fuego y furia (Ed. Península), ha llegado a decir que Trump ha mantenido un affaire durante su tiempo en el Despacho Oval.

La decisión de Melania

Su abogado pagó 130.000 dólares por comprar el silencio de la estrella porno Stormy Daniels

El incesante goteo de acusaciones y detalles bochornosos contra su marido ha puesto a la primera dama en una posición muy delicada. En realidad, que su matrimonio no es ningún cuento de hadas ya era de dominio público. Se sabe, por ejemplo, que los Trump duermen en habitaciones separadas y que, según contó Michael Wolff, llevan vidas prácticamente paralelas y, en ocasiones, pasan varios díaas sin verse. Además, el lenguaje no verbal entre ellos es inequí­voco. Por eso, la prensa estadounidense, tanto la de corazón como la política, lleva semanas especulando sobre el estado de ánimo de la primera dama. Se ha dicho que detesta su nuevo estatus y las obligaciones que conlleva, que echa de menos su acomodada existencia neoyorquina, que es "profundamente infeliz" y que odia este torbellino de escándalos y titulares de prensa en el que se ha convertido su vida. De hecho, las especulaciones sobre un posible divorcio se han disparado en las últimas semanas.

En su último libro, el periodista Ronald Kessler vaticina que no habrá separación matrimonial. Al menos, mientras los Trump residan en la Casa Blanca. La primera dama tendrá sus razones para no hacerlo. Algunos expertos en derecho matrimonial opinan que Melania tratará de capitalizar su posición de fuerza para renegociar el contrato prematrimonial que firmó con Trump cuando se casó. Pero también hay otro escenario posible, aunque inédito: será la primera vez en la historia que un presidente norteamericano se divorcia durante su mandato. La prestigiosa revista Newsweek exploraba recientemente cómo afectará eso a la "marca" de la primera dama y la sección de opinión de la cadena de televisión CNN se preguntaba directamente: "¿Por qué se queda Melania?". Mientras tanto, Donald Trump se ha permitido incluso bromear en público (y estando su mujer delante) sobre la posibilidad de que Melania le abandone. Y no será la primera mujer en hacerlo.

La huída de Hope Hicks

Era su mano derecha, la encargada de apagar los fuegos y contener los exabruptos, la chica para todo que durante la campaña llegó a planchar los pantalones del magnate mientras los llevaba puesto. En septiembre, Trump premió la lealtad de Hope Hicks nombrándola directora de comunicación de la Casa Blanca, pero hace unas semanas, Hicks dimitió. De hecho, lo hizo apenas 24 horas después de declarar sobre la injerencia rusa en la última campaña electoral y de admitir, en sede parlamentaria, que había contado algunas "mentiras piadosas". Y no es la única controversia que ha salpicado a Hicks en los últimos meses. Su relación sentimental con Rob Porter, dimitido secretario de gabinete, fue carne de titulares cuando se destapó que este habí­a sido acusado de violencia de género por parte de sus dos exmujeres y Hicks ayudó a redactar un comunicado tratando de disculpar su comportamiento. Hicks, que solo tiene 29 años y fue modelo antes de entrar a formar parte de la empresa del magnate, no tenía experiencia política, pero contaba con toda la confianza del presidente. Dicen que Trump la trataba como a una hija y que confiaba ciegamente en ella. Hicks era la fachada más amable, dulce y atractiva de una presidencia hosca, controvertida y colérica. Sin ella, Trump está más solo y aislado.

Los planes (frustrados) de Ivanka

"Os dije que os deberiáis haber quedado en Nueva York". Son palabras del presidente a su hija, Ivanka, y al marido de esta, Jared Kushner, en el Despacho Oval. O eso es, al menos, lo que Steve Bannon, exjefe de estrategia del presidente y enemigo declarado de "Javanka", le contó a Ronald Kessler y que él se ha encargado ahora de desvelar en su polémico libro. Efectivamente, no corren buenos tiempos para la hijísima. Su popularidad se ha desplomado en las encuestas, sus iniciativas legislativas no han terminado de cuajar y tampoco ha sabido gestionar las preguntas difíciles sobre los presuntos affaires del presidente. De hecho, recientemente abroncó a un periodista por considerar que era inapropiado preguntarle por los líos de faldas de su padre, pese a que ostenta un cargo oficial en la Casa Blanca. Por todo eso, su imagen, igual que la de su marido, cada vez está más deteriorada. Y sus planes, poco a poco, se están desdibujando.

Hace unos meses, el periodista Michael Wolff confirmaba lo que todo el mundo sospechaba desde hacíaa tiempo: que Ivanka, en realidad, querrá aspirar a la Presidencia de Estados Unidos en algún momento. De hecho, según Wolff, ella y su marido habrán llegado a un acuerdo por el que, de presentarse la oportunidad, será ella, y no él, la candidata. Pero ese sueño parece cada vez más lejano. Es más, según la edición norteamericana de la revista Vanity Fair, los próximos en abandonar la Casa Blanca podrían ser precisamente ellos. Jared Kushner está en el epicentro de la investigación sobre el papel del Gobierno ruso en la campaña electoral de su suegro y podría acabar arrastrando con él a la hija del presidente. Así­ que puede que, después de todo, los Kushner tengan que volver a Nueva York antes de lo previsto.

Las indiscreciones de Kellyanne

Tiene uno de los trabajos más difí­ciles e ingratos de la Casa Blanca. Kellyanne Conway dirigió la campaña electoral, es asesora del presidente y la encargada de dar la cara por él en los platós de televisión, además de contestar las preguntas más delicadas y de explicar su incesable verborrea en Twitter. Por eso, siempre ha sido una figura controvertida. Y ahora, además, su lealtad hacia el presidente está en entredicho. Según el periodista Ronald Kessler, ella podrá ser la principal filtradora a la prensa de todo lo que ocurre entre las paredes del Ala Oeste de la Casa Blanca. Kessler ha contado que Conway ha convertido en una costumbre criticar ante los periodistas (y a menudo on the record) a algunos de sus colegas, incluida Ivanka Trump y su marido, Jared Kushner. Ella lo ha negado, pero la sospecha ya planea sobre su cabeza.

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