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"Las cosas del querer, las cosas del cenar", por Pina Graus

"¿La Navidad no tenía algo que ver con la reconciliación? ¿Se habrá perdido su espíritu entre burbujas y celofán?".

Haz click en la imagen para descubrir a seis floristas que nos enseñan a decorar la casa esta Navidad./maite niebla

Haz click en la imagen para descubrir a seis floristas que nos enseñan a decorar la casa esta Navidad. / maite niebla

Pina Graus
PINA GRAUS

Como hace tiempo qué abandoné el comer nada que tenga ojos, los invitados a la cena de Nochebuena ya estaban advertidos. Por supuesto, siempre hay quien pregunta: "¿Pero tienen ojos las ostras?", o "¿por qué troceas una cebolla indefensa?". Y yo contesto: "Porque no tienen hígado". Interrumpí esta disertación culinario-filosófica para coger el teléfono. No me había tocado la Lotería, pero acababan de ofrecerme un sofá nuevo. El mío es del tipo desnucador, así que agradecí el regalo y lancé mentalmente el viejo al espacio infinito.

Un comensal me susurró al oído: "Miénteme, dime que hay lomo, que hay jamón". Susurré a mi vez: "Imposible, están en extinción". Indignado, pero riendo, levantó la copa: "Por la ominosa extinción del cerdo ibérico". Otra amiga levantó la suya: "¡Por las zarigüeyas!". "¿Qué son las zarigüeyas?", preguntó el invitado frustrado. "¿Una variedad de paraguaya?", sugirió alguien. Intervino mi cuñada: "Errrror: es una especie de musaraña, ¿en peligro de extinción?".

Decidí deshacerme de mi viejo sofá y, de paso, de los líderes mundiales que niegan el cambio climático. "¡Mandaría mi sofá y a esos mandatarios al espacio! Podrían ser abducidos por una nave espacial con forma de fuente navideña, que los confine en otra galaxia". "¡A un planeta ardiente!", sugirió alguien desde la cocina. Surgió el barullo: "¿ Ardiente? ¡Mejor helado!". "¿En el sofá? ¡En la fuente!". Se sometió a votación: ganó el sofá imaginario por goleada. Otra de las invitadas levantó la mano y preguntó: "¿Podría sumar algunos miembros y miembras (con perdón) de mi familia? Solo a los que no paran de incordiar".

El invitado recalcitrante seguía lamentando la ausencia de crustáceos: lo sumé al sofá imaginario. La partidaria de poner a su familia en órbita levantó su copa y planteó una duda: "¿La Navidad no tenía algo que ver con la reconciliación? ¿Se habrá perdido su espíritu entre burbujas y celofán?".

Entonces intervino un amigo que vive en una aldea. Nos contó que la anterior Nochebuena la pasó con su vecina, una mujer centenaria que vivía con su gato. Tras cenar un pollo de corral, se sentaron junto a la lumbre. La mujer reparó en que a su invitado el jersey le quedaba corto. No tenía suficiente lana del mismo color y usó distintos ovillos para solucionarlo. Mientras tejía y destejía, le habló de la vida en la aldea cuando era niña. Le contó cómo llevaban el grano a moler a lomos de una mula, por qué se fue del pueblo y la dificultad inicial para ganarse la vida de costurera en Argentina. Mi amigo brindó por ella y añadió que fue una de las Nochebuenas más gratas que recuerda.

Por fin, tras despedidas eternas, con el 2019 a las puertas y el invitado recalcitrante clamando por "El Retorno del Cordero", consideré cocinar un pollo (ecológico) en Nochevieja y deseché los propósitos del tipo "aprender chino". Mejor viajar, nadar y buscar unos cuantos audiolibros para mi madre. Amor y humor ¡Feliz Asno!

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