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Adolescencia, la edad de la exageración, por Care Santos

"Sabemos que nuestros hijos exageran. No pasa nada, nos decimos, ya se les pasará. Por otra parte, aún recordamos nuestras propias hipérboles y triquiñuelas cuando teníamos su edad".

Haz click en la imagen para descubrir las mejores frases para motivar a los niños./D.R.

Haz click en la imagen para descubrir las mejores frases para motivar a los niños. / D.R.

Care Santos
CARE SANTOS

Todas las etapas de la vida tienen su propio registro lingüístico. De la misma manera que los mayores hablan en pasado y los niños en futuro, hay una etapa para la hipérbole y la exageración. Esa etapa es la adolescencia, claro. Unos años en que se tiende a utilizar palabras contundentes, enfáticas, sonoras. No se trata solo de las primeras palabrotas, tan recién descubiertas que están deseando estrenarlas y las utilizan para todo, aunque solo sea para que veamos que son capaces. Se trata de algo un poco más profundo, de esa manera excesiva y rotunda de ver el mundo que no admite discusión y que se traduce en el uso continuado de palabras como "Siempre", "Nunca", "Nadie" o "Todos".

Son capaces de decir sin pestañear frases como: "Nunca saldré con nadie".

Últimamente, en mi casa abundan estas palabras. Mis adolescentes tienen opiniones contundentes sobre la vida en general, sobre su existencia en particular, sobre las personas que les rodean y sobre su futuro. Son capaces de pronunciar sin pestañear frases como: "Nunca saldré con nadie" o (peor) "Nunca nadie se enamorará de mí" o "Nunca, pero nunca, probaré el alcohol" o "Quiero vivir siempre en esta casa" o "Todos mis amigos tienen novia" o "A todos mis amigos les dejan ir a tal sitio". A veces las mismas palabras sirven para quejarse: "Todos juegan a tal videojuego" (y él no por tu culpa, claro), "Nunca me dejáis hacer nada" o "Siempre me tratáis como un niño". Siempre, Todo, Nunca, Nadie... qué nostalgia cuando hablábamos sin pronunciarlas.

Menos mal que los padres y las madres estamos avisados. Por una parte, sabemos que nuestros hijos exageran. No pasa nada, nos decimos, ya se les pasará. Por otra parte, aún recordamos nuestras propias hipérboles y triquiñuelas cuando teníamos su edad. Nuestros propios Siempres, Nuncas, Nadies y Todos. Pobres hijos, si supieran lo que sabemos...

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