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Tus hijas adolescentes y su sexualidad, confía en ellas, por Isabel Menéndez

En estos años, el enamoramiento apasionado (aunque efímero), los nuevos vínculos y el erotismo se convierten en asuntos muy serios. Un momento crucial para confiar en ellas y respetar, incluso, sus errores.

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Isabel Menéndez
ISABEL MENÉNDEZ

La adolescencia es un proceso complejo de transformación psicológica y física. En esta época de la vida, la búsqueda del amor y el descubrimiento de la relación sexual son fundamentales. El deseo y el amor hacia otros se convierten en temas muy serios. El enamoramiento apasionado, la creación de vínculos intensos, aunque muchas veces efímeros, son conductas propias de esta etapa.

Los jóvenes desean experiencias y al mismo tiempo las temen.

Los adolescentes desean tener experiencias y, al mismo tiempo, las temen. Buscan información, quieren saber, conocer y controlar esas sensaciones nuevas. Irene tiene 17 años y comienza su sesión de terapia psicoanalítica contando un sueño que la ha inquietado: su madre moría, ella provocaba su muerte. Su madre estaba asomada peligrosamente al balcón y ella la empujaba al vacío. Su madre es una de las personas, junto con su novio Óscar, que más le importa en el mundo en este momento. ¿Por qué soñaba esto? Irene se ha enamorado y mantiene con su madre una relación marcada por una fuerte ambivalencia, ya que por un lado vive como asfixiante su control, pero por otro se siente abandonada cuando pone un poco de distancia y le dice que se las arregle sola. La excesiva dependencia de su madre provoca en el sueño su muerte; de esta forma ella quedaría libre para amar a su novio. Simbólicamente, muere la madre de la infancia a la que ella está muy apegada y de la que le da miedo separarse. Pero también muere ella como niña: fallece una etapa vivida, porque nace el amor hacia su novio.

En la adolescencia, los encuentros eróticos se van operando gracias al trabajo psíquico que conjuga un guion imaginario con la realidad de la relación amorosa. El intercambio de ese guion amoroso que la chica hace con el de su elegido será la base de la relación. Los enamorados escriben juntos su historia de amor. El camino que recorren hacia la realización de su deseo tiene algunas diferencias entre chicas y chicos.

Evitar errores

  • No hay que ser entrometidos, preguntar sobre su intimidad ni pedir detalles sobre su vida sexual.

  • No debemos emitir juicios, ni colgar etiquetas al comportamiento de una adolescente.

  • Si no estamos de acuerdo con algo, no conviene oponerse. La oposición suele aumentar el deseo y la pelea oscurece el miedo a crecer.

  • Es un error suponer que no hace caso a lo que decimos. Es un proceso de construcción y la imagen que los padres devuelven es determinante.

El choque entre fantasía y realidad

Los chicos no saben si van demasiado deprisa, si es demasiado pronto o demasiado tarde. Mientras que muchas chicas tienen su primera relación sexual con un compañero que no es virgen, y por lo tanto tiene más experiencia que ellas, esto hace a los chicos estar más inseguros. A las chicas, la pérdida de la virginidad y los primeros encuentros les suscitan temores y pueden sufrir una desilusión si no están bien informadas.

Tanto unos como otras, pierden su infancia y comienzan a construir su identidad sexual adulta y, si bien los placeres que encuentran compensan la pérdida de la infancia, necesitan tiempo. Cuando pueden defender sus deseos porque se sienten con derecho a realizarlos, les llega la satisfacción. En este proceso, las chicas tienen que hacer elecciones determinantes: la orientación sexual, la pareja, los estudios que las conducirán a un trabajo.

Mientras en la infancia las elecciones eran seguras y muchas de ellas las realizaban los padres, en la adolescencia se abren muchas opciones y decisiones y aparecen situaciones de fracaso y desilusión.

El proceso psíquico por el que se desprenden de la autoridad paterna y dirigen su deseo a personas que están fuera de la familia es complicado. A medida que se conforma ese deseo, el cuerpo se transforma. La genitalidad comienza a primar sobre otras zonas erógenas para que les permita llevar a término el acto sexual, si bien la vida sexual de las adolescentes tienen mucho que ver con las fantasías. Intentan encontrar en ese nuevo amor algo de lo que vivieron con satisfacción en su infancia.

Qué podemos hacer

  • Es muy importante que confiéis en vuestras hijas adolescentes, pero tampoco creáis que están libres de dar un paso en falso. Hay que hablar y, sobre todo, escuchar.

  • Conviene señalarles algunas dificultades y, a la vez, mostrarles nuestra confianza en sus decisiones y en que llevarán a cabo sus deseos.

  • Aceptar sus primeras relaciones fomentará que tengan mejor comunicación con los padres y les hagan partícipes de sus miedos. Hay que transmitirles que pueden confiar en nosotros hagan lo que hagan.

Toda joven se identificará en algún rasgo con su madre y tendrá, como ella, una pareja que no será su padre, pero que puede tener algún rasgo que se lo recuerde si la relación con él fue buena. También podría suceder que eligiera a alguien muy diferente porque tal vez mantuviera un rechazo hacia su progenitor. Estas operaciones psíquicas donde el deseo se desliza hacia la consecución de una vida adulta son inconscientes.

La sexualidad en la adolescencia es complicada y no es inmediatamente satisfactoria. La liberalización de las costumbres, la presión de las normas y la idea de conseguirlo todo muy rápido no respetan la necesidad que tienen las chicas de tolerar su mundo de fantasías y la duración indispensable para que se organicen el deseo y el placer.

No es fácil para ellas reconocer los deseos y dirigirlos hacia lo que quieren, pues hacerlo remite a cierta fragilidad. Las que se enamoran tiene que recurrir a recursos psíquicos que les permitan enfrentar la situación. Si bien viven la situación como única y nueva, de alguna forma cuando eran niñas ya presintieron el sentimiento amoroso. Lo que en la infancia era imposible, ahora se encuentra al alcance de la mano.

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