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María Isabel de Braganza, la reina del Prado, por Cristina Morató

"Muy pocos saben que, gracias a su apoyo y entusiasmo, hoy podemos disfrutar del Museo del Prado, una de las pinacotecas más importantes del mundo".

Haz click en la imagen para descubrir a las seis mujeres que hicieron historia en la informática./cordon press

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Cristina Morató
CRISTINA MORATÓ

Fue una reina joven y desdichada como tantas otras que han pasado de puntillas por la historia de España. Se llamaba María Isabel de Braganza, fue la segunda esposa del rey Fernando Vll, tuvo una vida muy corta y plagada de desdichas, pero destacó como gran promotora de las artes. Muy pocos saben que, gracias a su apoyo y entusiasmo, hoy podemos disfrutar del Museo del Prado, una de las pinacotecas más importantes del mundo. Vivió el exilio, la falta de amor de sus padres y un matrimonio de conveniencia con el monarca español, que era su tío materno y casi le doblaba la edad. María Isabel tuvo que soportar las burlas en la corte de Madrid por su modestia y sencillez. A ella no le gustaban los lujos, las joyas, ni los vestidos. Tampoco las intrigas palaciegas, pero amaba la pintura y el destino quiso que en su breve reinado desempeñara un importante papel como mecenas.

María Isabel de Braganza nació en 1797 en Lisboa y era la hija mayor de Juan Vl de Portugal y de Carlota Joaquina. Siendo una niña, sufrió la traumática separación de sus padres que se odiaban y solo aparecían juntos en actos oficiales. La infanta fue educada con esmero y recibió una exquisita formación artística. Cuando tenía nueve años, la familia real portuguesa tuvo que abandonar el país y exiliarse a Brasil tras la invasión napoleónica. En 1814, el monarca Fernando Vll regresó de su destierro a Madrid y volvió a ceñir la corona de España. Su principal preocupación era encontrar una nueva esposa que le diera un heredero. La elegida fue su sobrina María Isabel, que entonces contaba 19 años y era una muchacha tímida y poco agraciada.

El 28 de septiembre de 1816, la futura reina llegaba al puerto de Cádiz tras un viaje agotador en barco desde Río de Janeiro. En Madrid la esperaba impaciente Fernando, que sufrió una gran decepción porque no encontró nada hermosa a su prometida. María Isabel sabía por qué el rey la había elegido y se sintió muy feliz al quedarse pronto embarazada. La dicha se esfumó al fallecer su hija a los cinco meses. Abatida por su muerte, decepcionada por un esposo torpe y mujeriego, María Isabel se volcó en sus aficiones artísticas. De ella partió la iniciativa de reunir las obras de arte que habían atesorado los monarcas españoles y que se encontraban desperdigadas tras la guerra, y crear un museo que las reuniera a todas. Fue ella quien le sugirió a Fernando Vll destinar el edificio del Gabinete de Ciencias Naturales, diseñado por Juan de Villanueva, a la creación de un Real Museo.

La reina no podría asistir a la inauguración del Museo del Prado, que abrió sus puertas en 1819. Meses antes falleció en su segundo parto, debido a un fatal error médico tras practicarle una cesárea de urgencia. Su hija tampoco sobrevivió. Una década después de su muerte, el pintor Bernardo López Piquer inmortalizó a María Isabel de Braganza como fundadora del museo en un espléndido retrato oficial que preside una de sus salas. El Prado celebra ahora su 200 aniversario sin olvidar la figura y la labor de su gran impulsora: una soberana culta, sensible y protectora de las artes que no pudo escapar a su trágico destino.

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